A semanas de la cumbre mundial en Copenhague, en la Argentina aún faltan políticas públicas integrales, apostar por las energías alternativas y mejorar la eficiencia energética. Lo que están haciendo las empresas y las ONG, y consejos prácticos para que todos puedan cuidar el planeta en su día a día.
¿Crisis u oportunidad? En esa dialéctica se debaten los expertos que estudian el fenómeno del aumento de la temperatura planetaria que provoca el calentamiento global.
Si bien la información científica disponible da cuenta de la probabilidad de crecimientos en la frecuencia de fenómenos extremos -inundaciones en algunos puntos geográficos y prolongadas sequías en otras latitudes-, estos cambios pueden ser aprovechados si existe una política de Estado que se adapte a la nueva realidad.
«La gente tiene que entender que el cambio climático es algo natural y tiene que ver con la evolución de la Tierra. Pero el problema es que la vida del hombre, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, está en colisión con el sostenimiento del planeta. Este choque está haciendo que el hombre genere cambios que la naturaleza no soporta. El problema no es el cambio, sino la velocidad del mismo», explica Pablo Canziani, director del Programa de Estudios de Procesos Atmosféricos en el Cambio Global (Pepacg) de la Universidad Católica Argentina.
«Va a existir un corrimiento de las fronteras agropecuarias», asegura el experto. Es decir que donde hoy se siembra un cultivo, mañana quizá no habrá posibilidades por los cambios que traerá el clima. Y da un ejemplo: en Comodoro Rivadavia hoy se podrían cultivar vides. A eso se suma el flagelo de la sobreexplotación. «Hoy tenemos zonas de la pampa húmeda que han perdido el 90% de los recursos naturales del suelo», cuenta Canziani.
El científico asegura, en ese sentido, que «el costo de la inacción es mucho mayor que el costo de la prevención». Sin embargo, para que esto realmente llegue a suceder es necesario un esfuerzo global que consiga frenar el calentamiento de la Tierra en menos de 2°C. La urgencia de estas medidas se comprende si se toma en cuenta que, desde 1990, las temperaturas promedio se han elevado en 0,8°C.
«Las medidas para revertir una crisis deben ser urgentes, siempre y cuando el cambio climático sea moderado», afirma Canziani.
Políticas insuficientes
Respecto de las políticas adoptadas en el país hasta el momento, el científico no derrocha elogios: «Tenemos que empezar a trabajar de manera mancomunada con el Estado, con las empresas y el sector científico. Hay una postura desde el sector empresarial que tenemos que combatir. El desarrollo en la Argentina se hace sin ninguna participación del sistema científico».
Y da algunos ejemplos, como el escaso nivel de atención que le han prestado algunos sectores agropecuarios a los estudios del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) sobre el manejo del suelo, muchos de los cuales podrían haber prevenido las brutales sequías que hoy padecen varias provincias. Tal como lo asegura el científico, es notable la poca actividad interdisciplinaria en el país en materia de cambio climático.
Un reciente informe difundido por la Auditoría General de la Nación (AGN) da cuenta de que el área de Desarrollo Sustentable, que depende de la Secretaría de Ambiente de la Nación, no elabora planes que incluyan el uso de energías limpias. Según la AGN, «la variable energética prácticamente no está contemplada» en la subsecretaría, tanto que tampoco se hacen investigaciones para obtener nuevos combustibles de bajo impacto ambiental.
El informe habla de la «necesidad de jerarquizar el tema», porque hay oficinas casi sin empleados y programas que no se ejecutan por falta de financiamiento.
En el desarrollo de los biocombustibles, Canziani dice que la Argentina tiene un potencial enorme; sin embargo, según su criterio, el enfoque es equivocado. «Se ha puesto un esfuerzo grande en el desarrollo de biocombustibles de primera generación (a partir de alimentos) que producen un gran impacto ambiental. Habría que poner el acento en los de segunda y tercera generación, que se consiguen en a base de sustancias no alimenticias y residuos.»
Tal es el caso del biogás. «Hay un proyecto en Olavarría en donde se rescata biogás de un relleno sanitario y se inyecta en la red domiciliaria con un aporte interesante», agrega.
Eficiencia energética
El otro tema central sobre el que habría que trabajar en el país para combatir el cambio climático es en la eficiencia energética. Ese es uno de los puntos centrales de la campaña que encabeza la Fundación Vida Silvestre Argentina, capítulo local de la Worldwide Wildlife Fund (WWF).
«Es vital que comencemos a pensar políticas que apunten a la buena utilización de los recursos naturales. Está muy bien la ley que obliga a cambiar las lámparas incandescentes por las de bajo consumo, pero no es suficiente», indica Diego Moreno, director general de Vida Silvestre Argentina.
Estas iniciativas locales son fundamentales si se quiere conseguir buenos frutos de los acuerdos internacionales que pueden lograrse en materia de cambio climático. Aunque el panorama no es alentador para que en la ciudad de Copenhague, Dinamarca, los líderes mundiales sellen un acuerdo superador al Protocolo de Kyoto respecto de los compromisos para reducir gases de efecto invernadero, la Argentina debe comenzar a trabajar seriamente en el tema para tener un mejor punto de partida cuando los consensos se concreten.
El debate más áspero a nivel internacional se centra en la cantidad de dinero que deberán aportar los países desarrollados para transferir tecnología a los que están en vías de desarrollo.
Ese Fondo de Mitigación y Adaptación al cambio climático debería alimentarse con dinero de los países desarrollados. Las cifras en discusión van de los 63.000 millones de dólares a los 100.000 millones anuales de 2013 a 2017.
Respecto de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, la apuesta es superar lo previsto por el Protocolo de Kyoto, que vence en 2012, y cuyos parámetros ya no serán alcanzados. En ese sentido los países europeos se comprometen a reducir un 20% las emisiones respecto de 1990.
Sin embargo, los Estados Unidos aún no se pronunciaron al respecto y los países africanos amenazan con boicotear la cumbre de Copenhague.
«Es esencial que todos los países en desarrollo, que forman el G-77, como la Argentina, tengan acceso a la financiación mundial para la mitigación de gases de efecto invernadero y la adaptación a los impactos del cambio climático», expresó Sarah Jones, directora de Programas Internacionales de FVSA.
Lento avance
Mientras tanto, el reemplazo de los combustibles fósiles por las energías renovables como la solar, la eólica, la geotérmica, la mareomotriz o la biomasa avanzan lentamente.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) alertó que la demanda mundial de energía aumentará un 40% en 2030. La AIE asegura que «contener el cambio climático es posible», pero que requerirá «una profunda transformación del sector de la energía». Y propone que para 2030, el 37% de la electricidad mundial provenga de las energías renovables, que el 18% corresponda a la producción nuclear y que el carbono sólo represente el 5%.
Alfredo Esteves, investigador del Conicet de la Universidad de Mendoza y presidente de la Asociación Argentina de Energías Renovables y Ambiente, sostiene que la crisis energética que comenzó en 2001 se prolongó innecesariamente. «Hoy se debe recurrir a aumentos de tarifas (por eliminación de subsidios) para paliar los fondos que se precisan para cubrir lo necesario para la provisión de la energía», dice.
El Gobierno lanzó el programa Generación de fuentes renovables (Genren), cuyo objetivo para 2016 es contar con el Sistema Interconectado Nacional con un abastecimiento de energía renovable equivalente al 8% de la demanda.
Para conseguirlo, la estatal Enarsa licitará 1000 megavatios (MW) de energía renovable (en módulos de 50 MW) en contratos a 15 años. Además se reglamentó la ley 26.190 que establece incentivos fiscales, desgravaciones impositivas y remuneraciones diferenciales para las inversiones destinadas a la construcción de usinas. Sin embargo, esa cifra en ese plazo parece poco. Fuentes del sector explican que 1000 MW es lo que la Argentina debería agregar al año con un crecimiento del 5% anual. Esa potencia serviría para abastecer a las ciudades de Córdoba y Carlos Paz. Para tener una idea, la central nuclear de Atucha genera 350 MW.
En la actualidad la participación de las energías renovables en la matriz energética es del 5%. Y más del 80% de la torta lo ocupan combustibles fósiles como el gas y el carbón.
Hace dos meses, Greenpeace presentó el informe [R]evolución Energética en el que propone un 20% de participación de energías limpias en 2020, más de un 30% para 2030 y 60% para 2050.
«Si tomamos el costo general, en la actualidad la Argentina está pagando 10.000 millones de dólares anuales para la generación de electricidad de todo el país. Este costo va a aumentar considerablemente: en 2030 será de 30.000 millones y de 60.000 millones para 2050. En el escenario alternativo, el costo va a aumentar a 30.000 millones de dólares, o sea la mitad de lo que va a aumentar en el escenario de referencia», dijo el coordinador de la Unidad de Energía y Clima de Greenpeace Internacional, Sven Teske. Ese modelo propone inversiones e incentivos para las nuevas tecnologías con inversiones anuales de 700 millones de dólares, sumados a aportes internacionales.
Depende del cristal con el que se mire este nuevo escenario puede traducirse en crisis o en oportunidad. Es hora de decidir.
Por Laura Rocha
De la Redacción de LA NACION
Fuente: La Nación