dioxido de carbono

SISTEMA PARA REDUCIR LAS EMISIONES DE CARBONO

DIOXIDO-DE-CARBONO-CO2.gifPlanta de captura de CO2 en Staudinger, AlemaniaFoto: Gentileza Siemens.

Las centrales eléctricas que funcionan a base de carbón son las más contaminantes del planeta, pero, lo queramos o no, son y serán una realidad por un buen tiempo tiempo. Son económicas y eficientes, pero tienen la marca de ser de las principales culpables del cambio climático con sus brutas emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. Por esa razón, nuevos sistemas de captura de carbono podrían formar parte de la solución.

Países como China, que han avanzado notablemente en energías renovables en los últimos años, son también de los que más centrales de carbón tienen en funcionamiento. De la misma forma que inaugura molinos eólicos y campos con paneles solares, sigue construyendo nuevas plantas eléctricas a base de carbón todos los meses.

El gigante asiático tiene mucho carbón, y les resulta económico y práctico para inyectar grandes cantidades de electricidad a su matriz energética y alimentar su creciente industria y consumo.

En nuestro país, se está también planificando una central a carbón en Río Turbio. Un proyecto a mi criterio ridículo, dadas las condiciones beneficiosas que tiene el país para la adopción de energías renovables.

Captura de Carbono

Existe en la actualidad la posibilidad de capturar el dióxido de carbono antes de que sea emitido a la atmósfera. Hay diferentes métodos, pero actualmente el que se está investigando más es el relacionado con las centrales de carbón. Un ejemplo es el sistema que ha desarrollado Siemens llamado PostCap . Por medio de este método se puede capturar hasta el 90 por ciento del CO2 emitido por una central. Los ingenieros de Siemens lo vienen probando desde 2009 en la planta de Staudinger, cerca de Hanau, Alemania.

Las centrales de carbón más comunes son las de Gasificación Integrada en Ciclo Combinado, o IGCC por sus siglas en inglés, Siemens ha desarrollado su sistema para ese tipo de plantas. Allí la conversión del carbón en energía se puede combinar con la separación del CO2 sin pérdida de eficiencia.

El carbón en esas centrales es convertido en gas bajo presión a altas temperaturas. Los principales constituyente de ese gas son el monóxido de carbono y el hidrógeno, luego se eliminan las impurezas, y el monóxido de carbono se convierte en CO2 que con el hidrógeno con la ayuda de vapor de agua mueven una turbina. Es en ese momento que a través de un proceso químico o de depuración física se separa el CO2 para luego ser comprimido y transportado.

El proceso químico consiste en la separación del CO2 de los demás gases emitidos directamente desde la chimenea. Se captura con un agente especial que es una solución salina de aminoácidos a bajas temperaturas. Estos aminoácidos son naturales, y teóricamente no dañinos para el medio ambiente. Luego se aplican altas temperaturas a ese compuesto del agente y hacen que el CO2 se libere, y el agente puede volver a utilizarse.

Una de las contras de la captura de carbono hasta ahora es que era ser poco eficiente, y que además le restaba eficiencia a la central eléctrica. También resultaba costoso el proceso de filtrado y limpieza del CO2. Pero con el método PostCap, en gran medida se solucionan estos inconvenientes, ganando en eficiencia, y restando en contaminación, porque el agente utilizado puede volver a utilizarse y capturar otros contaminantes que suelen ser emitidos por las chimeneas de las centrales de carbón.

¿Qué hacer con el CO2?

Es un gran beneficio si se puede evitar que el 90 por ciento del dióxido de carbono emitido por una central de carbón llegue a la atmósfera. Pero, una vez capturado, ¿a dónde va a parar? Hay dos respuestas posibles, una es reutilizar ese CO2 capturado y la otra es esconderlo bajo tierra.

Para la primera respuesta debemos tener en cuenta que el CO2 no es un gas contaminante, ni es dañino, su mala fama viene del hecho de que produce un efecto invernadero en nuestro planeta cuando se acumula en grandes cantidades en la atmósfera. Algo que no es natural, sino producto de la tecnología humana.

Pensemos en una bebida con gas, ese gas que se escapa al abrirla por primera vez, que le da la efervescencia, ese es CO2, lo ingerimos y no es tóxico. También se usa en la cerveza y en el vino. Incluso en varios de los alimentos frescos, como ensaladas, cuando son envasados se suele agregar un poco de dióxido de carbono para que se conserven mejor.

El gas reutilizado de esta forma volverá a escaparse nuevamente, pero la reutilización es una forma de evitar el producirlo expresamente. Porque el CO2 presente en todas esas bebidas y alimentos que mencionamos no se toma de la atmósfera, se produce industrialmente y por lo general a partir de combustibles fósiles. Por lo tanto, sería una doble ventaja poder aprovechar el CO2 capturado de centrarles energéticas fósiles con las de carbón. Claro está que es importante asegurarse que la logística no se «coma los ahorros».

Como agregado hay estudios en curso para aprovechar ese CO2 para el tratamiento de aguas residuales, o para la alimentación de microalgas y luego la producción de biocombustibles. Pero según estima Lourdes Vega en su libro «El CO2 como recurso», cada año la industria humana emite unas 25 mil millones de toneladas métricas de CO2. El producido industrialmente para las bebidas, alimentos y demás, es apenas de 130 millones de toneladas. Igualmente, abandonar la producción industrial del CO2 sería un paso en la dirección correcta.

La otra forma de lidiar con el CO2 capturado sería almacenándolo bajo tierra, que es la que más peso está teniendo en los debates sobre el tema a nivel empresarial y gubernamental.

Según estimaciones teóricas, en un depósito de unos 350 kilómetros de diámetro con una altura de 200 metros se podría almacenar todo el CO2 emitido por la actividad humana en un año. Imagínense recorrer de punta a punta la ciudad de Buenos Aires, y todo el camino desde allí a Mar del Plata. Durante todo ese recorrido estaríamos sobre el depósito que llenaríamos en tan sólo un año.

Se piensa en mandarlo bajo tierra por una razón física, a más de 800 metros de profundidad el CO2 ocupa una superficie 400 veces menor que si estuviese a nivel del mar. Es por las presiones que hay más abajo. La idea es inyectarlo en zonas de roca porosa que tengan encima una capa distinta que funcione como tapa y sello impermeable. Supuestamente, el gas se iría diluyendo y descendiendo hacia el centro de la tierra.

Pero si no podemos predecir el terremoto de mañana, tampoco podremos saber lo que ocurrirá bajo los pies de nuestros nietos, o bisnietos.

No es que la posibilidad de capturar casi el total de las emisiones gases de efecto invernadero de una central de carbón de pronto la conviertan en sustentable, la provisión de carbón al igual que la del petróleo tiene sus días contados. Sin embargo, tomando el cambio climático como nuestra emergencia más inmediata, es un avance en la dirección correcta. Empresas como Siemens, con una cartera ambiental que facturó 27.600 millones de euros en 2010 están encarando el problema desde una gran variedad de ángulos.LA NACION.

Por Rodrigo Herrera Vegas para LA NACION.

Rodrigo Herrera Vegas es co-fundador de sustentator.com

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