Una metalúrgica, una productora de jabones, un taller de calzado, un estudio de diseño y una fábrica de té gourmet tienen algo en común: un propósito que se traduce como el compromiso de lograr un cambio significativo en el negocio, la comunidad y el medio ambiente. Para llegar a este objetivo llevan adelante un nuevo modo organizacional de gestión llamado Empresa B, un movimiento global que comenzó hace seis años en EE.UU. y que en la actualidad se replica en el mundo.
En pocas palabras, la Empresa B combina el lucro con la solución a problemáticas sociales y ambientales, una meta de máxima a la que aspiran los emprendedores y empresarios que transitan este rumbo sustentable. El principal requisito para ser B es contar con un propósito guía, como por ejemplo fortalecer las energías renovables o contribuir a la reforestación de una zona de la triple frontera o algo más cercano como crear productos que promuevan el bienestar y la salud; ese propósito será el que gobierne las acciones de la empresa sea cual fuere su rubro.
Lo diferencial será encontrar la forma de llevar a cabo esas iniciativas para combinar las tres patas, un ejemplo útil para graficar es la mendocina +ambiente, una fábrica de jabones orgánicos y ecológicos que utiliza como materia prima los aceites vegetales de cocina que desechan restoranes de la capital cuyana, y mediante un proceso químico conjugado con trabajo artesanal de mujeres de barrios vulnerables, crean los jabones que luego son vendidos a hoteles boutique y comercios de la zona.
Entonces, alineado con ese propósito se construye un modelo de negocios que debe ser rentable, pero al mismo tiempo considerar en la toma de decisiones cuatro áreas de la empresa: gobernanza, trabajadores, medio ambiente y comunidad.
Todas las empresas B tienen una certificación internacional que otorga B Lab, la fundadora de este modelo, y se logra cumpliendo rigurosos estándares de gestión, y transparencia y legalidad. La certificación es una revisión detallada de todos los ámbitos de la empresa que busca identificar posibles áreas de mejora y oportunidades para ser un agente de cambio, protegiendo la misión (el propósito) y potenciando el triple impacto. En el mundo hay 1.118 empresas certificadas y 128 en Sudamérica.
FOMENTO
La estrategia para convencer a potenciales Empresas B no es manejada como una táctica de venta, sino como una forma de convencimiento. «Es compartir una tendencia mundial de negocios y al compartirlo se genera una empatía muy grande», sostiene Virginia Pittaro, directora ejecutiva de Sistema B Argentina. «Parece muy intangible, pero es la razón número uno por la que muchos se suman, porque lo ven como una forma concreta para materializar una nueva forma de hacer negocios».
Además destaca que se trata de un sistema abierto y participativo en donde conviven pares que están en la misma sintonía. De hecho, Pittaro revela que hay Empresas B que trabajan en conjunto sobre acciones sociales sin pertenecer al mismo rubro. Otro beneficio es que grandes empresas hacen descuentos a su cadena de valor si es B al igual que el sector público. Los ejemplos abundan en EE.UU. donde varios estados cuentan con una ley que ampara a las Empresas B con ventajas adicionales o exenciones impositivas.
En la Argentina existe un proyecto de ley que no persigue exclusivamente la exención impositiva, sino que impulsa una nueva forma jurídica en la cual el propósito empresarial, clave en las B Corp., sea protegido por la ley. Para certificar se deben cumplir estándares de desempeño y también legales. «Es meter el ADN en este compromiso con el público de interés y no sólo con los accionistas», reseña Pittaro. Pero ante la inexistencia de una ley, se firman acuerdos entre socios en el caso de las SRL y pactos entre accionistas en las SA de manera preventiva y para asegurar que se cumplan los propósitos fundacionales.
Cada día más empresas se interesan en este modelo de negocio, muchas pymes e incluso cooperativas están incursionando por este camino. Pero también hay grandes empresas que están asomando en el horizonte. De hecho, según pudo saber Ámbito Biz, una multinacional de la región está en el proceso de la certificación y al lograrlo podría generar un giro para la promoción del mundo B.
CASO ARGENTINO
Pedro Tarak junto con un grupo de amigos de Chile y Colombia trajeron esta alternativa de negocios a la región, pero le dieron una vuelta de rosca creando el Sistema B, una red en donde trabajan mancomunadamente las Empresas B y otras cinco comunidades (mercado, capital, líderes de opinión, academia y políticas públicas) en pos de potenciar el negocio y generar ese cambio de paradigma buscado. «En nuestra cabeza esta cómo hacer que el mercado cree valor público», explica Tarak a Ámbito Biz.
En la actualidad hay 28 Empresas B certificadas en el país y hay otras 42 en ese camino. Cada una vive una realidad diferente; algunas nacieron B, otras se fueron transformando y también hay otras que impulsan el pase de lo tradicional a lo B.
«Certificamos en noviembre de 2012 y nuestro modelo de negocios en su ADN está inscripto como B», asegura Magdalena Ibarbia, de Asuntos Corporativos de +ambiente, una de las primeras B de Mendoza. «Surgió la idea de formar una empresa que no sea una ONG que trabaja con el voluntariado, tampoco una gran empresa, pero sí crear un producto como los jabones orgánicos que permitiera producir a gran escala», refuerza. +ambiente contrata a mujeres de INDRA, un grupo de emprendedoras y chicos con síndrome de Down de la fundación APANDO. Además, realiza charlas de concientización sobre el medio ambiente en escuelas y otras organizaciones. Sobre la certificación Ibarbia la define como «una patente que muestra que uno hace teniendo en cuenta el triple impacto».
En el otro extremo está Tonka, una metalúrgica tradicional con 44 años de trayectoria en el mercado del gas que hace poco certificó como B. Lo cierto es que esta empresa lleva años trabajando en temas ambientales y sociales, pero no podía integrarlo como parte del negocio. «Hoy mi empresa es parte de mis actividades sociales», describe Pedro Friedrich, dueño de la firma. Pero en el proceso de cambio tuvo que redefinir el propósito de su empresa. «Antes nuestra empresa quería tener utilidades; ahora tenemos un propósito que es muy por arriba de eso. Hoy reenfocamos toda la actividad hacia la investigación y el desarrollo de nuevos productos en base a energías alternativas», explica. Se entiende la redefinición cuando Friedrich revela cuál es su nuevo propósito: «Queremos ser protagonistas en el cambio energético de la Argentina; el futuro de la empresa ya no va a ser el que era, sino que estará relacionado con las energías alternativas». Tonka está en proceso de investigación y desarrollando productos que potencien la interfaz gas/solar.
La marca de té gourmet Inti Zen nació como una Empresa B y se diversificó hacia una segunda marca (Chamana); en estos momentos participa en el proceso de transformación de una tercera empresa de tradicional a B.
«Cuando decidí emprender quise crear una empresa con un propósito claro; quería un espacio de trabajo agradable y con conciencia ambiental en toda la cadena de valor», explica Guillermo Casarotti, fundador de Inti Zen. Además valora este modo organizacional al decir que «la comunidad B te ayuda a profundizar más ese modelo de negocios que es consciente. Muchos piensan que la plata no nos importa, la plata sí es importante, pero es una parte, como también lo es la gente que trabaja aquí, la comunidad, los clientes, el medio ambiente, todo».
El nuevo desafío de Casarotti es Koo!, una empresa de galletas que cuenta con 10 años en el mercado a la que se asoció cuando estaba por cerrar por pedido del dueño al que venía asesorando. «Me costó en un principio porque no es un mercado que conozca. Pero fui y comencé a ponerles pautas para ir ordenando la empresa e internamente estoy organizándola para que sea B», comenta y reflexiona: «Los empresarios tienen que darse cuenta, tienen que sentirlo y saber que funciona».
Otra mendocina es Xinca, que nació como una empresa de impacto, es decir una sociedad comercial que busca generar cambio utilizando herramientas no convencionales. En su caso realizan calzado desarrollado con neumáticos reciclados y telas de descarte de empresas textiles, entre otros productos. El trabajo de confección queda en manos de cooperativas de trabajadores excluidos del sistema. «Nosotros buscamos transformar residuos en productos de calidad», afirma Ezequiel Gatti, cofundador de Xinca. Al igual que +ambiente se diferencia de las ONG o fundaciones porque buscan generar un producto comercial y sustentable. También valora las preguntas de la certificación B, pues al fin y al cabo sirven como una autoevaluación para la organización para saber en qué lugar está en relación con su interior, la comunidad y el medio ambiente.
El dato que aporta Gatti tiene que ver con el consumidor. Para este mendocino, la clave del cambio es compartida, depende de la empresa en sí, pero también del consumidor, que es quien realmente mueve el mercado. «Las empresas tiene que empezar a entender esto; hoy los consumidores están más despiertos», explica. «Tenemos mucho mejor respuesta de un consumidor que de un retail», ejemplifica algo indignado y sentencia: «Para mí el consumidor va a terminar siendo el motor de este cambio».
El entusiasmo de estos emprendedores es inspirador y, sin caer en fundamentalismos, están convencidos de que el cambio de paradigma está en este modelo de negocios. «El camino a la sustentabilidad es un camino sin retorno; cada vez hay más personas que piensan igual», explica Casarotti de Inti Zen, y al igual que Gatti de Xinca dice que los consumidores y nuevos talentos reclaman este tipo de empresas. «Además -acota Friedrich de Tonka- es una ventaja competitiva porque no hay muchas (Empresas B) y un desarrollo simpático porque nadie puede criticarte por ser B». Queda claro su postulado: buscan ser empresas para el mundo y no en el mundo.
Por: Diego González
Fuente: Ambito