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El biodiésel y la electricidad

Argentina levanta barreras comerciales y Europa responde con la misma moneda. La producción nacional de biodiésel -concentrada en Santa Fe- corre el riesgo de perder mercados, pero tiene propuestas alternativas que necesitan la atención de la Casa Rosada.  

La siembra directa y las semillas transgénicas plantaron en el país las condiciones del desarrollo más dinámico de la Argentina contemporánea. El modelo no es hijo de esta década sino de la tradición agropecuaria, de la capacitación de productores y profesionales y de la sostenida convicción e inversión de toda la cadena de valor.  

Mucho antes de que se forjaran en el relato términos como “industrializar la ruralidad”, el yuyo maldito había desencadenado no sólo la revitalización y modernización de la maquinaria sino también los insumos agrícolas y la creación de un polo de crushing de soja que está en la vanguardia de la escala mundial.

Trabajo y divisas se generaron mucho antes de que cualquier discurso pretendiera el crédito. El sector del biodiésel sumó un eslabón más en la cadena que se inicia mucho antes de la semilla y se extiende más allá del grano y del aceite. La mayor generación de divisas se ubica en esta línea de trabajo y producción en la que unos pocos cargan con un significativo sobrecosto fiscal.

La Cámara Argentina de Biocombustibles alertó en las últimas horas que la Comisión Europea tiene en estudio un nuevo aumento a los aranceles que el viejo continente le cobrará al biodiésel argentino. Carbio ha alegado que no hay subsidios sino alta competitividad en su precio; también ha evaluado que si pierde más posiciones en el mercado europeo, la inversión y los puestos de trabajo corren serios riesgos.

Mientras la Cancillería argentina revisa cómo hacer frente al problema, desatado con la excusa de represalias políticas tras la expropiación a la española Repsol de la mayoría accionaria de YPF Sociedad Anónima, los fabricantes de biodiésel en la Argentina piden alternativas a la Casa Rosada.

Una de ellas es llevar el corte del gasoil que se expende en las estaciones de servicio, que actualmente lleva 8 % de biodiésel, hasta un 10 % con combustible de origen vegetal. La otra proposición es utilizar hasta un 20 % de biodiésel en el combustible líquido que impulsa a las usinas eléctricas, lo que permitiría sustituir importaciones de gasoil hidrocarburífero y aportar algo al delicado balance de divisas que vive el país.

Así, aun en las peores condiciones del escenario de relaciones internacionales del país, de la crisis energética tantas veces negada, de la mayor presión fiscal de la historia en términos de PBI al agro, del cepo al mercado de divisas o del estrangulamiento del horizonte industrial, el sector agroindustrial expone una vez más su creativa versatilidad para sostener puestos de trabajo y generar riquezas.

No hay confrontaciones que alentar para inventar verdades. Sólo hacen falta análisis técnicos que verifiquen los argumentos que Carbio expone, y disposición política del sector público para que los privados que hicieron las inversiones y brindan trabajo, puedan evolucionar en bien de todos.

El sector agroindustrial expone una vez más su creativa versatilidad para sostener puestos de trabajo y generar riquezas.EL LITORAL.

Fimaco

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