Un seguro de caución para indemnizar por eventual daño ambiental o la instalación de una planta de biodiesel de segunda generación en Entre Ríos son dos ideas que pueden ayudar a resolver la crisis.
El conflicto por la papelera Botnia merece, a esta altura de las circunstancias, intentar un salto.
El tema ha trascendido fronteras; el pueblo de Gualeguaychú y sus vecinos han mostrado una virtud enorme, dando un ejemplo de unión y perseverancia en pos de un objetivo protectivo.
El punto de partida es que hay planteos encontrados sobre los posibles efectos de la puesta en marcha de la planta de Botnia. Si además de la alteración del paisaje, se concretase alguna de las calamidades que agitan a los asambleístas, todos estos comentarios estarían demás. Pero hay fundamentos técnicos respetables que pueden dejar descolocada a la posición argentina en un futuro, si la papelera comenzara a operar.
La primera idea propuesta en estas líneas es que Botnia tome un fuerte seguro de caución, para indemnizar a Gualeguaychú y a Entre Ríos en su conjunto por el eventual daño ambiental que pudiera causarse. De emitirse esta póliza, al mismo tiempo, se debería constituir una Comisión Técnica Auditora, integrada por profesionales de reconocida trayectoria en Argentina y Uruguay, más veedores de la ONU y de dos o tres entidades ambientalistas de reconocido prestigio, imparciales, para monitorear el tema.
En caso de no cumplirse con los compromisos adquiridos al momento de emisión de la póliza, el Gobierno de Entre Ríos tendría derecho a ejecutar la misma.
Veamos ahora cómo convertir la crisis en una oportunidad, típica tarea de buen emprendedor. Hay sinergias poderosas que sustentan una posible solución para el conflicto con ganancias para todos.
Entre Ríos está en plena expansión agropecuaria. La producción de soja es la abanderada y cubre el 20% del territorio provincial, con una producción superior a las 3 millones de toneladas. Pero toda la producción sale de la provincia sin industrializarse, retornando parte de ella en forma de pellet, para abastecer el poderoso polo avícola, una actividad de suma importancia que crece sin cesar.
El viernes 9 de febrero, el presidente Néstor Kirchner firmó la partida de nacimiento de una nueva y promisoria industria: la de los biocombustibles, destacándose entre éstos, el biodiésel, producto que se obtiene a partir de aceite vegetal o de grasa animal. Es decir, con la soja entrerriana se podría obtener la harina de soja para producir pollos y el aceite para producir biodiésel.
Una empresa finlandesa con fuerte ingerencia estatal, la petrolera Neste Oil, está inaugurando en estos días la primera planta de biodiésel del mundo basada en lo que se llama Tecnología de Segunda Generación. Convierte directamente aceite vegetal o grasa animal en biodiésel de alta calidad, a través de un proceso comparable al de las destilerías de petróleo. Neste Oil también tiene en desarrollo la Tercera Generación de Biodiésel, que se basa en el aprovechamiento de la biomasa.
Surge entonces la segunda idea: ¿por qué no negociar con Finlandia la instalación de una planta de biodiésel de segunda generación en Entre Ríos, en donación a su gobierno? Con esta donación se compensaría la fatiga que viene sufriendo la población de Gualeguaychú y alrededores. Y con la póliza de seguro de caución, se cubriría el riesgo eventual.
La planta a ser donada debe incluir el crushing y la elaboración de biodiésel para el mercado mundial, con escala acorde y tecnología de punta. Son inversiones insignificantes, al lado de lo que Botnia invirtió en Fray Bentos. Posteriormente, esta planta deberá ser vendida por la provincia de Entre Ríos —la donataria— en oferta pública, otorgando prioridad a inversores entrerrianos, principalmente pequeños y medianos productores agropecuarios, pero garantizando un management profesional, exigencia acorde a una nueva forma de hacer política.
Además, las islas del sur tienen un gran potencial para producir biomasa, la materia prima que viene para la próxima generación de biocombustibles. Y Neste Oil está desarrollando la tecnología.
Y hay más. Uruguay también está expandiendo la producción de soja. Y carece de plantas procesadoras. La planta de crushing propuesta podría tomar la soja uruguaya y abastecer al país hermano con biodiésel. Así como fluiría la soja uruguaya a la planta argentina, la madera argentina iría a la planta uruguaya. El descarte de Botnia vendría a procesarse en el futuro en la planta de biodiésel.
Pareciera que todos ganan. ¿Quién pierde? Quizá, sólo el que medra en el laberinto.
CLAUDIO MOLINA
DIRECTOR EJECUTIVO DE LA ASOCIACION ARGENTINA DE BIOCOMBUSTIBLES E HIDROGENO
Fuente: Diario Clarin