TORONTO, 6 feb (IPS) – Los biocombustibles pasaron de ser salvadores del ambiente a sólo otra forma de hacerse rico.
Países y regiones sin reservas de petróleo ahora consideran a sus granjas, su turba y sus bosques como posibles campos de aceite, poco profundos pero lagos renovables.
Sin embargo, renovable no quiere decir sustentable. En la mayoría de los casos, lo único verde de los biocombustibles son los billetes que generan.
No sorprende, dado su elevado precio, que la inversión en combustible de origen vegetal alcanzara los 21.000 millones de dólares en 2007, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
Por su parte, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) anunció la inversión de 3.000 millones de dólares en proyectos privados para producir biocombustible, en especial en Brasil. En tanto, el Banco Mundial informó que dispuso de 10.000 millones de dólares en 2007.
Mientras, la asistencia al desarrollo para los cultivos alimenticios cayó a 3.400 millones de dólares en 2004. La participación del Banco Mundial fue menor a 1.000 millones de dólares, según el Informe de Desarrollo sobre Agricultura divulgado por el organismo en octubre de 2007.
La mayor parte del dinero se volcó al subsidio del uso de fertilizantes químicos.
«No es sólo el Banco Mundial. Agencias de desarrollo regionales, organizaciones progresistas de Europa y de muchos otros países invierten en biocombustibles», señaló Anuradha Mittal, del Instituo Oakland, organización no gubernamental dedicada a cuestiones sociales y ambientales.
«Quedé asombrada de ver cuánta tierra se sacó a los pobres en India para producir agrocombustible», dijo Mittal a IPS, tras una visitar a su país.
Muchos activistas prefieren el término agrocombustible en vez de biocombustible, porque hace énfasis en el uso de cultivos agrícolas.
Los agrocombustibles son «soluciones falsas» al grave problema del cambio climático, y en muchos casos, directamente agravan la situación, sostuvo.
La empeoran porque las naciones industrializadas creen realmente que reducen sus emisiones de gases invernadero, pero en realidad no logran lidiar con un consumo de energía, y otros recursos, fuera de control.
La mayoría de los científicos atribuyen a los gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso el recalentamiento del planeta.
Los inversores en biocombustibles no sólo hacen dinero, también pueden obtener créditos de carbono en el marco del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), establecido por el Protocolo de Kyoto.
El esquema permite a los países ricos superar sus límites de emisiones si financian proyectos de reducción en naciones del Sur mediante un sistema de créditos. La iniciativa también permite la financiación de proyectos de energía solar y eólica.
Pero con los biocombustibles se hizo difícil determinar la cantidad exacta de dióxido de carbono reducido en relación con el combustible de origen fósil si se comparan las emisiones liberadas por el cultivo, el transporte y la producción.
Sólo unos pocos proyectos pequeños que producen biodiésel a partir de aceite vegetal usado reciben financiación por el MDL, indicó Almuth Ernsting, de la no gubernamental británica Biofuelwatch.
Pero una gran cantidad de otras iniciativas a gran escala en Brasil y un proyecto para producir etanol en México quizá sean aprobados este año.
«La industria sostiene que necesita financiación del MDL», dijo Ernsting a IPS. «Si ese esquema financia ese tipo de proyectos grandes, entonces los mercados de carbono posiblemente financien otros».
Si eso sucede, como es probable, otra ola de financiación a proyectos de producción de biocombustibles inundará el mundo cuando aún existe un considerable debate científico acerca de los beneficios ambientales de los agrocombustibles, señaló.
Las últimas investigaciones muestran que los fertilizantes y el cultivo del suelo liberan entre 30 y 45 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono.
Se sabe desde 2005 que el biodiésel de Europa, producido a partir del aceite de palma de Indonesia, causó deforestación, drenó la turba y liberó grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera.
Ahora es difícil revertir lo sucedido. La Unión Europea (UE) expresó su preocupación por la situación, pero mantuvo el objetivo de que 10 por ciento del combustible utilizado por el transporte fuera de origen vegetal, indicó Ernsting.
«Si nos tomamos en serio la lucha contra el cambio climático, se necesita una moratoria sobre los agrocombustibles para permitir una evaluación adecuada», aseguró.
Los riesgos y beneficios de los biocombustibles deben analizarse, coincidió George Weyerhaesuer, ejecutivo de Weyerhaeuser Company, una de las mayores empresas de productos forestales.
«Necesitamos resolver eso y luego enviar recomendaciones a la ONU», sostuvo Weyerhaeuser, quien trabaja con Consejo Mundial de Empresas a favor del Desarrollo Sustentable, con sede en Ginebra, que reúne a 200 compañías. (FIN/2008)
Por Stephen Leahy
Fuente: IPS