En el corazón agroexportador del país, hay 300 las empresas medianas y chicas que trabajan en la frontera del conocimiento.
Es la segunda provincia exportadora del país y la tercera en Producto Bruto Geográfico (detrás de la ciudad y la provincia de Buenos Aires). El empuje que los inmigrantes le imprimieron al agro y a la industria santafesina, se continúa hoy en nuevas generaciones de emprendedores que crean compañías innovadoras, fronteras tecnológicas como genómica, bioinformática, robótica o nanotecnologías.
En la ciudad de Rosario confluyen un Polo Tecnológico con más de 100 empresas de software e informática, y uno de Biotecnología vinculado al Instituto de Biología Molecular y Celular (IBR), el Instituto de Agrobiotecnología (Indear) y el grupo Bioceres. En Santa Fe Capital, funciona el Parque Tecnológico Litoral Centro, vinculado a la Universidad Nacional del Litoral; hay otro Polo Tecnológico en la ciudad de Reconquista, en el Norte santafesino; y recientemente se conformó en Sunchales, en el centro oeste de la provincia, el Centro de Innovación Tecnológica, Empresarial y Social (Cites), del grupo cooperativo Sancor Seguros.
Hoy «existen a lo largo de la provincia más de 300 empresas de base tecnológica», asegura David Asteggiano, secretario de Ciencia, Tecnología e Innovación de Santa Fe. «A la tradición emprendedora, que nos llegó con los primeros colonos agrícolas, se suma la fuerte presencia de universidades, que han formado más de 8.000 científicos. Hoy tenemos unas 15.000 empresas, la gran mayoría pequeñas y medianas, que pueden dedicar un poco de su capital a la investigación y agregar conocimiento», destaca el funcionario.
Bioceres es tal vez el ejemplo paradigmático de esta nueva oleada emprendedora. Fundada en el convulsionado diciembre de 2001 por 23 empresarios agropecuarios, hoy es una compañía de soluciones biotecnológicas para el mercado local e internacional. Con sede en Rosario, la firma se dedica al mejoramiento de semillas; la secuenciación de genomas vegetales a través de plataformas propias de genómica y bioinformática; el desarrollo de vectores para la transformación de cultivos como maíz, soja, alfalfa y cártamo; y la producción de bioetanol a partir de residuos celulósicos (este último proyecto, en colaboración con YPF). Hoy trabajan en la empresa 120 personas, un 60% dedicadas a áreas de investigación y desarrollo. «Tenemos un acuerdo marco de colaboración con Conicet, que aporta los recursos para investigar, y Bioceres, que aporta financiamiento, gestión y estrategias de transferencia de tecnología», destaca Federico Trucco, doctor en Bioquímica y CEO.
El hecho de que la compañía se haya fundado en Rosario no es azaroso. «Santa Fe es una provincia con grandes ventajas competitivas para el desarrollo bioeconómico –dice Trucco–. Los productores santafesinos lideraron la transformación de la agricultura argentina a través de la siembra directa; hay recursos humanos de excelencia en el campo científico, y es política de Estado invertir en innovación, con incentivos económicos y regulatorios.»
Investigadores más empresarios
Ingeniería de Aguas Rosario (Idear) es una empresa fundada por Virginia Pacini, Rubén Fernández y Luis Stecca, investigadores del Centro de Ingeniería Sanitaria de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Inició sus actividades en 2000, como uno de los proyectos incubados por el Programa de Innovación Productiva y Transferencia de Tecnología de la UNR y hoy funciona en el Vivero de Empresas de Base Tecnológica de dicha universidad.
«Nuestra misión es desarrollar y comercializar tecnología para el tratamiento y saneamiento de aguas», afirma Pacini. «Para esto, diseñamos y construimos plantas de tratamiento para la remoción de arsénico y fluoruros, hierro y manganeso. Además, prestamos servicios de consultoría en temas de saneamiento», explica.
Los principales clientes son empresas prestadoras del servicio de agua y saneamiento (públicas, privadas y cooperativas), y constructoras especializadas en obras hidráulicas. Los sistemas de tratamiento fueron desarrollados y patentados en la Universidad Nacional de Rosario, cuya Fundación posee el 40% del capital accionario de la compañía.
La facturación anual de la empresa es de $ 2 millones, de los cuales buena parte se reinvierte en investigación y desarrollo. «La demanda de servicios de saneamiento crece, así como sus requerimientos de calidad. Por eso, a partir de 2012, organizamos un servicio de posventa para responder a las consultas de los clientes, algo que antes se hacía en forma no sistematizada y sin percibir un ingreso», dice Pacini.
Ingeniería para la producción
En la ciudad de Avellaneda, a 330 km de la capital de Santa Fe y a sólo 5 kilómetros de Reconquista, un grupo de ingenieros fundaron Auxxon. Corría el año 1993 y la compañía se dedicaba a la fabricación y comercialización de productos de limpieza. A fines de esa década, una firma exportadora de aceite les encargó el envasado y posteriormente la operación de refinado. Para ello, desarrollaron maquinaria a medida.
Hoy, la compañía emplea a 10 personas en forma directa en la fabricación de equipos de envasado (sopladoras, llenadoras, encajonadoras) y 10 más en la unidad de «gestión de proyectos industriales», que ofrece servicios a todo tipo de industrias. En los últimos años, en consonancia con el auge de los biocombustibles, la firma desarrolló una tecnología propia para la producción de biodiésel (Bioxxar), que incluye el agregado de valor a los residuos y derivados.
«Las máquinas que fabricamos son desarrollos propios, y también ofrecemos soluciones integradas con equipos de otros fabricantes», destaca Germán Stahringer, socio de Auxxon. «Nuestra ventaja pasa por ofrecer equipos confiables y energéticamente eficientes, con asistencia técnica y servicio posventa en el país», describe. «Además, tenemos el plus de la eficiencia como usuarios de las máquinas, y no sólo como fabricantes». Al tratarse de equipamiento que requiere una considerable inversión, su forma de venta es directa, visitando a cada cliente –en su mayoría pymes industriales–, tanto en la Argentina como en otros países de la región. La firma exporta hoy un 25% de su producción a Chile y Paraguay. Y su objetivo es duplicar sus ventas externas, incorporando nuevos mercados.
Drones al rescate
A fines de 2013, dos amigos rosarinos apasionados por el aeromodelismo y con conocimientos de robótica e informática, decidieron convertir su hobby en un emprendimiento. Así, Andrés Álvarez y Matías Luciani fundaron AMDrones, una start up dedicada al desarrollo de UAV (vehículos aéreos no tripulados, popularmente conocidos como «Drones») para distintos fines: seguridad, agricultura, búsqueda y rescate.
«Un vehículo no tripulado puede llevar una carga de hasta 1 kg a más de 30 km y volver automáticamente, manteniendo un enlace digital de datos y videos, por lo que tiene muchísimos usos», dice Álvarez. «Actualmente, estamos desarrollando una solución de conteo de ganado autónomo, que se hace desde el aire, en minutos y a bajo costo. También estamos trabajando en un sistema de fumigación de precisión, que hace un uso eficiente y seguro del producto, ya que sólo fumiga la zona deseada y reduce la contaminación», destaca.
«Nuestro objetivo es ofrecer a los productores agropecuarios herramientas y soluciones a medida, basadas en software libre. A diferencia de otras plataformas comerciales disponibles, nuestros equipos pueden incorporar funcionalidades según las necesidades de cada cliente. Por ejemplo, estamos construyendo un vehículo multirotor con sensor de gases inflamables, que puede detectar pérdidas de gas metano-butano o dióxido de carbono con las coordenadas exactas para su localización mediante GPS», detalla Álvarez.
Si bien el mercado agrícola es hoy el principal objetivo de este emprendimiento, los socios planean incursionar en otros rubros, como seguridad (incorporando cámaras infrarrojas y sensores térmicos) y filmaciones institucionales y periodísticas.
Tecnología náutica
Abrazada por los ríos Paraná y Salado, la ciudad de Santa Fe es la cuna de numerosos emprendimientos náuticos. La compañía Puyer, dedicada a la fabricación de «patas de empuje náutico», fue fundada en 2009 por Juan José Mondino, creador de un novedoso sistema para navegar en aguas de poca profundidad e incluso en pantanos.
El desarrollo obtuvo un premio Innovar del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en 2010, y fue incubada externamente en el Parque Tecnológico Litoral Centro, una sociedad anónima con participación estatal mayoritaria, que ofrece programas de preincubación, incubación y radicación de empresas de base tecnológica.
«Las patas de empuje náutico utilizan un motor de bajo consumo y se pueden colocar en cualquier embarcación de pequeño o mediano porte, para navegar en aguas poco profundas y con vegetación», explica Mondino. «Los usos van desde embarcaciones de esparcimiento hasta pescadores y lanchas de rescate, ya que este dispositivo permite acceder a zonas inundadas para hacer traslados y abastecimiento», destaca.
El desarrollo ha sido patentado a escala nacional e internacional, y se comercializa en todo el país a través de Internet. «Nos han llegado pedidos de países vecinos, y también de Estados Unidos, España y Australia. Estamos evaluando la posibilidad de exportar, a pesar de los altos costos que tenemos en fletes y envío», señala Mondino.
Por el momento, esta pyme familiar con ocho empleados directos está focalizada en aumentar su volumen de producción (para esto mudará su planta, hoy en el casco urbano de la ciudad de Santa Fe, al parque industrial aledaño «Los Polígonos»). Además de buscar inversores (participó recientemente del Foro de Capital Social para la Innovación, organizado por la Universidad Nacional del Litoral), también convoca a comerciantes y distribuidores en todo el país.
Ecosistema emprendedor
Nicolás Tognalli nació en Sunchales (a 130 kilómetros de Santa Fe Capital) y cuando terminó el secundario partió rumbo a Bariloche para estudiar Física en el Instituto Balseiro. Luego, hizo un posdoctorado en Barcelona y volvió al país, como investigador del Conicet, en 2009. Hasta entonces, su carrera se había orientado hacia la investigación básica. La oportunidad de plasmar sus conocimientos en una aplicación práctica llegó a partir de un pedido del INTA de desarrollar un dispositivo para la detección de agroquímicos en napas subterráneas. En este proyecto, participaron el Conicet y varias universidades. «Fue el disparador para animarme a emprender», confiesa.
En 2010, Tognalli presentó su primer proyecto a Empretecno, el programa de impulso a Empresas de Base Tecnológica del Ministerio de Ciencia y Tecnología. «Recibí unos $ 25.000 para cubrir el desarrollo de un prototipo para detectar nanocontaminantes (la Nanotecnología trabaja a una escala un millón de veces más pequeña que un milímetro, en la que los materiales cambian completamente sus propiedades). Ése fue el germen de Nanodetección, una compañía de base tecnológica alojada en el Centro de Innovación Tecnológica, Empresarial y Social (Cites), creado por el grupo Sancor Seguros en su ciudad, Sunchales.
Se trata de «una incubadora más una aceleradora de empresas en biotecnología, informática, ingeniería y nanotecnología», define Tognalli, actual gerente de Cites. «Contamos con un espacio de 700 metros cuadrados para albergar hasta 16 empresas, de aquí a cuatro años, cuando esté en pleno funcionamiento», adelanta. Hoy, se están incubando allí tres proyectos. Uno de Biotecnología, otro de informática y otro de georeferenciación de riesgo. «A diferencia de las start ups de software, que suelen tener una rápida evolución y crecimiento, este tipo de empresas requieren una incubación de alrededor de tres años», destaca.
Situada en el corazón sojero y agroexportador del país, Santa Fe apuesta hoy a la nueva Economía del Conocimiento. El puñado de emprendimientos reseñados en esta nota son pruebas de esta visión.
María Naranjo
Fuente: Diario Clarín