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BIOECONOMIA: EL MODELO DE DESARROLLO

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Proponen poner en el centro de la escena una economía que con innovación y tecnología cuide el medioambiente y genere riqueza territorial.

«La bioeconomía alumbra un nuevo modelo de desarrollo, llamado bioeconómico, que concilia los intereses públicos, privados y solidarios con el interés general. La bioeconomía no es una rama particular de la economía, es toda la economía que debe inscribirse al servicio de lo humano y lo viviente», describió el economista francés, especialista en desarrollo, Rene Passet.

Passet es profesor emérito de La Sorbona y también es el primer presidente del consejo científico de la Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana (Attac), un movimiento internacional altermundialista que promueve el control democrático de los mercados financieros y las instituciones encargadas de su control mediante la reflexión política y la movilización social, y en particular promueve un impuesto a las transacciones financieras.

Su concepto engloba la alternativa que referentes académicos de la región buscan instalar como el camino a seguir en la pospandemia.

Está a la vista que la crisis del Covid-19 genera un negativo impacto social, económico y político sin precedentes. La consecuencia social inmediata es la profundización de la desigualdad y el aumento de la pobreza y es en ese escenario que aparece la bioeconomía como el mejor modelo para los tiempos que vienen.

Cuando se habla de bioeconomía generalmente se piensa en el campo como productor de alimentos o de bioenergía, pero el concepto abarca no sólo estos temas. También incluye biomateriales, salud humana, vegetal y animal, cuidado del ambiente, la investigación científica asociada, la innovación tecnológica, y la industria y servicios asociados a estos sectores.

La bioeconomía está basada en energías renovables, el uso de biomateriales y la recirculación de productos en nuevos usos. Es la captura de energía libre (luz, agua, aire) y su conversión mediante fotosíntesis en biomasa y su posterior transformación en alimentos, energía, salud, etc.).

En síntesis, es un modelo que compatibiliza las modernas tecnologías (biotecnología, Tics, etc.) con la sostenibilidad ambiental en la búsqueda de una mejor localización territorial, basada en un sistema empresarial más equitativo, con posibilidad de generar empleo inclusivo.

Durante el ciclo «Bioeconomía: la salida de la crisis con sustentabilidad», organizado por la fundación Usina Social, Enrique Mammarella, rector de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), habló sobre las consecuencias económicas del Covid-19 y de los desafíos en la pospandemia donde la bioeconomía tiene grandes oportunidades.

Específicamente sobre el impacto en la región detalló la disminución de la actividad económica de los principales socios comerciales y sus efectos, la caída de los precios de los productos primarios, la interrupción de las cadenas globales de valor, la menor demanda de servicios de turismo y la intensificación de la aversión al riesgo y el empeoramiento de las condiciones financieras mundiales.

Ante ese contexto, el doctor en ingeniería química y también investigador del Conicet dijo que la pandemia impulsa a mirar al Estados, los mercados, la familia y la comunidad con un nuevo paradigma, a repensar en una reconfiguración integral, en lo social, sanitario, económico y ecológico.

«La magnitud del impacto sobre la economía, el empleo y la capacidad de reacción dependerán en gran medida de la estructura productiva de cada economía, de la participación de sus empresas en las cadenas de valor, de las capacidades productivas existentes y de la incorporación de conocimiento a la producción», indicó Mammarella.

En ese marco, aparecen las oportunidades para la bioeconomía. «La ciencia y la tecnología son fundamentales para resolver la ecuación de producir más con menos, implícitas en el concepto de bioeconomía. El sistema productivo lineal se observa como insostenible en el tiempo y se tiene que ir hacia un modelo en el que los recursos se mantengan en circulación por más tiempo, fomentando el reciclado y previniendo la pérdida de material. La economía circular implica ir hacia un modelo productivo más sustentable en el que minimiza la generación de residuos», puntualizó el rector de la UNL y agregó que «se espera que la bioeconomía potencie el modelo de la economía circular ofreciendo alternativas a los productos y energía basados en recursos no renovables».

La UNL tiene un gran recorrido realizado sobre lo que «es posible» hacer. Cuenta con varias experiencias que demostraron que es posible transformar el conocimiento de las ciencias de la vida en productos nuevos, sostenibles, más eficientes y competitivos.

Mammarella contó el caso de la planta piloto cogeneradora de energía eléctrica y térmica con biogas a partir de desechos de industrias aceiteras, lácteas y de biodiesel de la zona del polo agroindustrial de Timbúes.

También mencionó el caso de la planta piloto para la obtención de bioetanol de segunda generación y bioproductos de alto valor agregado a partir de descartes de zanahorias ubicada en Santa Rosa de Calchines.

La alta casa de estudios también participó del proceso de gestión integral de desechos pecuarios para promover la producción agronómica y ambientalmente sostenible en El Trébol con capacidad para 500 hectáreas y la plataforma tecnológica para la elaboración de proteínas recombinantes de alto peso molecular para fármacos de alto valor comercial.

«Somos una universidad que demuestra que quiere trabajar para la ciencia y la tecnología en una nueva cultura», subrayó Mammarella como cierre de su presentación, que dejó en evidencia que se pueden crear soluciones amigables con el medioambiente y rentables económicamente.

Alejandro Longo, director regional de Inta Santa Fe, también expuso su mirada sobre la bioeconomía donde prima «una producción del conocimiento, con tecnología, orientado de manera sustentable y ligado a los procesos de innovación». En suma. a lo que describió como la misión del Inta «muy ligada a la competitividad, equidad social y sustentabilidad de los sistemas de producción» y, en ese sentido, propuso capacitar a los diferentes actores en la temática y puso a disposición a los profesionales del Inta «gente muy comprometida con el desarrollo y el territorio».

“En Inta llevamos adelante estos objetivos y nos apoyamos en la vinculación tecnología, son conceptos importantes poder ver cómo interactuamos con el otro y cómo participamos con el otro para interactuar. Desde lo interinstitucional el verdadero rol es que se pueda apoyar al poder político y que potencien el desarrollo del territorio. En Santa Fe hay un verdadero desafío para poder llevar adelante, en pocos meses vamos a tener que ver como enfrentamos cuestiones vinculadas a la producción, el desarrollo y el territorio, cuestiones sobre cómo serán los empleos del futuro, de un futuro de 6 meses, un año”, detalló Longo.

El referente del Inta santafesino habló de la caracterización de la provincia que tiene un fuerte sistema agrícola y más allá de la pandemia habló de situaciones históricas como cuestiones hídricas que afectan a la producción, la regulación del uso del suelo, el uso de fitosanitarios, la baja producción forestal, la necesidad de regular la agricultura familiar y también rever alguna legislación laboral.

“Para potenciar la bioeconomía es necesario generar condiciones que prueban inversiones genuinas y fomentar el agregado de valor, es importante para la economía regional y también por el impacto que tiene también en lo marítimo por el transporte. Hay que lograr un equilibrio entre consumo interno y exportación, los productos elaborados, ver el tema de las buenas prácticas. Adoptar el concepto de economía circular con todo lo que implica y tener legislaciones que apunten al desarrollo de políticas productivas que implican la bioeconomía”, detalló el ex director del Inta Oliveros, quien destacó que es fundamental “potenciar las economías regionales que en Santa Fe hay muchas y no dejar de lado la producción agroecológicas”.

Las tres R

Alfredo Lazzeretti, rector de la Universidad de Mar del Plata, apuntó que aunque no es un buen momento del multilateralismo, ya que muchos países apuntan a salidas individuales o la corriente anticientíficos gana adeptos, consideró que “el parate mundial es muy negativo en lo económico y social permitió poner blanco sobre negro y enfocarnos donde están los problemas fundamentales”.

“No hay que volver al mundo tal cual era sino aprovechar para promover debates y discusiones que nos permitan rebatir esta situación y enfocarnos en tres temas fundamentales: energía, transporte y consumo”, detalló.

El rector de la alta casa de estudios dijo que la producción de la energía, que genera dos tercios de la producción de dióxido de carbono que contribuye al calentamiento global. Podemos abandonar la producción por combustibles fósiles, no es fácil y hay muchos intereses detrás de esto pero se puede apuntar a energía solar fotovoltáica y por viento. “Es necesario iniciar una transición que cambie la matriz energética, en nuestro país viene muy lento y es fundamental una acción política”, apuntó.

Sobre el transporte, sobre cómo nos movemos, también indicó que está vinculado a los combustibles fósiles y propuso avanzar en la electrificación y apoyar medios en dos o tres ruedas. “Tenemos que aportar a transformar los mecanismos de transporte que es donde tenemos el otro tercio de emisiones”, señaló.

Por otra parte, se enfocó en la necesidad de cambiar patrones de consumo. “Esta sociedad irracional nos lleva a un desastre ecológico. Es posible vivir sin plástico, se hacía, pero hoy se producen 20 mil botellas pet por segundo”, resaltó.

Lazzeretti destacó que es necesario avanzar en economía de tres R: reducir el consumo, reutilizar y reciclar y generar conciencia en este sentido. “Estas acciones hay que coordinarlas en el ámbito global, pero también se pueden llevar adelante en el ámbito local y los municipios tienen un lugar importante en la transformación de las ciudades con un horizonte verde, cambiar medios de transporte, generar reciclado de todo lo que se pueda. También podemos aportar desde las universidades, es fundamental formar profesionales para una nueva economía, que puedan llevar adelante la transformación y en ese sentido estamos promoviendo posgrados en energías renovables para tener profesionales que puedan llevar adelante ese cambio, por ejemplo”, resaltó durante su exposición al seminario del que participaron casi 300 asistentes.

El rector de la Universidad de Mar del Plata instó a “no hay que dejar pasar mucho tiempo más y poner manos a la obra”, ya que “las generaciones y el planeta demandan una nueva distribución de la riqueza y de la renta”

Juan Pablo Itoiz, secretario de extensión universitaria de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (Unnoba) con sede en Junín y Pergamino, expuso sobre la realidad de la región agrícola en la que se encuentra la alta casa de estudios. Tomando como referencia el concepto de la Cepal que postula que la bioeconomía es una economía basada en el consumo y la producción de bienes y servicios derivados del uso directo y la transformación sostenibles de recursos biológicos, incluyendo los desechos de biomasa generados en los procesos de trasformación, producción y consumo, aprovechando el conocimiento de los sistemas, principios y procesos y las tecnologías aplicables al conocimiento y transformación de los recursos biológicos y a la emulación de procesos y principios biológicos propuso avanzar en la gestión institucional para responder a las necesidades de cada región.

“La región de Unnoba es agrícola y rural y también tiene un desarrollo en el valor agregado por el complejo agroindustrial, hay muchas empresas que producen semillas como ocurre en Pergamino. Hoy nos encontramos en una situación de incertidumbre pero debemos tener una perspectiva y pensar más allá de la coyuntura. Se nos presenta un dilema económico y social y político que angustia a la sociedad, y creemos que es fundamental la articulación institucional para generar una nueva gobernanza en donde la solidaridad para la mejora de la gestión debe contener a los tres niveles del Estado. Hay un rol de los gobiernos locales y municipios, claramente la cercanía genera las mejores prácticas para un desarrollo endógeno”, resaltó Itoiz.

Por Patricia Martino

FUENTE: DIARIO LA CAPITAL/ROSARIO/SANTA FE

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