La planta de biodiésel con más ayudas está parada.
Plantas de biodiésel dejan de fabricar y pasan a almacenar material importado, JULIA RODRÍGUEZ – A Coruña.
La burbuja de los biocombustibles comienza a desinflarse. Y lo hace en Galicia a través de una reconversión de urgencia que pasa por adaptar las plantas para almacenar las importaciones de producto terminado, en vez de procesar aquí los aceites de soja o de palma, la materia prima del biodiésel. Entabán, la segunda planta con mayor capacidad instalada, preparada para producir 200.000 toneladas, acusa especialmente la situación del sector.
Los trabajadores denuncian una drástica reducción de plantilla, un 40% desde que abrió sus puertas, en 2008, hasta contar en estos momentos con 18 operarios. «Nos limitamos a hacer labores de mantenimiento, en unas instalaciones que se han convertido en un simple almacén de biodiésel importando», denuncia Víctor Manuel Casteleiro, de CC OO. La dirección de la compañía alude a una «situación de subsistencia», en palabras del ejecutivo Javier Bouza. «Ya que debemos sacar margen a las importaciones, y es por ello que no siempre producimos», justifica.
Esa «temporalidad» a la que alude Bouza no le impide tener «buenas perspectivas» para el próximo año, cuando está previsto que se recupere el mercado de la mano de un decreto del Ministerio de Industria que regulará las especificaciones del combustible verde y aumentará el porcentaje obligatorio de su mezcla en el producto final, el que va al consumidor.
Entabán es la punta de un iceberg que se tambalea, con inversiones millonarias en los últimos años, a las que acompañaron fuertes ayudas públicas. De hecho, fue la iniciativa más subvencionada por el Instituto Galego de Promoción Económica (Igape), que en dos años había destinado hasta 14,6 millones para apoyar proyectos subvencionables por importe de 110,7 millones. En concreto, sobre una inversión justificada de 29,9 millones de euros, la compañía recibió del Igape 4,49 millones. Ese importe, según los propios números de organismo dependiente de la Consellería de Economía, es proporcionalmente superior al apoyo público que recibió la mayor planta instalada en Galicia, Infinita Renovables, también en Ferrol, con 4,9 millones en ayudas para un proyecto mucho mayor, de 49,9 millones.
Con 300.000 toneladas de capacidad instalada, el director general de Infinita, Rafael Lorenzo, explica que están al 40% o 50% de su techo seis meses después de haber comenzado a producir, debido en gran medida a «una situación generalizada», en la que resisten como pueden, en su caso «gracias a una capacidad de compra mayor, por pertenecer a un grupo».
Frente a Infinita Renovables, la planta de Entabán, en la que como mucho se dedican a «incorporar aditivos al biodiésel importado», según su responsable sindical, afronta un momento «especialmente delicado», asegura Javier Bouza, su director, «que no impide ser optimistas». Esa reconversión silenciosa que afronta el sector de los biocombustibles gallego tiene otros referentes en forma de retrasos. Es el caso de Biocarburantes Peninsulares, que desde hace más de dos años tramita las licencias para levantar otra planta en el polígono de Río do Pozo, en Narón. José Manuel Escolar, su director financiero, advierte que están con las pruebas y pronto comenzarán la fase de producción, «con la licencia de apertura solicitada», señala. La compañía tenía previsto haber iniciado su producción en enero del año pasado, con una capacidad de transformación de 103.000 toneladas. La inversión subvencionable estaba fijada en 19,2 millones de euros. Para ello, el Igape acordó apoyar la iniciativa con otros 2,9 millones. «Ha habido retrasos, pero también según lo previsto», se limita a explicar Escolar.
Las plantas de Entabán e Infinita Renovables, la primera con participación de varias cajas de ahorros y la segunda controlada por el grupo constructor Isolux Corsán, son actualmente las de mayor capacidad de Galicia, y ubicadas a escasos metros, en el puerto exterior de Ferrol. Se pusieron en marcha con un año de diferencia. Cuando inauguró las instalaciones de Entabán, en junio de 2008, el entonces presidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, anunció pletórico que «Ferrol y Galicia firmarán el liderazgo nacional en la producción de biocombustibles con el 43,6% de la fabricación prevista en el Plan de Energías Renovables», con unas previsiones que alcanzaban las 700.000 toneladas de producción contando con la suma de todos los otros proyectos a poner en marcha en el área de Ferrolterra.
Sin embargo, las importaciones masivas desde Argentina y Estados Unidos, subvencionadas en origen, han inundado el mercado a un precio muy inferior a lo que cuesta producir en las plantas europeas el combustible verde. «El 80% del coste de producción lo representan las materias primas», explica Rafael Lorenzo, el director general de Infinita. La compañía cuenta con 60 operarios en la planta ferrolana. «El aceite de soja lo traemos de Argentina y Brasil, mientras que el de palma procede de Malasia e Indonesia, los principales productores mundiales», razona. Desde Entabán, Javier Bouza prefiere no dar detalle alguno sobre su proyecto.
El 70% del producto viene de fuera
España es el país de la UE que más incrementó su capacidad para producir biodiésel durante 2009. En sólo cuatro años, el número de plantas se ha multiplicado por siete. En 2008 comenzaron los problemas por las importaciones, pero ya se habían acometido muchas de las inversiones previstas. Actualmente hay unas 53 plantas de biodiésel repartidas por territorio nacional, siete veces más que en 2005. Castilla-La Mancha es la comunidad que concentra el mayor número de instalaciones, 11, seguida de Andalucía (ocho) y Galicia (seis).
La cautela con la que los directivos de las compañías asentadas en Galicia valoran la situación del sector se aleja mucho de la crudeza del análisis de su patronal. A juicio de Roderic Miralles, el presidente de la asociación de productores de biocombustibles, «cuando el biodiésel que se consume mayoritariamente en España viene del extranjero, aprovechándose de subvenciones, mientras las plantas productoras del país agonizan, es evidente que la política española de biocarburantes está fallando gravemente».
Según datos de APPA Biocarburantes, el año pasado la mitad de las 36 plantas abiertas en los últimos años estaban completamente paradas, tras haberse invertido más de 600 millones de euros y creado unos 1.000 empleos, «mientras que la mayoría de las que siguen operando lo hacen muy por debajo de su capacidad», advierten. Según sus cálculos, el ratio medio de producción sobre capacidad instalada se llegó a situar en el 9%, «lo que resulta incompatible con la supervivencia del sector». La importación de biodiésel subvencionado de Estados Unidos y otros países se ha hecho con el 71% del mercado español.
FUENTE: EL PAIS/ESPAÑA