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MAS CEREBRO POR TONELADA

Los Grobo y Molinos lograron, por primera vez en el país, un plus de precio por su biodiésel certificado.Por Sergio Persoglia.

La certificación ya tiene un premio concreto, en dólares contantes y sonantes. Se trata de una certificación que incluye a las buenas prácticas agrícolas, entre ellas la rotación de cultivos, pero que va más allá y comprende también cuestiones sociales y ambientales estrictamente vinculadas al proceso productivo. Quienes lograron, por primera vez en la Argentina, el tan mentado beneficio del precio diferencial por el trabajo que todo esto exige fueron Los Grobo y Molinos, que se unieron para, por un lado, producir soja cumpliendo con las normas exigidas, y, por otro, transformarla en biodiesel.

Finalmente, lo compró Shell para mezclarlo con gasoil en la Unión Europea (UE) La certificación que obtuvieron es doble: la otorgada por la Asociación Internacional de Soja Responsable (conocida por sus siglas en inglés, RTRS), y la Certificación Internacional de Sustentabilidad (sus siglas en inglés son ISCC). De esta manera, la soja y el biodiesel que se produce con ella cumplen con los más altos estándares exigidos por la UE, lo que permitió a las compañías obtener el precio diferencial. En diálogo con Clarín Rural , Gustavo Grobocopatel, presidente de Los Grobo, dijo que el valor extra es muy interesante, pero prefirió mantenerlo en reserva.

“Logramos que por primera vez el grano y sus productos derivados industriales tengan el sello de soja responsable”, dijo Grobocopatel. “Lo bueno de esto, entre muchas otras cosas -agregó- es que el sistema agrícola es responsable y que hay consumidores dispuestos a pagar por eso, lo que significa que hay mercado y, por lo tanto, sustentabilidad”.

Horacio Busanello, CEO de Los Grobo, explicó que estas certificaciones van más allá de los procesos productivos o de gestión agronómica (que incluyen a la siembra directa) y que se extienden a cuestiones laborales, legales y medioambientales. “En la UE pretenden usar este biodiesel para bajar las emisiones de gases de efecto invernadero y quieren estar seguros de que lo que ganan en esa parte del proceso no se ha perdido antes por una manera de producir que no cumpla con los mismos estándares y tenga iguales objetivos”, explicó. Precisó, además, que es la primera vez en el mundo que una empresa o el trabajo conjunto de varias de ellas obtiene esta doble certificación.

Sentado en un sillón de su oficina, Grobocopatel dijo que el proceso de certificación “es caro, porque se necesitan contratistas de primera calidad, trazabilidad en las prácticas agrícolas, en toda la logística y el almacenamiento, y también luego en la fábrica”.

Agregó que su empresa hace 15 años que viene trabajando sobre los procesos. “Antes, ese foco nos permitía mejorar la eficiencia; ahora, además, se paga”, graficó.

Hasta el momento, la soja involucrada en estos procesos proviene toda de campos que son gestionados directamente por Los Grobo, pero en esta campaña que está por comenzar se incorporarán establecimientos de clientes de la compañía, que luego le entregan los granos para su acopio. El objetivo, dijo su presidente, es tener toda la red de producción certificada.

En Brasil ya hay un antecedente de exportación de productos de soja con un precio diferencial por la certificación de las normas RTRS. Se trata de una de poroto de soja que concretó el Grupo Maggi, el mayor productor mundial.

El vínculo entre Los Grobo, Molinos y Shell se fue consolidando porque las tres empresas están en la RTRS. Así, fueron armando la secuencia que arranca en los campos gestionados por Los Grobo en distintas regiones del país, sigue por la planta biodiesel de Renova en San Lorenzo, cerca de Rosario (pertenece a Molinos en sociedad con la suiza Glencore y la local Vicentín) y de allí va a los tanques de Shell en la UE, que corta el gasoil con hasta 7% de este biocombustible, de acuerdo al país de que se trate.

“Estamos muy contentos, porque esto es como la coronita de la tecnología: hay un eje muy fuerte en las buenas prácticas agrícolas, aspecto que está muy alineado con la Agricultura Certificada, pero esto tiene elementos sociales y ambientales que van más allá. Por eso, para la certificación hubo muchas inspecciones a campo, pero también consultas a distintos referentes de comunidades en las que operamos, como las de Carlos Casares y Río Cuarto, por ejemplo”, contó Grobocopatel.

Busanello, por su parte, consideró que “este es, hacia adelante, un camino sin retorno: las empresas tienen que ser transparentes e integrarse a procesos de este tipo. Y, para lograrlo, hay que dar información” Grobocopatel fue más allá. Consideró que “la información trazable es la forma más sublime del valor agregado” y agregó que “es un hito que lo que hace 5 años era algo conceptual y estratégico, ahora se empieza a pagar. En definitiva, es tener más cerebro por tonelada de grano”.

FUENTE: DIARIO CLARIN SUPLEMENTO RURAL

Fimaco

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