biocarburantes

Entrevista a Miguel Dabdoub, coordinador del programa Biodiesel del Gobierno de Brasil

biodiesel-brasil-bioenergia«Brasil es el único país que puede competir en biodiésel con la gasolina».

Este doctor en Química Orgánica ocupa el corazón de la estrategia de negocio de Brasil en biocombustibles, un sector en el que este país ya es líder mundial y que puja por crear un mercado global de bioenergía.

Su aspecto pausado y dulce esconde una expresión ágil y un análisis lúcido del camino que está recorriendo el mercado de los biocombustibles, al que Brasil se ha sumado el último. Este país quería seguir la huella de Francia y Alemania, líderes europeos, y en apenas 30 años ha tomado el relevo y se ha erigido en líder mundial de este sector.

Este doctor en Química Orgánica está al frente del proyecto Biodiésel Brasil, la estrategia del Gobierno de Lula para convertir el bioetanol en parte del mix energético mundial del futuro y mantener a Brasil al frente de esa expansión.

Dabdoub ha recorrido estos días varias universidades españolas y empresas de biocombustibles para hablar del milagro brasileño e intercambiar experiencias sobre este sector, de la mano de la Fundación Cultural Hispano Brasileña.

Miguel Dabdoub ha pasado los dos últimos años metido hasta el tuétano en el desarrollo de su hercúlea misión, en la que también participan 28 empresas, la mayoría del sector automovilístico y energético y cinco universidades brasileñas.

Su mayor reto ha sido desmontar los que él llama «mitos» sobre los biocombustibles, a los que ahora ha ganado prácticamente la batalla.

El más mediático de aquellos fantasmas fue el que llegó en 2009, cuando desde organismos internacionales como la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, gigantes de la industria agroalimentaria y energética y muchos Gobiernos, saltó la alarma de que la creciente demanda de estos carburantes, obtenidos a base de alimentos vegetales, era la responsable de la explosión del precio de los alimentos.

«Aquello fue fruto de la especulación, y no sólo financiera. ¿Quién es el mayor responsable, el petróleo, que está presente en todo el proceso alimentario, o los biocombustibles, cuyo consumo no supera el 5%?». El salto exponencial del precio del barril de Brent, de 25 a 100 dólares entre 2003 y 2007, «significó que el dólar perdió su valor. Esa fue la realidad de la inflación en el mercado alimentario».

Sin embargo, ¿es deseable que el modelo energético futuro se vincule a los recursos alimentarios? Dabdoub sonríe levemente antes de disfrutar con su respuesta. De nuevo un fantasma que arrollar: «Yo creo que los biocombustibles no deben competir con los alimentos, es más, no lo hacen. Cuando se muele una tonelada de soja para obtener biodiésel, el 20% es aceite», explica, que puede destinarse a alimento o a energía.

«El 80% restante es proteína para hacer leche, carne o pienso para los animales. De modo que, si produzco más biocombustibles, estaré generando más alimentos». Brasil resolvió este dilema en los años setenta, cuando decidió apostar por el bioetanol a base de caña de azúcar como alternativa a su dependencia del crudo extranjero.

«Este sector, que nació con subsidios y una inversión de 20.000 millones de dólares, hoy obtiene un retorno de inversión de 140.000 millones. Los productores han dejado de reclamar ayudas públicas, ganan más e invierten más, y eso ha hecho que el mercado crezca, también hoy, pese a la crisis».

Por ello Brasil se ha alzado en líder de este jugoso mercado. «Es el único país del mundo en este momento que tiene un biocombustible que puede competir directamente con el combustible fósil equivalente. El bioetanol compite con la gasolina porque es más barato, porque no necesita subsidios».

El clima tropical es el otro gran aliado de la estrategia brasileña, que permite el cultivo de caña de azúcar en óptimas condiciones y en gigantescas extensiones de terreno. «La ganancia energética es mucho mayor con la caña de azúcar. De una unidad energética podemos recuperar diez». La diferencia es muy significativa respecto al maíz y al cereal que emplean Estados Unidos y Europa, respectivamente, de los que se obtienen, por cada unidad productiva, entre 1,8 y 2,3 unidades.

El éxito de Brasil también pasa por el ingenio de su base energética, «que no tiene una matriz fósil pura. No existen gasolinas ni gasóleos puros, todo el combustible es mezclado por ley con un mínimo de 24% de etanol y, el gasóleo es mezclado con 5% mínimo de biodiésel».

Brasil juega además con una baza determinante. Petrobras controla la producción de crudo. Las empresas extranjeras, que como Repsol, Texaco, Exxon o Shell están presentes en suelo brasileño, explotan y distribuyen el crudo, pero no controlan el refino. «La industria petrolera ha pasado a interesarse por los biocombustibles de Brasil, para entrar en el sector productivo».

«España debería consolidar su mercado»

La apuesta brasileña aspira a crear un mercado global de biocombustibles liderado por Brasil. Por ello, y desde un punto estrictamente estratégico, «es necesario que los países que entran en el mercado del biodiésel consoliden su producción local. Es la única forma de que podamos tener un mercado global», explica Dabdoub.

El capitalismo salvaje, explica este científico, ha roto la conexión entre comprador y cliente, buscando un solo ganador en la batalla. «Podríamos decir que, en los biocombustibles, el que tiene que ganar soy yo, pero sí me interesa lo que pase con mi comprador, porque si no sigue generando recursos, el día de mañana lo pierdo como cliente».

El problema en Europa es que «se ha generado una industria que emplea el aceite para biocombustible importado. España, con capacidad agrícola, debería incentivar el desarrollo parcial de su industria».

Si los países europeos aseguran un porcentaje de actividad, «es mejor para nosotros, porque el productor local defenderá el mercado y Brasil podrá exportar, generando un mercado global». Así se eliminarían las barreras a la exportación, en concreto en Estados Unidos, que limita la importación de biodiésel brasileño, «y se diversificarían las fuentes de abastecimiento, creando una commodity real».

El Gobierno brasileño estimó en 2007 que en 2015 se igualaría el consumo de etanol al de gasolina. En 2009 ese objetivo ya se había cumplido. Hoy Brasil produce 28.000 millones de litros de bioetanol y cuenta con 347 fábricas.

 Fuente: Cinco días

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