“Argentina se encuentra en una posición inmejorable para capitalizar el desarrollo del mercado mundial de la bioenergía”, se entusiasma Roberto Urquía, director de Aceitera General Deheza (AGD) y senador nacional.
¿A qué se deben esas ventajas?
Por un lado, el gran consumo de maíz para etanol en Estados Unidos genera precios altos de los granos y oleaginosas a nivel mundial, lo que se traduce en mayores ingresos para el productor y por lo tanto para la cadena agroindustrial. Además, la Argentina tendrá que aumentar su área destinada a granos para abastecer los mercados que Estados Unidos no pueda cubrir por su mayor consumo interno. Y por el otro, el déficit de aceites de la Unión Europea (UE) generado por el consumo de biodiésel puede ser abastecido por la Argentina, ya sea vía aceite, para su posterior transformación, o directamente vía biodiésel. Incluso, la menor producción de soja estadounidense, por mayor área destinada a maíz para abastecer de materia prima a la industria del etanol, se traduce en una mayor participación en el mercado mundial para la Argentina en harina y aceite de soja. Algo que será factible porque la Argentina tiene el menor costo de producción mundial de soja al tener más escala de molienda de oleaginosa del mundo.
Además, esa capacidad supera ampliamente la cosecha actual.
Así es. Y al estar preparada para el crecimiento esperado en la producción de granos del país, no queda otra que la Argentina aumente su participación en el mercado mundial de aceite y harina de soja.
¿Pero Argentina podrá ser un jugador gravitante en ese negocio?
Brasil picó en punta. Estados Unidos y la UE hace varias décadas que están trabajando. Pero el desafío del país es agregar valor en el abastecimiento de las nuevas demandas globales alimenticias (mayor población y con más capacidad de consumo en las naciones emergentes) y energéticas.
¿Y cuáles son los escollos a vencer?
El principal enemigo a vencer son las barreras de acceso a los mercados internacionales, como subsidios a las exportaciones, a la producción interna, medidas no justificadas de antidumping y salvaguardas.
Pero también hay problemas puertas adentro. Hay críticas a la ley nacional de Biocombustibles por la discrecionalidad estatal en el reparto de subsidios y a que no es alta la exigencia para aumentar la producción en 2015.
La idea de la ley nacional es contribuir a generar un mercado interno, algo totalmente nuevo -incluso en el mundo-, por lo que es una norma perfectible. Es un primer paso y seguro habrá cosas que mejorar, pero lo que hay que rescatar es que ya tenemos una normativa que abrió la puerta a nuevas inquietudes para mejorarla y adaptarla.
Además está el temor de que suban las retenciones para que la producción de biodiésel quede en el país.
No escuché nada de eso. Sí es cierto que mientras haya gasoil subsidiado no hay un verdadero incentivo de precios (salvo que se apliquen subsidios) para desarrollar una alta producción interna.
¿Hacia fin de año empezará a funcionar la primera tanda de plantas anunciadas. ¿Habrá más inversiones?
A la de Vicentín, que ya está operando, se le sumarán a fin de año la de Terminal 6 y la planta de Dreyfus en el Gran Rosario. Pero en próximos 18 y 24 meses irán madurando nuevas inversiones en el sector, entre las ya anunciadas y otras que se anunciaran.
Son plantas pensadas para exportar. En cambio, los números no dan para desarrollar el mercado interno. Este es un mercado que se está desarrollando. Con un enorme potencial y muchas oportunidades para la Argentina. Sólo hay que darle tiempo para que madure, y también que lo haga el país. Si la Argentina encara bien el desafío se abren muchas puertas para darle valor a la producción, y ahí es donde ganamos todos. Puede despuntar primero la exportación, pero luego llegará el turno del mercado interno sustentable.
Fuente: Punto Biz