EL CONGRESO DE AAPRESID: PANELES SOBRE BIOCOMBUSTIBLES.
Desde la expansión del biodiésel hasta lo que pasa con el maíz y la caña de azúcar. Un análisis a fondo.
Los debates sobre el futuro del biodiésel y el etanol aparecieron una y otra vez en las conferencias y paneles del XVI Congreso anual de Aapresid, pero se analizaron específicamente en el II Simposio sobre Biocombustibles.
Se habló de combustibles renovables de avanzada (en basa a grasas animales, residuos forestales y aceites vegetales), se explicó la potencialidad de las algas y la creciente competitividad de las compañías e ingenios azucareros en la Argentina.
Y, como pasa en todo el mundo, también se discutió su aporte a la matriz energética global, la competencia con los alimentos y los procesos más sustentables para desarrollarlos.
En este complejo punto, Jorge Hilbert (INTA Castelar) recordó el enfoque brasileño. Contó que hace unas semanas viajó a este país y encontró afiches que decían: «Brasil va a producir alimentos y energía».
Hilbert cree que ese es el desafío. «Hay que hacer las dos cosas, no alimentos o energía», insistió, y por eso repasó los avances en el Programa de Bioenergía que está desarrollando el INTA.
Héctor Huergo, presidente de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno, adelantó que la Argentina va a camino a convertirse en el mayor polo de producción de biodiésel del mundo, a partir de las plantas que ya están funcionando en el complejo oleaginoso del Gran Rosario y las que se van a desarrollar en los próximos años.
También dijo que la Argentina se debe un estudio serio sobre etanol: «Aquí está todo por hacerse», dijo.
Y estimó que habrá varios años de una demanda sostenida de granos y aceites para bioenergía porque los biocombustibles de segunda y tercera generación todavía están «muy verdes».
Harri Turpeinen, vicepresidente corporativo de la compañía finlandesa Neste Oil, explicó las nuevas tecnologías que están utilizando para hacer diésel renovable a partir de grasas animales, aceites no comestibles y residuos forestales, entre otros insumos.
Turpeinen cree que estos desarrollos evitan el dilema ético. «Usamos productos que no son saludables para comer, como las grasas animales; se las compramos a los frigoríficos», afirmó. Neste Oil aplica una tecnología de punta que utiliza hidrógeno para realizar el hidrotratamiento de los aceites y las grasas.
En la Argentina también hay desarrollos innovadores. Jorge Kaloustian (Oil Fox) y el ex futbolista José Luis Chilavert contaron cómo van a producir biocombustibles con algas en su planta de San Nicolás. «Con dos kilos de algas podemos obtener un litro de aceite y además queda un residuo que se comercializa como suplemento dietario», aseguró Kaolustian (ver recuadro). Una de las ventajas ambientales es que las algas secuestran grandes cantidades de dióxido de carbono (uno de los seis gases que producen el efecto invernadero) al hacer la fotosíntesis.
En el simposio también hubo dos disertaciones que explicaron las potencialidades que tienen las provincias «cañeras» (Tucumán, Salta, Jujuy y el norte de Santa Fe) para competir fuerte en el negocio de la bioenergía.
Gerónimo Cárdenas (de la Estación Experimental Obispo Colombres) se definió como un sobreviviente del plan estratégico de alconaftas que propuso Tucumán hace treinta años. «Nosotros no lo hicimos y Brasil se nutrió de muchos técnicos argentinos», indicó.
Cárdenas aseguró que los ingenios que hay en su provincia tienen la capacidad de suministrar el etanol que se requiere para cortar las naftas en un 5% a partir del 2010.
En el congreso se expuso el caso concreto de una empresa, la Compañía Azucarera Los Balcanes. «Más que caña de azúcar ahora la pensamos como caña de energía. Estamos produciendo 21 millones de litros de alcohol y nuestro proyecto es aumentarlos a 100 millones en los próximos años», concluyó Gabriel Sustaita, en representación de esta empresa.
El Programa Nacional de Bionergía
Jorge Hilbert contó las investigaciones que está realizando el INTA en el marco del Programa Nacional de Bioenergía.
«El objetivo es asegurar el suministro de fuentes sustentables a la matriz energética nacional», explicó.
Todos saben que el país legalmente se comprometió a cortar con un 5% de biocombustible la nafta y el diésel, «pero muchos no recuerdan que también se asumió la responsabilidad de que el 8% de la energía que usamos debe ser renovable en los próximos diez años», aclaró Hilbert.
Para cumplir estas metas, las Estaciones Experimentales del INTA van a trabajar en proyectos específicos para estudiar la colza, el cártamo, el maíz, la remolacha azucarera y el sorgo, entre otros cultivos.
Además, hay un proyecto especial para el desarrollo de la jathropha y para la generación de biocombustibles de segunda y tercera generación (por ejemplo, para obtener etanol a partir de celulosa).
Las algas
Jorge Kaloustian produce biocombustible desde 1997 con la empresa Oil Fox. A fines del 2006 comenzaron las investigaciones para elaborarlo a base de aceite de algas, sobre desarrollos en EE.UU. y Europa. «En realidad los aztecas ya las cultivaban», contó. Para este proyecto se asesoraron con profesionales de la UBA y la Universidad Nacional del Litoral.
Ahora están en la etapa de elegir el método más eficiente para extraerlo. Según este ingeniero, las algas tienen varias ventajas. «La cosecha es diaria y puede reducir mucho los costos», destacó.
Oil Fox se propuso colocar en producción unas 200 hectáreas (2000 invernaderos). El especialista aclara que el costo de instalación de los invernaderos es cuatro veces más que el de una planta de biodiésel, «pero es inmensamente menor que el de tener miles de hectáreas de soja y una aceitera», lanzó Kaloustian.
Gastón Neffen Especial para Clarín
Fuente: Diario Clarín-Suplemento Rural