Es posible que de acá a un tiempo la cruzada antisoja (con la batalla antiglifosato) forme parte del arcón de los recuerdos, porque la dinámica demográfica mundial es un tsunami que arrasa con todo lo que se le ponga enfrente.
Mientras tanto vale la pena que nos detengamos en tres errores importantes que cometen los nuevos cruzados antisoja cuando hablan en contra del cultivo.
1) Sostienen que la soja es “monsantiana”.
En nuestro país eso no así. La producción de semilla de soja estuvo históricamente (desde los 60) ligadas a empresas locales. La pionera fue Relmó, que recién hace un par de años fue vendida a un fondo de capitales de inversión. Y quienes hoy dominan el mercado son Nidera, que hace todo el proceso de mejoramiento íntegramente en la Argentina, y Asociados Don Mario, un emprendimiento de ingenieros agrónomos en Chacabuco. Es más, en tercer o cuarto lugar se ubica el Criadero Santa Rosa, ¡que es una cooperativa! Por el contrario, en la Argentina, las multis como Monsanto, Pioneer, Syngenta, Dow, etc, prefieren concentrarse en los híbridos que les dejan un mejor margen.
2) Sostienen que la soja RR es el cerrojo de las patentes
Nuevamente aquí no es así. Monsanto, desarrolladora de la tecnología de resistencia a glifosato (RR) no patentó el gen. Durante un tiempo cobró regalías a los semilleros obtentores, a quienes les licenciaba el gen. Pero el de las autógamas no es un mercado fácil en términos de cobrar la propiedad intelectual. Finalmente dejó de cobrarles regalías y buscó la compensación por la vía judicial mediante juicios en Europa sin éxito, como es de público conocimiento. Lógicamente las biotecnológicas (Monsanto, DuPont, Syngenta, etc.) presionan para que cambie el marco jurídico y les asegure el retorno de la tecnología. Pero en lo que respecta a la soja RR, se puede decir que el gen es casi como de dominio público.
3) Sostienen que la sojización es el negocio del Roundup
Nuevamente se confunden, cuando consideran que todo el glifosato que se utiliza en nuestro país corresponde a la marca Roundup, de Monsanto. La patente del glifo en la Argentina expiró hacia fines de los 80, con lo que el herbicida pasó a convertirse en un genérico, lo que quiere decir que cualquiera que cumpla con las normas puede sintetizarlo o formularlo sin pagarle patentes al inventor. Así, cuando en 1996 se liberó la soja RR y fue el boom del cultivo gracias a la combinación de la siembra directa, los chacareros argentinos tuvieron acceso a un glifosato mucho más barato que los farmers estadounidenses, porque acá el principio activo que le ponía un precio al mercado era el de origen chino. Hoy la marca Roundup puede tener entre un 30 o 40% del mercado, en el mejor de los casos. El resto son otras marcas de empresas como Atanor, ACA (las cooperativas), FG Rural, etcétera.
Epílogo
Si a las ONG ligados al movimiento ambientalista y antiglobalización les interesa sacar de circulación más pequeños y medianos productores, lo mejor que pueden hacer es continuar con su cruzada anti soja y anti glifosato.
La razón es que la oleaginosa es el cultivo más barato de hacer en nuestro país, donde lo que no abunda es justamente el crédito, con seguridad de cosecha y una renta interesante. La soja democratiza el acceso a la agricultura.
Pero si lo que quieren es menos productores, entonces adelante con la campaña.
FUENTE: JAVIER PRECIADO PATIÑO INFOCAMPO BLOGS