Como suelen argumentar algunos analistas, para entender lo que sucede con la economía, hay que ver e interpretar la película y no detenerse en una fotografía que puede corresponder a un momento particular. La simple vista de una foto instantánea puede tener valor simbólico o político, pero casi nunca sirve para interpretar correctamente lo que está sucediendo y posiblemente aún menos, para comprender lo que sobrevendrá. Porque en economía, la mayor parte de los acontecimientos del presente obedecen a decisiones que se tomaron en el pasado, así como las decisiones que se toman en el día de hoy, determinarán muchos de los acontecimientos que tendrán lugar el día de mañana.
Esta secuencia dinámica y encadenada, hace que el análisis y las interpretaciones de lo que verdaderamente sucede y lo que probablemente sucederá, resulte ser bastante más complejo de lo que a simple vista elucubran algunos opinantes. Esta secuencia tampoco es instantánea ni de ocurrencia simultánea, lo que permite muchas veces juzgar con cierta antelación lo que habrá de ocurrir. Permite en ocasiones advertir con tiempo suficiente algunos errores cometidos, corregirlos a tiempo con mínimo costo e introducir los cambios necesarios para modificar las tendencias imperantes.
Como no es una práctica habitual de la política admitir errores, sólo pocas veces se llevan a cabo correcciones que aparecen como obvios y necesarios para la población, pero pocas veces para los gobiernos. Es por este motivo que el aplastante triunfo de las fuerzas de la oposición en las recientes elecciones de medio término, configura para algunos analistas políticos el final de un ciclo, caracterizado por un exagerado apego a concepciones económicas que han demostrado escasa eficacia para resolver las cuestiones de fondo que mantienen atado al país a lo que parece ser un irresoluble problema de pobreza y exclusión. Una de las razones que con mayor énfasis se aduce para preanunciar este final, proviene de la cada vez más difícil situación económica, que como sostienen algunas opiniones, conlleva una influencia negativa a la hora del voto.
Sin embargo, si esa fuera la razón dominante, el final del ciclo podría tener otro desenlace o también no ocurrir, si además de advertir los errores, se los reconoce y por una vez se aplican los remedios apropiados. El principal obstáculo que enfrenta hoy el país en el plano económico se resume en la crisis del mercado cambiario provocada por el deterioro de la balanza comercial, debido a los resultados de una política energética que no ha sido corregida en el momento de advertirse la reversión de las tendencias que mantenían un saludable superávit entre exportaciones e importaciones de recursos energéticos. Error que todavía puede enmendarse ya que las posibles soluciones se encuentran al alcance de la mano.
Este déficit se alimenta con la necesidad de importar unos 25 millones de m3 diarios de gas natural y poco más de 2.000 millones de litros por año de gasoil, volúmenes que continuarán aumentando con el correr del tiempo si no se acierta con una solución adecuada y sostenible, que hoy ya le cuesta al país alrededor de u$s 8.000 millones por año y que para el 2015 se proyecta a valores de por arriba los u$s 14.000 millones. Este déficit achica cada vez más el ?todavía? saldo favorable de la balanza comercial, generando crecientes presiones sobre el tipo de cambio y la disponibilidad de divisas, ya que el mercado presume que ese déficit seguirá aumentando en el futuro. Resolver el problema restringiendo las importaciones de los demás bienes y servicios no parece una solución razonable, primero porque la raíz del problema seguirá vigente y segundo, porque existen posibilidades concretas de resolver el déficit sustituyendo esas importaciones con producción nacional.
Los 2.000 millones de litros de gasoil que se importan por año insumen unos u$s 1.200 millones, que pueden sustituirse modificando el corte del combustible si se eleva el componente de biodiesel a un 16 ó 20%. Los 9.125 millones de m3 anuales de gas que le cuestan al país cerca de u$s 5.800 millones, también pueden sustituirse con producción local si se paga a los productores locales un precio al que resulte rentable extraer el gas de los propios yacimientos.
Si toda la demanda anual de gas (55.000 millones de m3) fuera producida en el país y subsidiada para que su precio de venta fuera de solo 56 centavos por m3 ( 0,56 $/m3), el costo final de la medida terminaría siendo menor a lo que se gasta en comprar el gas importado. Lo cual muestra la poca racionalidad del esquema vigente.
Es cierto que en tanto la decisión de modificar la composición del corte de la mezcla gasoil-biodiesel puede lograr un efecto de sustitución casi inmediato y puede llevarse a cabo sin demoras, la sustitución de gas importado por producción nacional, demandará algo más de tiempo. Pero como siempre sucede en el cine, podrá haber un final feliz en la película si se adoptan las decisiones adecuadas. Se podrá corregir el balance energético y con ello comenzar a resolver el problema del cepo cambiario, al despejarse las dudas sobre la solidez del saldo de la balanza comercial.
Y como broche de oro de la inteligente decisión, aumentará la producción nacional de hidrocarburos y biocombustibles junto con el trabajo y la actividad comercial en las zonas de producción. Que no es poca cosa en momentos que la producción y el empleo exhiben preocupantes signos de estancamiento.CRONISTA.