La energía nuclear quedó en el ojo de la tormenta tras la catástrofe de Japón, que llevó a varios países a revisar sus centrales y los proyectos a futuro. En el mundo existen más de 400 instalaciones de este tipo, dos de ellas en Argentina, que proveen el 16% de la electricidad mundial. E&E conversó con especialistas que otorgan un panorama sobre la compleja realidad atómica, cruzada por cuestiones económicas y ambientales y tironeada por poderosos lobbies.Por Roberto Aguirre.
Los átomos se sacudieron el pasado 11 marzo, cuando la isla de Japón tembló como nunca y el mar embravecido arrastró a su paso casas, fábricas y personas. Para estirar la tensión en lo que parece una cruel emulación del cine de catástrofe, la planta nuclear de Fukushima se vio afectada por el fenómeno natural, liberando una cantidad de radiación aún no determinada, pero que obligó a evacuar 30 kilómetros a la redonda. Las consecuencias se extendieron más allá de la isla: casi todos los países que tienen instalaciones atómicas ordenaron revisar las estructuras ante fantasma de un nuevo Chernobyl. El extremo ocurrió en Alemania, donde pocos meses después de haber autorizado una extensión en el plazo de vida sus centrales, la canciller Angela Merkel sacó de funcionamiento al menos 8 generadores.
La necesidad de reemplazar el uso de combustibles fósiles frente al aumento sostenido en el consumo de la electricidad llevó a varios países a optar por la tecnología nuclear. Por estos días, sin embargo, los átomos están bajo la lupa, en una puja que incluye cabildeos empresariales, consecuencias ambientales y sanitarias reales y necesidades concretas de dar respuesta a las demandas humanas.
Una postal nuclear
Más allá de las opiniones cruzadas, hay una realidad concreta: según la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), existen en el mundo 443 centrales nucleares en más de 30 países, que proveen el 16% de la demanda de energía del mundo. El material más usado para abastecer a las mismas es el uranio, que es 500 veces más abundante que el oro y se extrae mayormente de Australia, Kazajstán y Canadá. En Neuquén existiría un importante yacimiento de este mineral, según establecen diversas proyecciones y trabajos de la Comisión Nacional de Energía Atómica.
En Argentina, en tanto, existen dos centrales nucleares, Embalse y Atucha, que abastecen el 5% del consumo total de energía del país.
Blancos y negros
“El tema de la energía nuclear no se puede poner en blancos y negros, hay matices”, aseguró a E&E el especialista en temas nucleares de la ENSI y asesor de Atucha II, Luis Conde. Si bien admitió que existen desventajas desde el punto de vista ambiental, destacó algunos de los puntos positivos que tiene este tipo de centrales, en miras de diversificar la matriz energética.
“Esta opción termina siendo más barata a largo plazo. La inversión inicial es dos o tres veces más alta que una planta termoeléctrica, y sus tiempos de construcción son mayores debido a la compleja ingeniería que se requiere, pero después de 20 años de trabajo el costo se compensa”, detalló Conde, quien dijo que una central nuclear de 600 megawats (que podría abastecer a seis ciudades como Neuquén), cuesta unos 1.500 millones de dólares.
Con respecto a la demanda de combustibles, según el Foro Nuclear de la Industria Española, para una central eléctrica de 1.000 megas, se necesitan 2,5 millones de toneladas de carbón, 2 millones de toneladas de petróleo, 1,38 tonelada de gas y tan sólo 30 toneladas de uranio.
Seguridad nuclear
Volviendo a las ventajas de esta generación con respecto a la termoeléctrica, Conde explicó que las centrales nucleares son 50 veces más seguras y mucho más limpias ya que no emanan gases. Para el especialista, muchas de las críticas vienen de sectores que buscan acaparar el mercado energético. “Se produjeron derrames de millones de metros cúbicos de petróleo y nadie sale a pedir que se termine la industria petrolera. El sector de los hidrocarburos siempre hizo lobby en contra de la energía atómica, apelando a cuestiones ambientales, asociando con la fabricación de armas de destrucción masiva. No se tienen en cuenta las aplicaciones industriales, en la medicina o para la inmunización de alimentos”, detalló.
“La OIEA es muy rigurosa para controlar las centrales de todo el mundo. Una vez al año vistan cada central para hacer una auditoría muy rigurosa. Cualquier cosa que detecten paran la planta. Cuando hay un incidente, que le puede pasar a cualquier sistema industrial, debe ser reportado”, explicó Conde.
“La energía nuclear Goza de mala prensa: nadie se acuerda del derrame de British Petroleum en el Golfo de México, pero se derrama una gota de cobalto y todos critican”, sentenció.
Críticas ambientales
Del otro lado del mostrador, los especialistas que se dedican exclusivamente a temas ambientales ven a la energía nuclear como un fantasma, y ponen a la central de Fukushima como una luz de alarma sobre las consecuencias que este tipo de tecnologías puede tener, no sólo sobre el medioambiente, sino sobre la humanidad toda.
El titular de la fundación para la defensa del ambiente (Funam), Raúl Montenegro, afirmó que esta “es la primera vez en toda la historia nuclear del ser humano que un país sufre graves colapsos en muchas centrales al mismo tiempo”.
El especialista puso el foco en un hecho que representa el talón de Aquiles de la ratio nuclear: los desechos. “Los residuos radiactivos de alta actividad incluyen decenas de radioisótopos, muchos de ellos con vidas medias muy largas. En el caso del cesio 137, que tiene una vida media de 30,2 años, el riesgo puede estimarse multiplicando esa vida media por diez, es decir 3 siglos. El combustible agotado de las centrales nucleares es peligroso por más de 150.000 años”, detalló.
Aún sin estar en contra de la energía nuclear, Luis Conde también advierte sobre la peligrosidad de los desechos, pero asegura que el tema se está manejando correctamente. “Se está estudiando enterrarlos bajo tierra. Estados Unidos, por ejemplo, tiene cavernas donde se depositan y están controlados”, explicó.
“La central nuclear no larga nada hacia fuera, el problema son los residuos. Trabajo hace muchos años en Atucha II y nunca vi un pescado de cuatro ojos”, remarcó Conde.
¿El turno de los biocombustibles?
Si de amor y odio se trata, los biocombustibles también se ganaron adeptos y opositores. La generación de energía a través de caña de azúcar, maíz o soja abre dudas sobre la posibilidad de la proliferación del monocultivo y las posibles consecuencias sobre la soberanía alimentaria. Aún así, el etanol y el biodiésel ocupan un porcentaje cada vez mayor de los tanques de combustible de los vehículos del mundo.
La catástrofe en Japón y sus efectos sobre el mercado energético podrían potenciar este tipo de naftas, ubicando a Argentina en un lugar estratétigo dentro de la producción y el refino. Por lo menos así lo asegura un reciente estudio del Ieral, que anticipa un incremento de la demanda, en detrimento de la energía nuclear.
“Al suponer que los biocombustibles sustituyen parcialmente a la fuente energética nuclear, en un ejercicio simple donde se definen escenarios posibles, se encuentra que las nuevas condiciones de la economía mundial abren espacio para aumentos de la producción.
Esa producción ya va desde el 5,6 por ciento al 7 por ciento promedio anual, es decir entre 1 y 2,4 puntos porcentuales de crecimiento adicional al que se proyectaba antes de la catástrofe”, remarca el trabajo.
Los biocombustibles más importantes en la actualidad son el etanol a base de caña de azúcar (Brasil) o maíz (Estados Unidos) y el biodiésel a base de distintos aceites (colza, soja, palma). El etanol tiene una escala de producción mayor, en una relación de 5 a 1 con el biodiésel (5 litros de etanol cada 1 litro de biodiesel), aseguran desde el Ieral.
Argentina es actualmente el segundo productor de biodiésel, después de Europa. En Neuquén, de hecho, existe una planta productora de este combustible en Plaza Huincul. El gobernador Jorge Sapag señaló en varias oportunidades la conveniencia de sembrar soja en la región, destinada a la fabricación de este combustible.
Fisión nacional
Entre un 4 y 5% de la energía que circula a través del sistema interconectado nacional es generada por plantas nucleares. En Argentina funcionan dos instalaciones de este tipo: Atucha I, ubicada en Zárate, con una capacidad instalada de 350 megawats, y Embalse, en la provincia de Córdoba, con 650 megawats.
Con la reactivación del plan nuclear en manos del gobierno de Néstor Kirchner, se retomó la construcción de Atucha II –que estaría en marcha a fin de año-, se trabaja en una cuarta central nucleoeléctrica y se impulsó la fabricación del reactor Carem, un proyecto íntegramente nacional que se instalará en Formosa y puede alimentar una ciudad como Bariloche.
Las centrales argentinas se alimentan con uranio puro y para el proceso de fisión se utiliza agua pesada, que es fabricada en la planta ubicada en Arroyito. Sin embargo, la presidenta Cristina Fernández anunció meses atrás que el país volverá a enriquecer uranio para su futura planta, Atucha III, que generaría 1.000 kw.
FUENTE: LA MAÑANA DE NEUQUEN