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El aceite de palma es considerada una sustancia especialmente dañina para el medio ambiente, pero pese a ello es la base de gran parte del biodiesel que se consume en Europa.
El Parlamento Europeo se pronunció en enero del 2018, a favor de ponerle freno, desatando la indignación de agricultores del sureste asiático.
Foto: Agricultores protestan contra la campaña de la Unión Europea para prohibir la entrada del aceite de palma en Kuala Lumpur (Malasia).EFE
En concreto, la eurocámara de Estrasburgo quiere que deje de reconocerse como biocombustible al elaborado en base a aceite de palma, algo que sin embargo, sólo sería posible a largo plazo, pues el Parlamento Europeo tendría que llegar a un acuerdo con los países miembro.
Ello supondría un cambio radical en la práctica seguida hasta ahora:una tercera parte del biodiesel consumido en la Unión Europea (UE) se obtiene a partir de aceite de palma importado, según concluye un estudio de la organización no gubernamental Transport & Environment. Y eso, pese a que ese biocombustible emite tres veces más emisiones de efecto invernadero que los combustibles fósiles.
Así, los conductores son los mayores consumidores de esa sustancia en la UE, que se utiliza también en el sector de la cosmética o en la fabricación de chocolate.
El aceite de palma es considerado uno de los productos más contaminantes que importa la UE.
Además de las emisiones contaminantes, el establecimiento de plantaciones en los países productores requiere la deforestación de la selva, con la consecuente pérdida de hábitat animal.
Sin embargo, del sector dependen también millones de puestos de trabajo en países como Malasia o Indonesia, los mayores productores del mundo, por lo que el debate en la UE se sigue allí con mucho interés.
De las más de 60 millones de toneladas de aceite de palma que se producen al año, más del 80% sale de esos dos países.
Por ello la sustancia es importante para sus economías, pero la población local apenas se beneficia porque son consorcios internacionales los que dominan el mercado, alegan los críticos. En Indonesia, las plantaciones de aceite de palma ocupan 15 millones de hectáreas del territorio estatal.
Crecen en plantas enormes, muy geométricas, de hasta 30 metros de alto, hojas de siete metros y miles de frutos.
Pero lo más importante:necesitan menos espacio que otras plantas:de una hectárea de plantación pueden obtenerse 3,3 toneladas de aceite de palma, frente las 0,7 que dan otras plantas como la colza, el cocotero o los girasoles.
En la isla de Borneo, compartida entre Indonesia y Malasia, además de Brunei, y en la vecina Sumatra, se deforestaron más de seis millones de hectáreas en la última década.
Los más perjudicados, además del clima, son los elefantes y los orangutanes, que se ven expulsados de sus ecosistemas. Muchos puestos de trabajo dependen de la fabricación de aceite de palma en esos países, sobre todo de clase trabajadora. Sólo en Indonesia son más de tres millones.
El presidente indonesio, Joko Widodo, y el primer ministro de Malasia, Najib Razak, alertaron recientemente en una declaración conjunta que las «prácticas injustas» de la UE podrían afectar a millones de personas. Una petición a la UE contra la prohibición del aceite de palma ha reunido incluso más de 600 000 firmas de pequeños agricultores en Malasia.
En algunos diarios se habla incluso de una «guerra del aceite de palma» con los europeos.
El ministro responsables de plantaciones, Datuk Seri Mah, amenazó incluso con tomar medidas en respuesta a una eventual prohibición. «Si continúa esa campaña de odio contra el aceite de palma, también podemos responder», dijo. «Malasia, Indonesia y Tailandia son grandes compradores de productos de la UE».
Pese a ello, los eurodiputados están convencidos de que el aceite de palma no puede acabar en los tanques: el biodiesel fabricado en base al aceite de palma no puede calificarse de sostenible, señalaba el grupo de los Verdes. Daña el medio ambiente y no ayuda a alcanzar los objetivos del acuerdo climático de París.
El eurodiputado Peter Liese, de la conservadora Unión Democristiana (CDU)alemana, considera que todo el debate en torno a los biocombustibles está contaminado por el tema del aceite de palma. También por ello su fracción defiende más restricciones.
Según un estudio del Instituto de Asuntos Internacionales de Singapur, el 17 por ciento de las exportaciones de aceite de palma de Indonesia va a la UE, un porcentaje que es del 13 por ciento en el caso de Malasia.
Pero al contrario de países como China, India o la propia indonesia, donde el aceite de palma se utiliza principalmente para cocina, su consumo es más bien bajo en la UE. Y de momento, se seguirá utilizando en la fabricación de chocolate y la cosmética, por lo que, acabe como acabe el debate, la UE no acabará con esa industria.
FUENTES: AGENCIA DPA/DIARIO EL COMERCIO