No fue el clima sino los chinos los que están provocando los dolores de cabeza de esta campaña.
Contra todos los pronósticos, el clima apunta a sacarse un «muy bien 10» en conducta. Hasta el momento se viene portando a las mil maravillas, como siguiendo un guión perfecto. Porque cuando tenía que llover, llovió. Y por estos días dejó de llover para permitir la operación de cosecha.
Por suerte no se está cumpliendo ninguna de las estimaciones que predecían que los chacareros iban a sufrir más de la cuenta en la recolección por la abundante caída de agua. Los primeros lotes se cosecharon con altos niveles de humedad con la idea de anticiparse y asegurar el grano contra ese tipo de contratiempos.
Gracias a estas condiciones ideales del clima se están logrando rindes de excepción. Según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, con algo más del 50% de la superficie cosechada el promedio de rinde de los maíces es de 95 quintales, en la zona núcleo se llega a los 105 quintales, y se calcula que al final de la campaña se promedie los 84 quintales, lo que es todo un récord. Con la soja pasaría algo parecido aunque sin alcanzar rendimientos tan espectaculares. Por ahora con el 15% de la superficie cosechada los rindes se ubican alrededor de los 35 quintales. Terminaría promediando a nivel nacional los 30 quintales.
¿Se gana plata, entonces? Ese es otro cantar. Diferentes cálculos privados ubican los rindes de indiferencia en campos alquilados en los 90 quintales para el maíz y en los 30 quintales para la soja. El 35% de retenciones a la soja hace que las cuentas finales de la campaña tenga nuevamente al mismo ganador: el Estado nacional. A los productores les quedará el conocido espectáculo de ver como la gran cantidad de plata que supieron generar pasa frente a sus narices y sólo un pequeño porcentaje queda finalmente libre y en sus bolsillos.
No es descabellado pensar que el reclamo de los productores sobre el nivel de las retenciones vuelva a escena en las próximas semanas. A la Comisión de Enlace ya están llegando las presiones de las bases.
Así que el problema de esta campaña agrícola no esta en la recolección, como se suponía, ni en la producción que experimentará un buen salto de las 61 millones de la campaña pasada a las 90 millones de la actual.
Tenían que ser los chinos los que aguaran la campaña. El 1° de abril impusieron restricciones a las compras de aceite de soja argentina por razones sanitarias.
La disposición china frena la importación de aceites de soja que contengan más de cien partes por millón de residuos de hexano, un solvente utilizado en el proceso de extracción. Con las 2 millones de toneladas de aceite de soja que nos compra China se ponen en juego 1400 millones de dólares en las que el fisco perdería 600 millones en concepto de retenciones.
De este total, las toneladas de aceite más amenazadas por la medida serían las que se reservaron para ser enviadas durante los meses de abril, mayo y junio, que serían cerca de seiscientas mil.
Por el momento no se sabe a ciencia cierta si la decisión china se mantendrá por los próximos días, semanas, meses o años. Al canciller Jorge Taiana no le fue nada bien en la reunión que mantuvo con el embajador Gang Zeng donde le pidió la suspensión de la restricción aduanera. No recibió más que una sonrisa diplomática y una promesa de gestión bastante vaga.
Sin embargo, hay quienes apuestan a que todo el conflicto se reducirá a un amague momentáneo, a una chicana comercial. Razonan que el conflicto se resolverá en breve debido a la dependencia que tienen China por el aceite importado y la condición de Argentina como el principal proveedor mundial.
Sobre las causas que motivaron a los chinos a restringir sus compras se han generado todo tipo de hipótesis. Algunas responden a los intereses políticos y diplomáticos puestos en juego y otros a los puramente comerciales. ¿Fue por la cancelación del viaje de la presidenta Cristina Kirchner a China meses atrás? ¿Por la poca importancia que la Argentina le asigna a la Expo Universal en Shanghai? ¿Fue una represalia por las restricciones impuestas por la Argentina a sus exportaciones de textiles y calzados chinos? ¿Por los niveles récord de inventarios de aceites y granos de soja que tiene China? ¿O por los problemas de sus procesadores?
Todas deben tener alguna parte de la razón. Pero al sumarlas descubren que la relación y el objetivo estratégico más importante que tiene nuestro país necesita un cambio y una revisión urgente.
Por Félix Sammartino
FUENTE: DIARIO LA NACION