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El transporte naviero, que representa el 5% de la demanda global de petróleo, comienza a probar las mezclas con biocombustibles. Una gran oportunidad que el país todavía no aprovecha.
La industria naviera invierte U$S 150.000 millones por año en combustibles. Buques que llegan a cargar granos en los puertos rosarinos.
Argentina es líder mundial en biodiésel. Mientras que Brasil es el mayor productor y atiende la demanda interna, Argentina es el mayor exportador de biodiésel del mundo. Y en un momento en que los dólares escasean, la industria podría estar buscando todas las oportunidades de exportación posibles. Pero desafortunadamente, mientras que los biocombustibles están despegando en el gigantesco sector naviero mundial, Argentina está perdiendo el barco.
A principios de este año, las pruebas de biocombustibles han sido realizadas por NYK de Japón y CMA CGM de Francia, en colaboración con IKEA. A finales de este año, la mayor naviera de contenedores del mundo, Maersk, probará las mezclas de biocombustibles en un viaje de ida y vuelta desde Rotterdam a Shanghai. Todos utilizan proveedores europeos de biocarburantes. ¿Dónde se encuentra Argentina en estos desarrollos? En ninguna parte.
Dos de los principales sectores de productos agrícolas podrían beneficiarse de la actual tendencia mundial hacia normas de transporte marítimo más limpio: el biodiésel, producido principalmente a partir de la soja, y el etanol, producido principalmente a partir de la caña de azúcar.
En cuanto al etanol, la ISO ya está desarrollando normas internacionales de seguridad tanto para el etanol como para el metanol como combustible marino. Ya hay siete buques cisterna y un transbordador que operan comercialmente con el mismo metanol como combustible, y se espera que al menos cuatro más entren en servicio este año.
Unas normas más estrictas sobre el CO2 desarrolladas en la OMI fomentarán la adopción de ambos tipos de biocarburantes en el transporte marítimo. De hecho, esto podría ayudar a la industria azucarera argentina a adaptarse y prosperar.
El mercado mundial del azúcar está luchando contra la desaceleración del crecimiento de la demanda y el exceso de oferta. Esta perspectiva es una de las principales preocupaciones de los procesadores de caña de azúcar argentinos.
Los procesadores de caña de azúcar suelen tener cierta flexibilidad en su participación en la producción de azúcar frente a la de etanol, y el año pasado el cambio al etanol ha demostrado ser una medida acertada. Se espera que 2019 sea otro año de fuerte producción de etanol, ya que el biocombustible sigue dando mejores rendimientos a las fábricas.
La política del gobierno ya se centra en impulsar la demanda de biocombustibles a nivel nacional. Pero las oportunidades de exportación son mucho mayores.
La industria naviera mundial representa el 5% de la demanda mundial de petróleo; según la AIE, más que la India. Actualmente gasta alrededor de 150.000 millones de dólares al año en su combustible.
Argentina debería aprovechar una gran parte de este enorme mercado con sus exportaciones de biocombustibles, aprovechar un nuevo flujo confiable de divisas (el combustible de transporte alrededor del mundo se comercia en dólares) y ganar influencia a nivel internacional ayudando al comercio mundial a ser más ecológico.
Sin embargo, las exportaciones argentinas de biodiésel se han enfrentado a vientos que soplan en su contra. En los últimos años, el gobierno de los Estados Unidos ha aplicado derechos a las importaciones argentinas de biodiésel, lo que ha tenido un impacto negativo directo en el volumen comercializado.
En la UE, Argentina se ha enfrentado a aranceles antidumping sobre su biodiésel, acusada de vender más barato en el extranjero que en el mercado nacional. Sin embargo, los combustibles de transporte marítimo (también conocidos como combustibles «bunker») que se consumen en alta mar están fuera del alcance reglamentario de los EE.UU. o de la UE.
Las reglas que rigen las normas de combustible se elaboran en la Organización Marítima Internacional de Londres, de la que Argentina es miembro. Por eso debería aprovechar la oportunidad de orientar la formulación de políticas en ese país para favorecer a los productores nacionales de biocombustibles. Para ello, debe apoyar la adopción de normas de CO2 para el transporte marítimo que incentiven la demanda.
Por eso es tan importante la cumbre de la OMI que comenzó este 7 de mayo en Londres (conocida como MEPC74): para estimular la cuota de mercado de los biocarburantes en el sector del transporte marítimo se necesitarán medidas estrictas de reducción de las emisiones de CO2 que deberán acordarse dentro de unas semanas.
El año pasado, los delegados de la OMI de Argentina, que tienen su sede en Londres y son en gran medida desconocidos en el país al que se supone que representan, desempeñaron un papel de bloqueo junto con Arabia Saudita e intentaron sin éxito debilitar los objetivos de reducción de CO2 en la OMI.
Este año, es hora de que empiecen a prestar más atención a lo que están haciendo, y a si es en interés de la economía en este momento de crisis. Si lo hacen bien, Argentina puede vender biocarburantes a una industria que representa el 80% de todo el comercio internacional.
Por Ned Molloy
Especial para Clarín Rural
Nota de Redacción: el autor es consultor marítimo y en combustibles
FUENTE: DIARIO CLARIN-ARGENTINA-SUPLEMENTO CLARIN RURAL