Craig Venter fundó una compañía llamada Synthetic Genomics Inc. para diseñar microbios que hagan combustible de materia vegetal, dióxido de carbono y luz solar, o conviertan el carbón del subsuelo en un gas más fácil de extraer.Colgada alta en la pared frente al escritorio del célebre genetista Craig Venter hay una foto tamaño póster de unas singulares colonias de bacterias que parecen dos brillantes burbujas color azul celeste.
Los investigadores de Venter produjeron los microbios en su laboratorio al noroeste de Washington trasplantando el código genético completo de una especie de bacterias al cuerpo celular de otro tipo. Como zombis en una película de terror, los genes intrusos se activaron y tomaron el control de sus anfitriones.
Con todo y lo avanzado que era, el trasplante de genoma fue tan solo una práctica para el proyecto más ambicioso de Venter: crear una nueva forma de vida, en este caso, una especie de bacterias hechas a medida, usando solo ADN hecho por el hombre.
Los organismos diseñados, y la posibilidad de sacarles provecho, están suscitando mucho entusiasmo –y debates– entre científicos e inversionistas de capital riesgo. Los investigadores de un nuevo campo llamado biología sintética imaginan microbios hechos a medida con genes artificiales, de modo que sean capaces de convertir la luz del sol en combustible, limpiar desechos industriales o auscultar pacientes en busca de los primeros signos de enfermedades.
Los científicos ya están produciendo secuencias de ADN fabricado por el hombre. El ADN, sigla del ácido desoxirribonucleico, dirige las funciones de todas las células vivientes. Luego, los investigadores empalman el ADN fabricado en los genes de organismos existentes y reprograman las bacterias de modo que actúen como fábricas microscópicas para la producción de biocombustibles.
Los experimentos de Venter llevan la biología sintética un paso más allá al tratar de producir nuevos organismos por entero con genes totalmente artificiales.
«Es lo más revolucionario de mi carrera», dice Venter sentado en su oficina del J. Craig Venter Institute en Rockville, estado de Maryland. «Podemos pasar de 15 años leyendo el código genético a quizá aprovechar esa información para mejorar a la humanidad».
Venter, de 61 años, que conmovió al mundo científico en 2000 al trazar el mapa de la colección de genes humanos en un tiempo récord, no es ajeno a las grandes ideas, o a las controversias.
En 2002 fue despedido de su puesto de director general de Celera Genomics, que él había ayudado a establecer para descodificar el genoma humano, cuando el directorio decidió concentrarse en el desarrollo de fármacos en lugar de vender datos genéticos. Más adelante ese año, Venter reveló en el programa 60 Minutes II del canal de televisión CBS que sus propios genes componían la mayor parte de la base de datos de Celera.
El plan de Venter –usar genes sintéticos para crear vida hecha por el hombre– ofrece la posibilidad que más atención ha atraído hasta la fecha. Esto ha expuesto al científico a sugerencias de que busca el aplauso del público.
«Uno puede ganar en los negocios de múltiples maneras: puede ya sea fabricar un producto o hacer algo que haga mucho ruido, que parezca un producto», dice el profesor de genética de la Facultad de Medicina de Harvard George Chruch. Este cofundó LS9 Inc. en San Carlos, estado de California, empresa que planea usar bacterias E. coli modificadas para convertir materia vegetal en un combustible semejante a la gasolina.
Es posible que a los microorganismos rediseñados se les encomienden toda clase de trabajos. Por ahora, los principales genetistas están particularmente entusiasmados con el potencial de microbios productores de energía que podrían convertirse en refinerías unicelulares para hacer etanol, biodiésel y otros sustitutos del petróleo sin usar cultivos alimenticios como el maíz.
Los científicos están formando compañías de bioenergía con dinero de algunos de los mismos inversores de capital riesgo que alguna vez respaldaron las nuevas empresas de informática e Internet. «Es un mercado enorme, enorme, y con el petróleo a US$100, con la crisis climática y nuestra situación geopolítica, es el mercado correcto que buscar», dice Samir Kaul, socio en Khosla Ventures, de Menlo Park, estado de California.
Venter fundó una compañía llamada Synthetic Genomics Inc. para diseñar microbios que hagan combustible de materia vegetal, dióxido de carbono y luz solar, o conviertan el carbón del subsuelo en un gas más fácil de extraer.
El mercado de energía es tanto mayor que el biofarmacéutico que hay espacio para una plétora de productos de avanzada, dice. «Con el combustible esperamos que pueda haber de cien a mil soluciones diferentes», dijo Venter. «Cada una podría constituir una industria de US$100.000 millones por sí misma».
Si el ADN sintético funciona como los científicos suponen, es previsible que los experimentos vayan más allá de los organismos unicelulares y lleguen al diseño de plantas y de animales. No debería sorprender que Venter esté ideando proyectos para ampliar las fronteras del conocimiento. En el camino, él y otros genetistas orientados al futuro tendrán que superar obstáculos en el laboratorio y en el mercado antes de que la biología sintética pueda producir ganancias reales, y cumplir su promesa.
Fuente: Bloomberg/Infocampo