En Terminal 6, ubicada en Puerto General San Martín, ya opera la planta de biodiésel construida por AGD y Bunge. Foto: LaVoz / Ramiro Pereyra
Para la Bolsa de Comercio de Córdoba, eso reduce el margen energético de otras regiones.
Sumar eslabones a las cadenas productivas. Ese es, bajo la óptica del Instituto de Investigaciones (IIE) de la Bolsa de Comercio de Córdoba, el camino que debe seguir la agroindustria argentina para aumentar el valor de sus exportaciones. Y le pone cifras.
Según el director de ese órgano, Raúl Hermida, el valor agregado vía biocombustibles o producción de carne (vacuna, porcina y avícola) y leche, le pueden aportar al sector una inyección de 1.500 millones de dólares, es decir, 65 por ciento más del valor que se obtiene por el envío de materias primas.
Pero el estudio también advierte sobre la necesidad de generar un impacto más equilibrado en la distribución de las riquezas que generan esos complejos agroindustriales en las economías regionales. Y toma como ejemplo al biodiésel.
Concentración. En la 14ª edición del Balance de la Economía Argentina, que lleva como subtítulo la frase «más allá del bicentenario» (en alusión a la necesidad de pensar en el largo plazo), el IIE advierte que «la concentración industrial puede impactar sobre las economías regionales».
En un capítulo dedicado exclusivamente a la oportunidad que representan los biocombustibles, el trabajo indica que «si la industria de procesamiento, la responsable de generar valor agregado, se concentra en un espacio geográfico determinado, puede existir una gran desigualdad territorial».
Ello porque los eslabones más avanzados de la cadena son los que generan mayor valor, tal como ocurre con el complejo oleaginoso que procesa biodiésel en los puertos del Gran Rosario. Para el estudio, la concentración de la industria productora de biocombustibles en un determinado espacio influye en la redistribución territorial del valor agregado.
En otras palabras, las utilidades que deja el negocio se gozan más al final de la cadena que al principio. Y en el origen están los productores y las comunidades rurales. Un claro ejemplo son las exportaciones comparadas de Córdoba y Santa Fe.
Durante 2006, Córdoba exportó productos primarios por 1.298 millones de dólares, es decir, 30 por ciento más que Santa Fe, que facturó 902 millones de dólares en ese rubro. Pero en manufacturas de origen agropecuario, Santa Fe comercializó productos por 6.643 millones de dólares, 178 por ciento más que Córdoba (2.388 millones de dólares).
Hay, por cierto, una lógica. Las mayores plantas de procesamiento están junto al río Paraná porque apuntan a la exportación. Y lo mismo pasa con el biodiésel. Pero también hay que pensar en la sustentabilidad interna de la cadena.
El estudio considera estratégico que las economías regionales accedan a la «independencia energética». Y cree que la alternativa de los biocombustibles puede colaborar con ese propósito. «Hoy, la independencia energética es una ventaja estratégica para las Pyme y el desarrollo de los biocombustibles a nivel regional es una prioridad en el modelo de desarrollo sostenible», señala el trabajo.
Mapa. Por ahora, el mapa de los biocombustibles en la Argentina exhibe una fuerte concentración en los puertos del Gran Rosario, en una tendencia que copia la distribución geográfica de los principales procesadores del complejo oleaginoso.
De las 30 principales plantas aceiteras del país, 23 están en Santa Fe y el resto se distribuye entre Córdoba y Buenos Aires. Con el biodiésel ocurre algo similar, ya que es un eslabón más en la cadena oleaginosa.
Basado en datos del anuario de J.J. Hinrichsen, el IIE de la Bolsa de Comercio señala que en Santa Fe estarán las 11 plantas más grandes del país para elaborar biodiésel. Incluso, ya funcionan la de Renova (Glencore y Vicentín) en San Lorenzo, con 240 mil toneladas de capacidad; y Ecofuel (Aceitera General Deheza y Bunge), en Terminal 6, para 200 mil toneladas.
Cuando todas las industrias estén trabajando a pleno, la provincia vecino tendrá una capacidad de producción superior a dos millones de toneladas de biodiésel. Pero el proyecto más ambicioso lo encabeza Citrusvil en el departamento santiagueño de Taboada, donde planea un complejo de 400 mil toneladas anuales, con un desembolso de 38,8 millones de dólares.
Según los datos del anuario Hinrichsen, para 2010 se espera que la Argentina exporte un millón de toneladas de biodiésel. Por su parte, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (Usda) estimó para este año una salida de 131.400 toneladas de biodiésel desde nuestro país, lo que reportaría más de 100 millones de dólares.
Corte interno. Según el informe, existen alrededor de 25 plantas de pequeña y mediana escala (algunas funcionando y otras en proyecto) que van de 10 mil a 40 mil toneladas anuales de capacidad productiva de biocombustible.
En Córdoba, la planta más grande que comenzará a funcionar en marzo próximo es la de Molyagro (de la familia Gentili), ubicada en Tancacha, donde se procesarán 2.800 toneladas anuales de biodiésel. Además, la empresa participa de un proyecto inversor para levantar una planta con una capacidad de 50 mil toneladas al año.
Su finalidad será, justamente, proveer a las petroleras del cupo de biodiésel otorgado por la Nación para realizar el corte obligatorio (cinco por ciento) de los combustibles fósiles a partir del 1° de enero de 2010. La Compañía Argentina de Biocombustibles SA (Cabsa), tal la denominación del proyecto, demandará una inversión de alrededor de ocho millones dólares.
Por su parte, la empresa Bio4, con sede en Río Cuarto, obtuvo la promesa de la asignación del 25 por ciento del cupo nacional de producción de etanol. Esa firma trabaja para construir una planta de 50 mi toneladas anuales en el sur provincial.
Daniel Alonso
De nuestra redacción
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Fuente: La Voz del Interior