Una usina de conocimientos intacta.Bajo el lema «El cuarto elemento», en referencia al factor humano como elemento clave de la innovación tecnológica, más de 2500 personas participaron del congreso de la entidad, en el que se analizaron las principales tendencias.
ROSARIO.- La usina del conocimiento está intacta, viva, con las puertas abiertas. Como viene ocurriendo en todas sus ediciones, en esta oportunidad el XVIII Congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), que finalizó ayer y durante tres días tuvo una concurrencia de unas 2500 personas, no fue la excepción al concepto que viene guiando cada uno de estos encuentros: ser el escenario donde se dan a conocer e intercambian nuevas tecnologías y se ponen los faros en el largo plazo.
Esta vez, además, la cumbre anual vino con un valor agregado: impulsar «El cuarto elemento», el lema del congreso, que no es otra cosa que la innovación que puede despertar el factor humano en estrecha relación con los otros tres elementos, suelo, aire y agua (ver aparte).
La certeza que dejó el congreso es que se van incorporando como foco de interés y atención de los productores nuevas capas de conocimiento. Desde los últimos años, esa lista se viene ampliándose: intensificación de la rotación, mejor uso del suelo, biocombustibles, biotecnología, tendencias en fertilización y agricultura certificada, son sólo algunos ejemplos.
En ese ámbito, también se comenzó a reflexionar hacia afuera del sector con el espacio Quo Vadis y se incorporó el proyecto «Ladrillo Fauba, Aapresid y Aacrea», que por ejemplo sirvió para abordar el conflicto campo-Gobierno.
De todos modos, continúa siendo fuerte en el congreso de Aapresid la impronta por los temas que tienen que ver con la sustentabilidad.
A modo de ejemplo, concentró la atención en el II Simposio del Agua el término Huella Hídrica, un concepto que, entre otras dimensiones, permite abordar la cantidad de agua que se usa para producir productos y servicios. En el caso de la producción, se trata de ver la «huella hídrica que deja» (ver aparte). Se trata de un término estratégico para aprovechar.
Para César Belloso, de Aapresid, la siembra directa y la agricultura certificada dejan una huella hídrica menor respecto de sistemas en convencional que se utilizan en otras partes del mundo.
En el congreso, la visita del alemán Manfred Kern, responsable global de Relaciones Comerciales de Bayer CropScience, no dejó dudas acerca de por dónde pasa la tendencia.
Al respecto, dijo que la agricultura enfocada en la producción sostenible de alimento, forraje, fibra y energía será «una nueva megatendencia mundial».
Kern hizo esa apreciación por la mayor demanda de alimentos que se prevé y por el mayor peso que tendrá la misma producción como generadora de energía renovable (hacia 2025 del 20 al 30% de la tierra cultivable se estará usando para la producción de biomasa, fundamentalmente bioetanol y biodiésel).
El experto habló también de proteger la productividad ahora y en el futuro. «Se deben desarrollar plantas tolerantes a la salinidad, las sequías y las inundaciones; se debe implementar la agricultura de conservación para reducir la erosión del suelo y retener humedad, así como reducir las emisiones de carbono del suelo», precisó.
Rigas Karamanos, profesor del Departamento de Suelos de la Universidad de Manitoba (Canadá), disertó sobre manejo de nutrientes haciendo hincapié en la necesidad de conocer bien qué hay en el suelo. Aconsejó hacer una especie de «inventario de nutrientes». Pero fue más allá y recomendó trabajar con lo que denominó las «cuatro C» de la nutrición, vinculadas a la palabra «correcta». Se trata de fuente, dosis, momento y lugar correcto para la aplicación. Todo apuntando a una mayor eficiencia.
Otra de las disertaciones atractivas fue la de Dwayne Beck, profesor de la Universidad de South Dakota. Beck ha desarrollado un modelo que se propone reducir gradualmente el uso de carbono de origen geológico con leguminosas y la integración entre la agricultura y la ganadería. En el congreso, Beck dejó un mensaje simple pero fuerte: «hay que hacer bien las cosas». Según el especialista, «si no hacemos siembra directa con fertilizante, vamos a degradar tanto el suelo como si hiciéramos labranza convencional».
Oportunidades
Para apuntar a la fertilidad hay quienes recordaron que hay mucho por hacer, incluso a partir de cosas simples. Hugo Fontanetto (INTA Rafaela) mostró lo que se podría realizar con el estiércol y la orina de los tambos, pero que hoy en realidad muchos se pierden.
Dijo que hay una pérdida de nutrientes y la contabilizó así: un tambo de 100 vacas en un año «desperdicia» 25.220 dólares de nitrógeno, fósforo, potasio y azufre por no tener un manejo respecto de este tema, que tiene un impacto en la fertilidad. Contó que en un campo del centro de Santa Fe donde se aplicaron 70.000 litros de efluentes en dos veces el fósforo que estaba en 11 ppm subió a 33 ppm; el nitrógeno orgánico del suelo aumentó de 0,11 a 0,15% y la materia orgánica trepó de 2,3 a 2,8%. «Eso en seis meses», afirmó.
Por último, entre otros temas, también se habló de la creciente preocupación por las enfermedades de fin de ciclo en soja (EFC) en soja. Marcelo Carmona, especialista de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), presentó un sistema de puntuación desarrollado como base o guía en la determinación de la necesidad o no de aplicar fungicidas en soja para las EFC.
«Analizando resultados de varios años de experiencia, desarrollando numerosos ensayos de control químico y bajo diversas situaciones agronómicas y ambientales, se intentó cuantificar algunos de los factores de riesgo, culturales y ambientales, para disminuir la incertidumbre en el manejo de estas EFC», dijo. La Fauba desarrolló un sistema de decisión que está disponible en la plataforma de Bayer www.baydir.com.ar .
Por Fernando Bertello
Enviado especial
FUENTE: LA NACION