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Los biocombustibles son sustitutos del gasoil y de la nafta que se fabrican en Córdoba con soja (se llama biodiésel) o con maíz (se llama bioetanol). Algunos ambientalistas los odian porque dicen que elevan el precio de los granos y por esa vía favorecen que cada vez más montes nativos se dediquen a la agricultura. Pero otros los valoran mucho porque reemplazan al petróleo.
Y explican que cuando extraemos petróleo agregamos más carbón a la atmósfera. En cambio, cuando quemamos biodiésel o etanol o agregamos carbón, porque las plantas de soja y maíz en cada cosecha captan el mismo carbono de la atmósfera.
Para Córdoba, que es una gran productora de maíz y soja, pasar del petróleo a los biocombustibles es un gran negocio, económico y ecológico. Más negocio que en Santa Fe, porque estamos lejos de los puertos. Por ejemplo, para llevar un camión de maíz a Rosario el camionero se queda con 16% de la carga.
Entonces tiene sentido transformar localmente los granos en biocombustibles. Más cuando hay que pagar regalías a las provincias petroleras o cuando los combustibles se encarecen o escasean, como pasa ahora con el gasoil. Es lo que ayer alentó el gobernador Juan Schiaretti al anunciar que la flota oficial de autos pasará a usar biodiésel 100% y créditos para que se instalen 20 nuevas plantas de biodiésel.
Pero eso no es sencillo. La ley argentina no permite a las estaciones de servicio vender nafta o gasoil con una mezcla mayor de etanol o biodiésel que la que fija la Nación en beneficio de las petroleras. Una especie de «ley seca», pese a que los motores diésel ya pueden funcionar a full con biodiésel y ya se fabrican en Argentina coches que van a Brasil donde pueden funcionar con hasta 85% de etanol pero acá no se permiten por capricho. Córdoba reclama que se libere a las estaciones y que se puedan vender acá los mismos autos que van a Brasil.
Mientras tanto, hace una trampita con el biodiésel. La Provincia promueve el uso de biodiésel al 100% para «autoconsumo». Es decir, yo me lo fabrico, yo lo consumo. No hay comercio involucrado. Y hace una segunda trampita: permite la maquila. Es decir, un productor sojero, por ejemplo, puede llevarle su grano a un fabricante de biodiésel para que éste se lo procese cobrándole por el trabajo. Un «autoconsumo blue», digamos. Hay una tercera trampita: la carga impositiva es algo menor a la de los combustibles tradicionales. Y hay una cuarta trampita: una industria de Marcos Juárez ya desarrolló un surtidor móvil para quienes fabriquen biodiésel a pedido. No van a ser estaciones de servicio pero se van a parecer más que bastante.
por Adrián Simioni
FUENTE: CADENA 3