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El estrés climático es la principal causa de pérdidas en soja

Grover-Shannon-foto-CeppiEn Estados Unidos están desarrollando variedades resistentes a excesos o falta de agua y a las altas y bajas temperaturas.  

Foto: Gentileza Ricardo Ceppi 

Los factores de estrés abiótico, como los excesos o falta de agua y las bajas o altas temperaturas, son las principales causas de las pérdidas en el cultivo de soja.

Así lo explicó esta semana el profesor Grover Shannon, de la Universidad de Missouri, Estados Unidos, durante un seminario realizado en el NH City Hotel de Buenos Aires, organizado por la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (Acsoja). 

Previamente, el presidente de Acsoja, Rodolfo Rossi, al afirmar que la intención de la entidad es aumentar el rendimiento promedio nacional de la oleaginosa, deslizó una visión más abarcativa: «También queremos ver cómo este cultivo promueve más mano de obra y la integración con los demás cultivos del país».

Uno de los capítulos más importantes de la jornada fue el referido a la biotecnología. En ese contexto, Grover Shannon, demostró cómo en su país, a partir de la adversidad, el mejoramiento genético permitió que los cultivos rindan más.

«Este ejemplo es aplicable en las zonas centro y norte de la Argentina, donde con técnicas similares, nosotros podríamos avanzar», comentó luego Rossi a LA NACION.

Shannon habló de los avances en la investigación de las semillas resistentes al estrés abiótico (tanto por falta de agua como por excesos hídricos, temperaturas altas o bajas o salinidad) que buscan el aumento de los rendimientos sin expandir las superficies.

«Los factores abióticos causan más pérdidas en el cultivo de la soja que las que ocasionan las enfermedades, las malezas o los insectos», señaló el investigador estadounidense.

Shannon explicó que «en los Estados Unidos, Brasil y la Argentina, donde se produce la mayor parte de soja del mundo, los rastrojos, enfermedades, insectos y pestes están a menudo bajo control; pero las variaciones de rendimiento entre un año y otro en un mismo campo se deben casi siempre al estrés abiótico».

El científico norteamericano adelantó que «hoy hay más optimismo que nunca acerca de que estos problemas puedan resolverse a través de buenos cultivos y la biotecnología», señaló.

Contó que en su país hay equipos multidisciplinarios integrados por cultivadores, fisiólogos y genetistas moleculares que están trabajando juntos para coordinar una investigación para limitar el estrés abiótico en la soja.

Aunque el tema no figuraba en la agenda, la falta de la propiedad intelectual en el cultivo de soja en la Argentina fue comentado varias veces durante el seminario, precisamente como un impedimento para el desarrollo de la investigación en el país de variedades resistentes a estrés.

Eduardo Cucagna, del semillero Ferias del Norte, de Salto, Buenos Aires, señaló que el tema de la propiedad intelectual referida a las obtenciones vegetales es un tema que la industria semillera quiere actualizar, sobre todo porque hoy la investigación es cada vez más costosa.

«Al no haber una adecuada retribución por la investigación y por el uso de la semilla, se frenan los planes de inversión y se retrasa el lanzamiento de productos al mercado», dijo Cucagna.

Para Rodolfo Rossi, «la propiedad intelectual se impone a la altura de las nuevas visiones, tecnologías y necesidades que tenemos para seguir creando valor en todas las cadenas productivas y poder seguir exportando productos de alta calidad».

Las fronteras

En otro orden, Esteban Hopp, coordinador del Area Estratégica de Biología Molecular, Bioinformática y Genética Avanzada del INTA, se refirió a las fronteras de la biotecnología. «Estamos en la sociedad del conocimiento, que es el elemento clave para agregar valor a los bienes y servicios, incluyendo a aquellos de origen agropecuario», señaló.

Y a propósito, el investigador argentino recordó algunos de los temas en que la biotecnología es importante: «La bioenergía; la calidad nutricional, en el cual se trata de diseñar productos que estén hechos a la medida del genotipo del consumidor, como los alimentos para celíacos, y la demanda del consumidor por una mejor bioseguridad», fueron algunos de sus ejemplos.

De Uruguay participó Daniel Pagliano, del grupo Nidetec, dedicado a la biotecnología, genética y plantaciones.

Recordó que 12 años atrás en su etapa de investigador Rodolfo Rossi le había hecho llegar una solicitud para ingresar la primera soja transgénica en su país.

«Trabajamos con ahínco y hoy vemos que la soja es el cultivo de mayor expansión en Uruguay», sostuvo Pagliano.

Un tema que no se pudo soslayar fue el de los biocombustibles. Claudio Molina, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles explicó que para 2010 se espera en Europa una demanda 11,4 millones de toneladas de biodiésel.

«Aquí tenemos una enorme posibilidad de negocios, dado que el Viejo Continente no está en condiciones de abastecer ese volumen. Y menos cuando fijamos las metas para 2020 cuando la demanda va a ascender a más de 25 millones de toneladas», explicó.

«De hecho -agregó-, son pocos los países en el comercio internacional que tienen excedentes exportables de magnitud para poder atender volúmenes como éstos.»

Concluyó Molina que la industria argentina, la de Malasia, Indonesia, los Estados Unidos y Brasil «seguramente van a ser los grandes jugadores del comercio internacional de biodiésel».

Por Roberto Seifert
De la Redacción de LA NACION

Fuente; La Nación

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