Actualmente, la agricultura brasileña es reconocida mundialmente como una de las más competitivas y capaces de actuar en escala global como proveedora de granos, carnes y bioenergía.
En mayo de este año, The Economist publicó un artículo en el que abordó el milagro agrícola en Brasil y describió el gran avance que la producción agropecuaria brasileña ha tenido en las últimas décadas. Frente a la preocupación por el abastecimiento de alimentos mundial en el futuro, la publicación consideró que la experiencia de Brasil muestra el camino para otros países en desarrollo.
El modelo brasileño es considerado ejemplo y esperanza para el mundo. Ejemplo para que otros países con potencial agrícola puedan producir para atender las necesidades del consumo interno y generar volúmenes exportables capaces de abastecer las necesidades mundiales de proteínas, que aumentarán significativamente en las próximas décadas.
Muchos son los indicadores que reflejan el boom del agronegocio brasileño en la última década; por ejemplo, Brasil triplicó sus ventas externas, pasando de exportar US$ 20,6 mil millones en 2000 a 64,7 mil millones, en 2009. En este último año las exportaciones del agro brasileño fueron responsables por 42,5% de las exportaciones totales, mientras la balanza comercial fue de US$ 54,9 mil millones.
Hoy, Brasil es líder mundial en las exportaciones del complejo de soja (granos, harina, aceite), carne vacuna y aviar, café, azúcar, tabaco, etanol y jugo de frutas, además de ser un importante exportador de un sinnúmero de otros productos, como maíz, algodón, cacao, frutas frescas y carne de cerdo.
La producción de granos del país vecino aumentó 79,45% en los últimos 10 años; pasó de 83 a 149 millones de toneladas, mientras el área sembrada aumentó solamente un 28,26%, de 36,8 a 47,3 millones de hectáreas. El principal factor responsable del crecimiento de la producción fue el incremento de la productividad agrícola, y uno de los pilares de este desarrollo fue la adopción de la utilización de organismos genéticamente modificados (OGM) a partir de la legislación sobre bioseguridad de 2005.
Brasil es uno de los pocos países que tienen capacidad de aumentar su área sembrada con cultivos sin comprometer sus recursos naturales. Según el Embrapa (instituto dedicado a la investigación agropecuaria), actualmente el área es de 57 millones de hectáreas, y se podría extender a más de 90 millones de ha.
El modelo adoptado por Brasil, y que es causa de ese crecimiento, se basó en la reforma de la política agrícola a lo largo de las últimas décadas. Su objetivo principal fue minimizar la intervención del Estado en el sector agrícola y se hizo a través del fortalecimiento de los mecanismos de mercado, la ampliación de la participación de la iniciativa privada a través del crédito rural y en la sustentación de los precios agrícolas, el aumento de las inversiones en tecnología a través del Embrapa, la modernización del sistema de seguro rural y crédito diferenciado para pequeños agricultores.
Las políticas públicas han apoyado no solamente la agricultura empresarial, sino también la agricultura de pequeña escala o familiar. La creación de una institución propia para este segmento de la producción, el Ministerio de Desarrollo Rural, y la implementación del Programa Nacional de Fortalecimiento de la Agricultura Familiar contribuyeron a la inserción de los pequeños agricultores en las cadenas agroindustriales y a fortalecer su competitividad.
La política pública de crédito rural (principalmente el Bndes) ha fortalecido el sistema de financiación con tasas de interés preferenciales (6,75% anual) respecto de la de los bancos privados. En los últimos 5 años los recursos de crédito rural han subido de US$ 33 mil millones a aproximadamente 64 mil millones.
También hay que destacar la articulación política del Agronegocio en el Congreso Nacional. La conocida «Bancada Ruralista» logró consolidarse como un frente suprapartidario en pos de la defensa de los intereses del sector.
Sin duda, hay temas pendientes que afectan la competitividad de la agricultura en Brasil. Entre ellos, la falta de inversiones públicas necesarias para mejorar el sistema de infraestructura y logística de transporte, incluyendo ferrovías, hidrovías, puertos, caminos y almacenamiento, entre otros.
Podríamos concluir que el modelo agropecuario de Brasil es un ejemplo de política de Estado.
Raúl Roccatagliata
Para LA NACION
El autor es director ejecutivo del Programa de Inserción Agrícola por la SRA.
FUENTE: LA NACION