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Futuro verde, el policultivo orgánico como modelo sustentable

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biodiesel-entre-riosEl empresario norteamericano Douglas Tompkins desarrolló la primera estación experimental de agricultura orgánica en Entre Ríos y la define como el principio de «la nueva economía».

Otra pintura entrerriana. En Laguna Blanca, el trigo, en color verde; la tierra labrada, tonos violáceos; el gris blanquecino de la avena; los abonos verdes oscuros entre los cultivos; otro verde oscuro de los bosques nativos, y el marrón dorado del centeno. Foto: LA NACION / Luis Franke.

Cada vez que Douglas Tompkins, ecologista y filántropo ambiental, trepa al estrado de alguna prestigiosa universidad para compartir su experiencia agroecológica en gran escala en la Argentina, los auditorios se desploman en una mezcla de ovaciones, inquietud y perplejidad. Es por la épica revolucionaria que anima sus proyectos.

Sus disertaciones en Europa y los Estados Unidos no sólo acercan el know how de sus innovadoras prácticas agrícolas de rotación de policultivos extensivos libres de químicos, en la era del reinado de la soja transgénica y los pesticidas.

Como activista que es, su innovación a contracorriente esconde una intención aleccionadora: generar esquemas agrarios sustentables para ser imitados, e introducir, a su vez, un nuevo paradigma de desarrollo basado en la conservación y no en el agotamiento de recursos.

Presentó la primera estación experimental de agricultura extensiva libre de químicos de la Argentina, que ocupa sus campos entrerrianos de Laguna Blanca (3150 hectáreas) y Malambo (1050 hectáreas).

Él lo llama «la nueva economía». A grandes rasgos, su modelo reemplaza al agroindustrial de monocultivos con químicos, que degradan napas y suelos, exterminan especies, deterioran el hábitat y la salud humana y acentúan el cambio climático, por otro económicamente rentable, pero desprovisto de la usura medioambiental: el de la explotación extensiva de policultivos orgánicos con alta diversidad, a través de los cuales las prácticas agrícolas actúan como agentes de conservación integral y de restauración de suelos.

«No es una utopía -dice Tompkins-: la avanzada orgánica en el mundo es irrefrenable. Pero sí es un objetivo ambicioso a largo plazo que, tarde o temprano, entre ensayos de prueba y error, mostrará resultados exitosos.»

Es cuestión de tiempo, afirma a la nacion, y aunque a sus 70 años el reloj biológico no está de su lado, en ello concentra gran parte de sus esfuerzos.

Días pasados en Baltimore, Estados Unidos, el ex dueño de la marca The North Face, que además donó el primer parque nacional marítimo al país, entusiasmó a grandes productores orgánicos con su ensayo: presentó la primera estación experimental de agricultura extensiva libre de químicos de la Argentina, que ocupa sus campos entrerrianos de Laguna Blanca (3150 hectáreas) y Malambo (1050 hectáreas). Allí, a orillas del Paraná y en silencio desde 2008, junto con un equipo calificado de ingenieros agrónomos, avanza en un ejemplo rentable de «siembra directa orgánica» con cero labranza, libre de pesticidas. Lo hace rodeado por un mar verde de soja transgénica de los campos vecinos. De lograr éxito con la siembra directa orgánica, su método inscribiría una epopeya en la agricultura mundial.

Lo curioso de este ensayo es la geografía local donde se cuece: a sólo 700 kilómetros de la Capital, en las hondonadas entrerrianas.

Algo así como descubrir la penicilina natural del suelo, ya que nadie hasta ahora ha logrado dominar ese manejo. Y de allí su desvelo: poder exportar ese modelo agrario al resto del país y la región.

Regresar a aquella mesa pretérita en la que los alimentos eran ciento por ciento naturales y los suelos ricos en nutrientes, materia orgánica, nitrógeno y potasio. Lo curioso de este ensayo es la geografía local donde se cuece: a sólo 700 kilómetros de la Capital, en las hondonadas entrerrianas.

«Laguna Blanca (LB) debe tener éxito, ya que su fracaso reforzaría el insalubre modelo agroindustrial, que es el eje de la crisis de la biodiversidad del planeta -dice Tompkins a la nacion-. El modelo neoliberal, responsable del cambio climático, favorece las malas prácticas agrícolas. La eficiencia impone bajar costos sin contabilizar los costos ambientales, que existen y son irreversibles. Pero nadie los traslada al producto final. Hablo de contabilidad ecológica, de que así entendida la eficiencia termina siendo costosísima.»

Enterado y subyugado por ese experimento argentino, el príncipe Carlos de Gales se reunió con Tompkins para interiorizarse sobre sus métodos agroecológicos y aplicarlos en sus propios campos.

Su estancia modelo tiene además otra singularidad: su enigmática belleza. El campo es un óleo telúrico, pintado por el recorrido de tractores con la paleta cromática de los policultivos. Del lino al maíz; del trigo a la cebada; las pasturas, el abono verde, los bosques nativos (fuera de la producción) y hasta sus dos lagunas (Laguna Blanca y Laguna Negra) construyen una insólita pintura agraria. Observada desde lo alto, parece una ilusión óptica. Sin embargo, es bien real. Las formas sinuosas de las parcelas -en reemplazo de los típicos cuadriláteros agrarios- no son caprichos estéticos ni alardes compositivos.

Su inusual gramática obedece a las terrazas que debieron construirse para evitar la erosión de suelos deLBados, con pronunciados declives, para así facilitar el escurrimiento de los campos. Canaletas, como separadores, sembradas con franjas de abono verde, favorecen el drenaje por las copiosas lluvias de la zona.

La estancia, que cuenta con 300 colmenas y dos gallineros móviles, se reserva otras 200 hectáreas para 10 variedades de frutales.

Si para el mundo el experimento de Tompkins -con una inversión total de US$ 20 millones, incluidos los costos asociados con la experimentación- rezuma salud ambiental, belleza y exotismo, verlo in situ y trajinar las terrazas con su polifónico colorido es comprender ese credo que apunta a «la conservación como consecuencia de la producción». Y así, donde unos otean eficiencia y belleza otros ven inspiración. Enterado y subyugado por ese experimento argentino, el príncipe Carlos de Gales se reunió con Tompkins para interiorizarse sobre sus métodos agroecológicos y aplicarlos en sus propios campos, The Duchy Farm, la herencia monárquica repartida entre Cornwall y Devon, en Inglaterra.

ESQUEMA AGRARIO

La alta diversidad en cultivos invernales y estivales es el principio organizativo del campo, que destina sólo un tercio de su superficie (900 hectáreas) a la producción orgánica certificada. Mientras las cosechas en gran escala de lino, trigo, cebada, avena, maíz, moha, sorgo y girasol, entre otros, han logrado ser rentables, otros 13 cultivos en experimentación, reservados a un área de 60 hectáreas, esperan incorporarse al esquema de producción. Además de siembra directa de soja orgánica se ensaya con coriandro, colza, mostaza, manzanilla, porotos, arvejas, garbanzos y trigo antiguo, entre otros.

Las Schiele se encumbraron como precursoras de los cultivos orgánicos de exportación en el país.

La estancia, que cuenta con 300 colmenas y dos gallineros móviles, se reserva otras 200 hectáreas para 10 variedades de frutales y grandes extensiones de pasturas para la cría de 1000 cabezas de ovinos y el desarrollo de una genética de excelencia: las ovejas Dorper, de gran potencial como raza cárnica. Sólo en el caso de los frutales (almendros, avellanos, ciruelos, damascos, nogales, olivos, pecanes, castaños, higos y granadas), que implican un alto riesgo, ya que no hay experiencias en la zona para su cultivo orgánico, se decidió que por dos años se haga una mínima utilización de químicos (para tratar ciertas plagas y enfermedades), para luego, con mayor experiencia, iniciar la certificación orgánica con la erradicación total de químicos en el sistema», explicó Eduardo Chorén, presidente de LB. «El objetivo final -agregó- es la comercialización de productos orgánicos boutique bajo la marca LB.» Un emprendimiento similar al que Tompkins realiza en Chile con berries, miel y lana orgánicas que exporta a Europa, y cuyo modelo pretende difundir para impulsar economías regionales sustentables.

Meses atrás, hasta el propio Tompkins había tirado la toalla, decidido a abandonar su proyecto

Si bien se lo vincula con el latifundio y la creación de parques nacionales, Tompkins se vinculó con el agro desde niño: en Millbrook, NY, integraba una sociedad rural similar al Consorcio Regional de Experimentación Agrícola (CREA), donde criaba ovejas y gallinas, y se interiorizaba sobre las cuestiones agrarias y ambientales. Este peldaño en su labor ambiental apunta a impulsar un cambio de dirección: «Cada cosa que hacemos como pioneros es para promover una de sustentabilidad y de combatividad entre producción y conservación. Estuve dispuesto a invertir en algo que al principio no era rentable para que luego lo fuera con buenas prácticas agrícolas», dice.

Rogelio Mac Farlane es quizá la persona que más sabe sobre cultivos orgánicos en gran escala en la Argentina. Fue pionero en 1989 en la estancia cordobesa Dos Hermanas (3800 has), de las inglesas Rachel y Pamela Schiele. Las Schiele, al igual que Tompkins, habían leído esa «biblia ambiental» que fue Silent Spring de Rachel Carson: la investigación científica que en 1962 denunció los efectos deletéreos de los pesticidas sintéticos, inspiró al movimiento ambientalista e impulsó la creación de lo Agencia de Protección Ambiental en Estados Unidos.

Las Schiele se encumbraron como precursoras de los cultivos orgánicos de exportación en el país, y hoy Mac Farlane es el principal asesor de LB. «Hemos tenido muchas satisfacciones de controlar plagas con materia orgánica -explica Mac Farlane- y también innumerables fracasos: la chinche de la soja no la hemos podido dominar todavía. Pero insistimos.»

Al especialista lo secunda el joven ingeniero agrónomo Luis María Benech, gerente de producción de LB, quien también repasa fracasos: desde cosechas enteras de sorgo blanco diezmadas por palomas hasta los zorros y gatos monteses que al proteger su hábitat redujeron de 20 a 2 los gallineros móviles. Diariamente aparecen, además, otras plagas que demandan ensayos de prueba y error y tolerancia a la frustración.

Pero ninguna plaga ni traspié iguala el impacto casi letal que han tenido las políticas agrarias nacionales en estaciones experimentales como LB, afirman aquí. Meses atrás, hasta el propio Tompkins había tirado la toalla, decidido a abandonar su proyecto.

«Mi decisión de cerrar los campos (por Laguna Blanca y su gemelo, Malambo) está profundamente influida por la inestabilidad económica argentina y por un clima político salvaje», escribió en una carta reservada a sus empleados, cuya copia obtuvo LA NACION.

De este ejemplo orgánico de sustentabilidad ambiental a gran escala depende gran parte del desarrollo futuro de la agricultura sin pesticidas en el país

«Es la segunda gran crisis que sufre el país en los últimos 13 años y nadie sabe dónde terminará. El 30% de inflación anual ha socavado nuestras finanzas, requiriendo capital extra para invertir y un tiempo cada vez mayor para recuperar la inversión.

Los costos de los campos han sido extremadamente difíciles de manejar con las subas decretadas por el gobierno, tratando de cubrir así los errores de su propia gestión. Ésta fue la gota que rebalsó el vaso», escribió.

Dispuesto a cerrar en abril pasado, debió despedir a la mitad de sus empleados (antes había 50) hasta que, luego de muchas cavilaciones, se consensuó un plan de rescate: reducir la operatoria de riesgo de los cultivos experimentales, que antes se realizaban a gran escala, y concentrarse en los rentables. Y desprenderse del campo gemelo Malambo, para inyectar capital en la operatoria futura de LB.

Hoy, LB tiene una producción rentable de alta calidad y certificación orgánica que exporta y vende en el mercado interno. Mientras desarrolla otra genética ovina de excelencia con la raza Dorper (muy eficaz para convertir forraje en carne) y espera la maduración de sus frutales, conserva en el mismo campo la vida silvestre (corzuelas, guazunchos, zorros y variedades de aves).

Se abastece de sus propios abonos verdes y del cultivo de lombrices en espacios techados, que luego fertilizarán sus suelos. Y gracias a la distribución de apiarios en toda la estancia se sirve de esos polinizadores para sus cultivos y para que prospere todo ese ecosistema natural.

De este ejemplo orgánico de sustentabilidad ambiental a gran escala depende gran parte del desarrollo futuro de la agricultura sin pesticidas en el país, observan los entendidos. Puede tener éxito o puede fracasar.

Mientras tanto, su know how tiene las tranqueras abiertas para todos aquellos que quieran emular el modelo del hombre que, así, siente estar pagando su «renta por vivir y usufructuar este planeta».

Los campos de Laguna Blanca están ubicados a orillas del Paraná, donde se siembran los cultivos formando un crisol de colores.

Según su ideólogo, el actual modelo agroindustrial es «insalubre» y es responsable de la crisis de biodiversidad en el planeta.
El emprendimiento tiene como objeto lograr un volumen de cultivos tan grande como para poder empezar a exportar y abastecer el mercado interno.

Por Loreley Gaffoglio | LA NACION

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