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La provincia podría generar un verdadero polo de desarrollo y sustituir el 30% de las importaciones de gasoil destinadas al agro, entre otras ventajas.En Buenos Aires hay empresas pymes de biodiésel pero no las grandes empresas, que se concentran en los puertos cercanos a Rosario.
Hace más de una década se llegó a un acuerdo de estado poco común en esa época, Casi por unanimidad salió una ley de Biocombustibles. Es una de las pocas leyes vinculadas al desarrollo que se sostuvieron en el tiempo.
Con ello se potenció el polo aceitero más moderno y eficiente del mundo, además se diversificaron los productos, como la glicerina calidad farmacopea. Con el corte de etanol con las naftas generó la industria con base a maíz y se potenció la de caña de azúcar.
Sin embargo, ese marco inicial se ha ido desconfigurando por cuestiones externas e internas. Entre las externas las crisis provocadas por el acceso a mercados como la Unión Europea y Estados Unidos, la crisis por el nuevo orden Internacional entre EE. UU. y China que ha complicado los mercados de los insumos soja y maíz para todos sus destinos.
En el orden interno, la frecuente, imprevisible, desordenada y poco atractiva política específica. Cada pocas semanas se generan nuevas normas y procedimientos que afectan de lleno a esta agroindustria. En los últimos años se han fijado precios e impuestos a posteriori de la entrega del producto, cambios impositivos, idas y vueltas con los derechos de exportación, sin que se pueda prever la consistencia del negocio especialmente en las pymes en territorios lejanos a los puertos del Paraná.
Junto a ello, seguimos importando petróleo, gas y derivados, ahora menos, pero aún representarán este año unos 2.500 millones de dólares, pudiendo una parte ser aportado por la agroindustria local.
Según nuestra Constitución, los recursos naturales son de las provincias, por tanto, los productos de la agricultura en base a conocimiento y recursos naturales están en su jurisdicción. Los biocombustibles cuando se usan puros y sin transito federal no deberían ser enmarcados en la Ley nacional, pudiendo las provincias regular su uso.
Si miramos con cuidado a escala provincial, por ejemplo la provincia de Buenos Aires importa toda su energía. Sólo genera recientemente un poco de eólica, el resto ya sea electricidad, petróleo, gas o uranio son importados de otras provincias o países. En biocombustibles, al no tener plantas con cupo de etanol, ninguna tonelada de maíz se procesa en territorio, tampoco están los gigantes del biodiésel solo hay escala pymes.
Pero podría reemplazar una parte de sus importaciones generando trabajo y agregando valor a sus granos. Según los datos de Nicolás García Romero, director de Bioeconomía del ministro Leonardo Sarquis, a cargo del Programa de Bioeconomía de la primer provincia que lo tuvo, hay capacidad instalada para reemplazar:
El 25% de la generación eléctrica en motores diésel.
Reemplazar el 3% del total de consumo de gasoil destinado al agro.
Sustituir el 30% de las importaciones de gasoil destinado al agro.
Ahora ¿qué pasaría si el 10 % del gasoil o etanol utilizado en la provincia fuera local?
Se deberían industrializar 8,2 millones de toneladas de soja y 3,5 millones de toneladas de maíz. Además, se generarían productos sostén la producción de carne como los concentrados proteicos de soja y de maíz como burlanda.
Es un ejemplo del potencial de transformación local de la bioeconomía, aún en sus elementos más sencillos, cuando la vemos sistémicamente como generadora de desarrollo, complejizando el sistema productivo.
Este es solo uno de los múltiples temas a redefinir, en un marco que involucra a todos los actores involucrados, desde los agricultores a los consumidores, todos con la cabeza abierta y en el marco de la necesidad de tener presente los compromisos con el acuerdo de París, pero sobre todo con el planeta. En biocombustibles hay que barajar y dar de nuevo.
Por Fernando Vilella
Nota de redacción: el autor es director del Programa de Bioeconomía de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires. Fuente: Mitre y el Campo
FUENTE: DIARIO CLARIN