En diálogo con iProfesional.com, Gustavo Grobocopatel, presidente de Los Grobo, la principal productora de granos de capital argentino de la región, aseguró que quedarse anclado en el país implica ingresar en la “lista negra” de los inversores internacionales. Por qué el negocio es “verdeamarelho”.
Los vientos que soplan están impactando de lleno en la popa del barco de Los Grobo, una embarcación capitanteada por Gustavo Grobocopatel, que se transformó en una de las pocas multinacionales gestadas en la Argentina durante las últimas décadas.
No es para menos: con el sostenimiento de la demanda internacional de commodities, precios firmes y buenas perspectivas climáticas, su negocio apunta a alcanzar un nuevo récord para la campaña 2010-2011.
El grupo, conformado hoy por 70 socios y que emplea a más de 1.000 personas en todo el Mercosur, aspira a lograr una campaña histórica y, además, consolidar toda su red de know how, una de las grandes patas del portfolio de negocios.
En diálogo con este medio, en sus amplias oficinas con vista a Puerto Madero, Gustavo Grobocopatel, presidente de Los Grobo, adelantó los números con los que proyectan cerrar el nuevo ciclo y el despegue definitivo de Brasil como “base operativa” de este gigante del sector agrícola.
Según el empresario, durante la nueva campaña aspiran a cosechar 3 millones de toneladas de granos y potenciar la red de servicios agropecuarios, generando una facturación de u$s800 millones.
Lo interesante es que, de ese total, u$s400 millones corresponderán a la actividad que llevan adelante en Brasil.
Como contrapartida, la Argentina quedará varios escalones más atrás, con u$s300 millones, seguida por Uruguay, con poco menos de u$s100 millones y Paraguay, con una porción aún baja.
De este modo, la actividad en el país vecino le reportará en este nuevo ciclo una facturación un 33% más alta que fronteras adentro.
El dato clave es que este mayor peso de Brasil en la facturación se da a pesar de la menor participación que tiene este territorio en la cifra global de hectáreas que cultiva el grupo.
Así, mientras que en la Argentina Los Grobo sembrará 100.000 hectáreas, en suelo brasileño no superará las 70.000. ¿La respuesta? Hoy, desarrollar este tipo de negocios en el país vecino es más rentable, y una parte de eso está explicado por el hecho de que en tierras de Luis Inácio Lula da Silva no existen las retenciones, el “enemigo” público número uno de los productores argentinos.
-Evidentemente es mucho más conveniente invertir un dólar en Brasil que en la Argentina…
-Preferiría decir que cuando uno invierte no se guía exclusivamente por la rentabilidad. Detrás existen proyecciones, expectativas. Y nosotros tenemos hoy una estrategia que va más allá de la rentabilidad, que es consolidar una plataforma en la región y Brasil es el país más importante. No quiere decir que vayamos a desinvertir o no vayamos a poner dinero en la Argentina, lo que quiero decir es que quizás aquí crezcamos a tasas “vegetativas”, del 5%, con reinversión de las utilidades, y en Brasil podamos hacerlo más rápido, con fusiones y adquisiciones.
-Las causas por las cuales Brasil es un imán, saltan a la luz. Pero ¿qué fue lo que concretamente evaluaron desde Los Grobo para implementar una estrategia a largo plazo?
-Primero que ese país es el doble de la Argentina, en todo aspecto. Además, Brasil hoy está bien visto por el mundo. Sucede que este crecimiento que proyectamos no lo podemos lograr con plata propia porque no la tenemos, tenemos que tener inversores, y lo cierto es que lo que ellos hoy prefieren es Brasil. Si tuvieras una empresa exclusivamente en la Argentina, directamente sería como estar en una lista negra. Nadie quiere invertir en la Argentina, por ahora. En cambio, todo el mundo quiere estar en Brasil. Con lo cual, tener una plataforma con «más Brasil» es más atractivo para los inversores. Por eso nosotros también queremos que un porcentaje mayor del portfolio esté allí.
-¿Qué otras cuestiones influyen?
-Hay otras cuestiones como la mayor certidumbre, mayor estabilidad en determinadas reglas de juego. Esto no quiere decir que Brasil no tenga dificultades. Tiene un sistema impositivo de una complejidad muy superior al de la Argentina y la carga impositiva también es importante. Sin embargo, es bueno aclarar que uno no huye buscando dónde pagar menos. Uno asume que tiene que pagar impuestos, de lo que se trata es de que no haya sorpresas.
-En cambio, en la Argentina, con la alta inflación, manda la incertidumbre.
-Sí. El problema que tiene mi empresa es que tiene una inflación en dólares. Las cosas aumentan en dólares y nosotros facturamos en esa moneda. Vemos un aumento de costos permanente y una pérdida de competitividad de la producción agrícola frente a otros países. Esto provoca que tengamos una rentabilidad decreciente. Y obviamente esto influye, dado que las decisiones de inversión están vinculadas con la rentabilidad, las perspectivas, las proyecciones y las facilidades. Además, la inflación afecta a los más pobres, a los asalariados. Es una forma de quitarle valor al salario y poner más gente en un estado de pobreza. Todos estamos preocupados, nadie quiere tener inflación.
-Uno de los debates que resurgieron es el del tipo de cambio. Lo cierto es que cuanto más se retrasa, más favorece la compra de agroinsumos. Sin embargo, representantes del agro hace meses pedían devaluar…
-El tipo de cambio, en lo que se refiere a producción agrícola, no tiene incidencia en la competitividad, porque el 90% de los costos están dolarizados. Ahora, el otro negocio son los servicios y éstos son intensivos en la utilización de mano de obra. Y ahí sí pega, dado que hay una inflación en dólares. De hecho, el 70% de la actividad que llevamos adelante es provisión de servicios, no la producción. Nuestro principal negocio es proveer servicios a productores, la mayoría pequeños y medianos. Aclaro cuáles son los servicios, porque siempre parece algo intangible: facilitamos la logística, damos financiación, gestión del riesgo –climáticos, de precios, de tipo de cambio, etc- y también transferencia tecnológica.
-Continuamente, usted se mostró partidario de un Mercosur unido para salir a vender alimentos al mundo. Sin embargo, lo que falta hoy es unión…
-La Argentina si no se integra a nivel regional no puede aspirar a ser relevante ni competitivo a nivel global. Tenemos que dar un paso muy importante en esta alianza rápida y profunda con Brasil. Es necesario derribar muchas barreras al comercio, al trabajo. Tenemos que generar empresas muy integradas. Esto sería beneficioso para los que exportamos, porque pasaríamos a tener más poder de negociación global: es muy distinto ir a pelearle a China nosotros solos que si lo hacemos con Brasil. Por otra parte, los que piensan más en el consumo interno, saldrían beneficiados, dado que el gran mercado interno que tiene la Argentina es el país vecino. Nosotros no podemos seguir pensando en los 40 millones de habitantes que tenemos, el mercado interno son los 300 millones de habitantes de la región. Tenemos que ir a una convergencia macroeconómica, a armar una gran región.
-Pero esto choca con medidas cortoplacistas, como frenar las mportaciones de alimentos.
-El proteccionismo no es un instrumento que haya que descartar. Yo creo que es un instrumento que hay que saber utilizarlo en el corto plazo y para que esto suceda tiene que haber un horizonte. Si yo uso el proteccionismo sin definir cuándo termina, no sirve. Si en cambio impongo barreras durante cuatro años, para que la empresas se puedan volver más competitivas, eso es viable. El problema es que no podemos ser permanentemente proteccionistas de industrias que son menos competitivas, por más que generen mano de obra, porque eso perjudica al consumidor. En el fondo, se vuelve contra nosotros. Tener industrias que no producen bienes y servicios de calidad global y a costos globales, va contra los consumidores. Por un lado protegés a un grupo y por otro perjudicás a una masa mucho mayor.
-¿Es optimista en relación a la negociación con la Unión Europea?
-Desde la región hay que negociar con todos. Allá donde estén nuestros clientes, hay que arreglar. Con Europa, China, India o Estados Unidos. Pero tenemos que arreglar como región, como bloque, no individualmente. Además, los principales interesados somos los argentinos, no los brasileños.
-¿Le genera temor la postura del candidato opositor brasileño a la presidencia, que continuamente dispara contra el Mercosur?
-No. (José) Serra tiene menos tolerancia que el PT de Lula a los problemas de la Argentina. Pero la dirección creo que ellos la tienen clara. El problema de la integración es mucho mayor para la Argentina que para Brasil, porque los que más necesitamos esto somos nosotros. Igualmente Brasil también requiere de la integración porque no se puede ser potencia mundial si antes no se es potencia regional y si tiene conflictos dentro de casa.
-¿Cómo está perjudicándo al sector el conflicto con China por el aceite de soja?
-No es un perjuicio particular, es un perjuicio al sistema. El hecho de que se caiga el principal comprador de un producto relevante, es grave. ¿Lo podés reemplazar por otro? Si, porque el mundo está corto de aceite. Si no te compra China, te va a comprar la India o Vietnam. Los ´aceitedependientes´ no somos los argentinos, son los que compran. El tema es que se te va una opción para poder pelear las cotizaciones. Esto genera que los precios relativos de la soja en la Argentina sean menores que en Brasil o Estados Unidos. Esto es grave porque mañana puede ser la harina u otra cosa. No podemos tener conflictos con un cliente relevante.
-¿Entonces asocia esta crisis con represalias?
-Son varias causas. Primero pensé que las represalias no eran tan importantes. Suponía que era más que nada una táctica para que bajen los precios. Sin embargo, ahora veo que tiene que ver más con un proceso de retaliación dado el impedimento al ingreso de ciertos productos a la Argentina. Repito, está bien proteger a ciertos sectores, pero esto debe ser parte de una estrategia a largo plazo. Podemos proteger y financiar para que cambien maquinarias durante 3 o 4 años, puedo generar una reconversión, pero tiene que tener un límite determinado. Y esto debería ser parte de la negociación con China: mostrarles cómo se piensa reorientar a estas industrias nacionales, pedirles unos años para hacerlo. Mientras tanto, hay que venderles soja y aceite, pero también es necesario negociar para que abran el mercado a pollos, lácteos.
-¿Cómo ve el escenario para los precios de las commodities?
-Lo que vemos es una estructura de mercado distinta. El precio de la soja en Chicago en los ´90 estaba entre 150 y 250 dólares la tonelada. A partir de una convergencia de mayor demanda de aceites y biocombustibles, el rango de precios pasó a ser de de 300 a 400 dólares, el doble. En este contexto, los precios pueden subir y bajar, pero siempre se van a enmarcar en esa franja. Si el programa de etanol en los EEUU sigue creciendo y el corte pasa al 15% y se sostiene la demanda de proteínas, es probable que ese rango siga creciendo. El problema es que, que suba el precio no quiere decir que al productor le vaya mejor, porque acá sube el precio pero cómo se redistribuye es otra historia. El productor no va a ganar mucho más, porque también aumentan los agroquímicos, las retenciones. En definitiva, el problema no es cómo se redistribuye la renta, sino qué se hace con la renta.
Juan Diego Wasilevsky
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FUENTE: INFOBAE