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AGROINDUSTRIA ARGENTINA: VIVIR CON LO NUESTRO, UNA BUENA IDEA

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El autor plantea, con esta frase, el desafío agroindustrial argentino: crear valor a partir de la riqueza de los recursos naturales. La Argentina sabe hacerlo, reconoce, para proyectarse al mundo.

El mundo brinda oportunidades para agregar valor. La industrialización de la soja es un buen ejemplo.

«Vivir con lo nuestro” ha sido – y en muchos ámbitos seguramente continua siendo- un concepto fuertemente arraigado en la discusión del desarrollo en la Argentina. A “prima face”, la idea se presenta como atractiva. ¿Austeridad, independencia, nacionalismo? No es difícil adherir a la idea. Pero la evidencia sobre como nos ha ido siguiendo ese precepto no parece sustentar el atractivo.

Treinta por ciento de pobreza, un país fuertemente desarticulado en su territorio y una historia de recurrentes crisis “terminales”, evidencian que vale la pena revisar un poco la idea.

El “vivir con lo nuestro”, se planteó en el marco de la discusión agricultura versus industria, y la consecuente necesidad de apoyar a la industria nacional, en el marco de una visión de progreso. Dado que es difícil poder argumentar en contra de ser austeros o independientes, no será que el problema ha estado en la “industria”, o mejor dicho en la identificación de cuál era “nuestra industria”, cuáles eran las actividades que íbamos a impulsar como “ganadoras” y protegerlas mientras llegaban a su madurez.

Tratamos con los textiles, los autos, los electrodomésticos, los electrónicos y celulares …… y conseguimos productos caros, alejados de la frontera tecnológica, e imposibles de vender mas allá de un mercado local fuertemente protegido y demasiado pequeño como para generar economías de escala y servir de plataforma para el crecimiento de la industria.

Según parece, el problema no estaba en “……. lo nuestro”, esta en la industria que elegimos; quizás en que caímos en la trampa de pensar que la agricultura y los recursos naturales, son lo “tradicional”, lo que hay que dejar atrás para ir hacia el progreso, representado por los colores brillantes de la “industria”.

Lo que no vimos es que la dicotomía agricultura – industria no era tal y que el secreto del éxito de la estrategia estaba en elegir una industria que se apalancara en la fortaleza agropecuaria. El tamaño del mercado para nuestra industria no lo daba el consumo interno, sino la potencia de nuestro sector agropecuario.

Nada nuevo, el desarrollo industrial americano en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, se apalancó en el crecimiento de su agricultura; muchos otros países se apalancaron en lo que saben hacer y son competitivos para estructurar sus economías usando los mercados mundiales como el espacio de oportunidades.

No lo vimos, pero la historia y los desafíos de lo que vienen permiten replantear la estrategia, ahora en un contexto donde las demandas globales y los avances en la ciencia y la tecnología, convergen para proponer a la industrialización de lo biológico como un camino no solo posible, sino como indispensable para poder hacer frente a las demandas en términos de seguridad alimentaria, reducción de pobreza y cambio climático que es necesario resolver en las próximas décadas.

El mundo necesita alimentos y nuevas opciones al uso de los recursos fósiles que han agotado su posibilidad de contribuir positivamente al desarrollo planetario, y la Argentina puede ser un actor estratégico en ese proceso y al mismo tiempo integrar mejor nuestro territorio y crear los empleos que hacen falta para derrotar a la pobreza. La base para hacerlo es una industria que apunta a crear valor a partir de los recursos naturales y lo que sabemos hacer.

Una industria que se define a partir de esos recursos y aprovecha la escala de la riqueza natural como plataforma para proyectarse al mundo.

En alguna medida se trata de repensar el futuro sin negar la experiencia que a finales del siglo XIX nos encaminó a ser una de las mayores economías del mundo, pero mirando a la industrialización de lo biológico y no solo ofreciendo commodities a las cadenas globales de valor.

Hoy las oportunidades de innovación e industria, de valor agregado y nuevos empleos, se dan tanto aguas arriba de la producción primaria como aguas abajo.

Una industria de múltiples dimensiones que integra los más diversos sectores del nomenclador industrial aprovechando la riqueza de nuestra diversidad territorial.

Una industria cuya lógica se define a partir de sumar competitividad a los sectores donde ya somos competitivos y no a aprovechar esa competitividad para compensar sus propias deficiencias.

Austeridad, independencia y nacionalismo sabiendo elegir qué industria, parece ser el secreto para “vivir con lo nuestro”.

Agroindustria

Eduardo Trigo

Especial para Clarín Rural

Nota de la redacción: El autor de este artículo es consultor en temas agropecuarios.

Fuente: Clarín Rural/Diario Clarín/Argentina

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