La negociación con Repsol confirma las señales en pos de un giro para conquistar a inversores y captar desembolsos del exterior. Además, la Presidenta siente que le torció el brazo a Brufau. Analistas destacan el gesto político ytodo lo que representa el acuerdo ¿Es suficiente?
Mirando fijo a la cámara, con gesto severo y enfatizando cada palabra, el ministro español de industria, José Manuel Soria, advertía tiempo atrás a todos los argentinos sobre lo que vendría luego de la expropiación de YPF.
«Estas cosas traen consecuencias», decía el ministro, luego de explicar que el gobierno español consideraba a la medida como «hostil y arbitraria».
Un repaso a los costos ocultos que se enunciaban en ese momento para la Argentina daban de por sí «terror».
España prometía hacer sentir a la Argentina el rigor de ser un auténtico «paria» del comercio, las finanzas y los negocios.
El hecho de que la expropiación fuera sólo dirigida a Repsol, que tenía el 30% del mercado y que, además, no se tocara la porción accionaria de los socios privados dentro de YPF, daba pie para que se sostuviera que la decisión de Cristina Kirchner no era sólo un anuncio económico, sino una declaración de hostilidades con España.
En consecuencia, el gobierno español pretendía arrastrar en su queja a toda la Unión Europea, el destino del 17% de las exportaciones argentinas. No sólo eso, apuntaba a cerrarle las puertas a la obtención de préstamos e inversiones.
Paradojas del destino. Un año y medio después, el mismo funcionario que miraba fijo a la cámara con gesto severo fue quien ahora, en la torre de YPF en Puerto Madero, puso el «gancho», como representante del gobierno de Mariano Rajoy, para dar por terminado el conflicto.
El sabor de la revancha
Para Cristina Kirchner, debe haber sido un momento de victoria.
Primero, porque si bien es cierto que la desavenencia con Repsol le dificultó la llegada de inversiones, quedó demostrado que aquella andanada de acciones internacionales contra la Argentina no fue tal.
Los socios europeos dejaron que España peleara sola en el ámbito bilateral y hasta llegó un peso pesado como Chevron para asociarse con YPF.
Segundo, porque el monto que Argentina tendrá que pagar para compensar a la petrolera española es muy inferior a los u$s10.000 millones que originalmente habían reclamado los directivos de Repsol.
Pero, además, Cristina debe sentir el placer personal de haberle ganado la pulseada a su archienemigo Antonio Brufau, el CEO de Repsol, que hoy deberá, a disgusto, levantar la mano para aprobar un acuerdo con el que nunca estuvo «de acuerdo».
Con una hábil estrategia negociadora que explotó las desavenencias internas entre los accionistas de Repsol -Brufau por un lado, sus rivales de La Caixa y los mexicanos de Pemex por el otro-, Cristina llevó a la empresa a una situación en la cual su alternativa era firmar con la Argentina o arriesgarse a un largo e incierto periplo en los tribunales internacionales que incluso le impediría perderse la «joya» y el potencial de Vaca Muerta.
Hoy, con el convenio por el pago de u$s5.000 millones y el fin de los litigios, la Presidenta ve fortalecida su posición… y Brufau queda en una situación debilitada.
No es que en el medio la Argentina no haya pagado costos. Da cuenta de ello la caída de 60% en la exportación de biodiesel. Pero la sensación que quedó es que España se convenció de que su estrategia de litigio prolongado no la llevaría a buen puerto.
Cristina recupera la iniciativa
Claro que Cristina contó, para este ansiado acuerdo, con otras armas además de su habilidad negociadora.
La primera, naturalmente, es el gran atractivo del yacimiento de Vaca Muerta, que hace que la Argentina figure en el segundo puesto en el ranking mundial de shale gas y cuarto en el de petróleo shale.
A pesar de su esfuerzo por frenar los intentos de inversión mediante amenazas de embargo, España no pudo evitar la firma de la sociedad entre YPF y Chevron para explotar en conjunto el reservorio.
Esto requirió, del Gobierno, una cuota de flexibilidad, tanto en los hechos como en «el relato».
No en vano Cristina se ha encargado de remarcar, en cada aparición pública, sobre la necesidad de «no tener prejuicios» a la hora de buscar socios.
«La meta es recuperar la soberanía energética. Y nos vamos a asociar porque no tenemos anteojeras. Sabemos que esto demanda capitales intensivos que o no están en la Argentina… o los que lo tienen lo dejan en otro lugar», dijo la Presidenta en su primer mensaje político tras su licencia médica.
Esta flexibilidad -exhibida también en los términos del acuerdo con Chevron- demuestran que Cristina volvió a retomar una de sus características más salientes: la voluntad por ocupar el centro del espacio político y generar hechos de alto impacto.
Lejos de aquella que, tras la derrota en las elecciones primarias, parecía correr desde atrás la agenda opositora -para satisfacción de Sergio Massa- ahora vuelve a dominar la agenda y el «timing».
Y los analistas perciben que, en esta etapa, hay una mayor dosis de realismo a la hora de diseñar las políticas.
Muchos recuerdan cómo Axel Kicillof, considerado el ideólogo de la expropiación, abandonó su tesitura original de que la Argentina no debía pagarle ni un peso a Repsol como represalia por haber «vaciado» YPF.
«La sensación es que Cristina tomó conciencia de que tenía que cambiar su posición intransigente sobre YPF para no chocar. A fin de cuentas, como decía el general, la única verdad es la realidad. Y esta decisión de YPF, luego de los cambios en el gabinete, confirman que Cristina volvió a estar al mando y que el barco tiene un capitán», observa Alejandro Corbacho, director de ciencias políticas en la Ucema.
Si bien expresa su escepticismo respecto de que vayan a cambiar varias de las políticas económicas, sí cree que se aprovechará el caso de YPF como señal de acercamiento a los mercados.
En esa línea opina también Claudio Zuchovicki, director de desarrollo de la Bolsa de Comercio: «Hasta unos meses atrás yo pensaba que se iba a radicalizar la cosa y me preguntaba cuál sería la próxima compañía que iba a tener el destino de Repsol. Pero ahora el acuerdo sobre YPF trajo un cambio de óptica en la percepción de los inversores mundiales sobre el futuro de las empresas privadas en la Argentina».
En tanto, el economista jefe de la consultora Analytica, Rodrigo Alvarez, destaca: «Qué sorpresa se están llevando los que pensaban que ‘profundizar el modelo’ era hacer más de lo mismo».
Y recuerda que «los Bulgheroni la tenían clara», en alusión a la necesidad de un previo arreglo con Repsol para sumarse a las inversiones en Vaca Muerta.
El impacto por el anuncio llegó al extremo de que Domingo Cavallo, un ácido crítico de las políticas kirchneristas, felicitó en público a los negociadores y no dudó en calificar el acuerdo con Repsol como «una de las mejores noticias para la Argentina en los últimos años».
Viniendo de alguien que sabe lo que significa salir a pedir dinero al exterior en situaciones de crisis, no es un elogio desdeñable.
La oposición, en busca de un foco
Todavía está por verse si el acuerdo con Repsol destraba los créditos e inversiones esperados, pero lo que parece claro es que, en el plano político, el Gobierno ya empieza a disfrutar de los beneficios.
Uno de los primeros fue el «efecto división» en la oposición, ya que hubo dirigentes que saludaron la medida mientras otros la criticaron.
Así, el diputado Fernando Pino Solanas, afirmó que «la indemnización a Repsol es una estafa, un acuerdo espurio, antinacional, un robo».
Resulta difícil que algunos de sus compañeros de la coalición Unen como Martín Lousteau y Alfonso Prat Gay, puedan suscribir a su postura, que se opone a cualquier tipo de compensación luego de la expropiación.
De la misma forma, el diputado Federico Pinedo adelantó que «pediremos una tasación técnica por las reservas y una tasación bursátil», algo que puede ser interpretado como una postura contraria al acuerdo. Y que, de alguna forma, va en contra del reclamo histórico del Pro sobre una normalización de las relaciones con el mercado internacional de crédito.
Una carrera contrarreloj
El primer objetivo del Gobierno está logrado: se resolvió un conflicto internacional, se recuperó la iniciativa política con un fuerte gesto y se cambió la expectativa sobre la economía.
De ello da cuenta la fuerte suba del 11% que tuvo la cotización bursátil de YPF -tanto en Buenos Aires como en Wall Street- una vez conocida la noticia del principio de acuerdo.
Pero claro, ahora viene la parte difícil: confirmar en los hechos estas expectativas haciendo que los dólares de los inversores lleguen en un lapso relativamente corto.
Se estima que, a partir de ahora, la gigante Exxon será una candidata para ingresar también a la explotación de Vaca Muerta. Y la participación protagónica de Pemex como mediadora entre YPF y Repsol ha despertado, a su vez, especulaciones en el sentido de que la compañía mexicana tiene intenciones de invertir en la Argentina como parte de su estrategia de expansión internacional. No obstante, los analistas advierten que el desafío no es fácil.
«Como gesto político es importante. Pero no hay que olvidarse que aquí hay una carrera contra el tiempo. En el corto plazo, lo que este acuerdo con Repsol significa es poner plata. Y el Gobierno necesita encontrar la forma de dejar de perder todos los días, algo que no parece posible en lo inmediato», apunta Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas.
El analista recuerda que, por más que ahora ya no exista el fantasma de un embargo internacional, los eventuales inversores que vengan a asociarse con YPF todavía tienen otro tema importante que resolver: la pérdida que les ocasiona traer divisas que deben, obligatoriamente, liquidar a un tipo de cambio que el mercado percibe como irreal.
«Lo que hizo Cristina fue dar una señal pro-mercado dentro de un sistema económico que da todas las señales anti-mercado posibles. Y no queda claro que las empresas quieran venir a invertir para que les paguen $4 de menos por cada dólar que traigan. De manera que hay que ver hasta dónde llegará realmente la flexibilización», agrega Novaro.
Las dudas quedan planteadas. Entre los que se entusiasman por un giro «market friendly» y quienes desconfían de cualquier vocación de cambio en el kirchnerismo, hay un espacio en el que ocurren cosas.
Un primer paso está dado. Parecía imposible hace un año y medio, pero el enfrentamiento con España empieza a ser parte del pasado.
No es poco. Tampoco es suficiente.
Por Fernando Gutierrez
Fuente: Infobae