biocombustibles

Lula se juega su «revolución» del etanol en los predios de Obama

Lula-etanol-obama-biofuelsSe aferra a su uniforme de “emperador de los biocombustibles”. A la fuerza ahorcan. Apaga las luces rojas con las que recibió al nuevo presidente y busca en Barack Obama el milagro para su revolución del etanol, el que George Bush le negó y la UE le aleja. Por más que le dé cuerda en casa, un tercio de sus planes ‘verdes’ requieren del mercado exterior, ahora que ni los precios, ni la liquidez acompañan a los 25.000 millones de dólares de inversión.

Con Washington, el brasileño apunta al cielo de los subsidios, pero el ‘yes we can’ del nuevo inquilino de la Casa Rosada no pasa por los biocombustibles cariocas, al menos no sin las tasas a la importación. Brasilia le da cuerda a China y a la vía sarkoziana. El Elíseo ha prometido reactivar la Ronda de Doha, pero no tanto como para que la UE venza sus reticencias al etanol y el biodiésel. Lula lo sabe. Lo suficiente como para seguir engrasando el atajo caribeño para venderle a EE UU, para mirar a Pekín con la mano de las inversiones y las esperanzas del etanol de segunda generación tendidas hacia China y a Japón, llamado a convertirse en su tercer cliente. Y defender sus galones ante Colombia, Perú o Chile.

Obama y Lula se buscan las miradas. Y las intenciones. No es sólo el Palacio de Planalto el que predica las bondades del poderío brasileño. Es a Celso Amorim al primero que buscaron los de Hillary Clinton para destrabar los caminos de la región. Brasil será su introductor de embajadores ante Cuba, Venezuela, e incluso Argentina. Y Lula da Silva tratará de que no sea gratis, de que sus facturas con su mayor socio comercial y su principal receptor de biodiésel se cobren en sintonía con la revolución ‘verde’ de Obama. La reducción de las emisiones de carbono en un 80% hacia el año 2050, la disminución de la dependencia de las importaciones de petróleo, el desarrollo e implementación de tecnologías de energía limpia están llamados a abrirle las puertas al etanol foráneo, ahora que el horizonte estadounidense pasa por consumir 136 billones de litros de etanol en 2022, frente a los 30 billones (25 billones en Brasil). Brasil produce etanol a un costo aproximado de 0,83 dólares por galón, según el BM, mientras que el gasto en EE UU es de 1,09 dólares y en Europa 1,20.  Pero sólo Lula cree que debe ser etanol brasileño a base de caña de azúcar -más barato y menos contaminante- antes que el bioetanol de maíz producido en EEUU el que nutra el motor de los ‘sueños verdes’ de Obama.

Washington se ha resistido a la pica en Flandes de su etanol más barato y fácil de producir. En el ‘espacio común de fertilidad’ que Lula proclama no hay sitio para la rebaja del subsidio de 54 céntimos de dólar por galón de etanol importado de Brasil. Menos aún en la Farm Bill, aprobada a mediados del 2007 y que los demócratas han prometido mantener vigente hasta 2013.  El vecino del norte -primer productor mundial- está fascinado por el etanol y los biocombustibles, sobre todo porque ve en ellos una puerta para superar su dependencia del crudo, que para su desgracia estén en territorios poco amigos (Oriente Medio y, al sur del Río Grande en Venezuela, Ecuador y Bolivia). Pero no tanto como para abrir la puerta a las pretensiones de Lula si perjudican a sus productores nacionales. Las filas de Pelosi han dejado solo al gobernador de Florida, Charlie Crist, una isla en medio de un desierto internacional para los intereses de Lula. Su estado, que considera el etanol un asunto de «política estratégica» va a incrementar las importaciones desde tierras cariocas, estudia exigir que el 10% de la gasolina sea etanol y es el único que apoya a Brasilia en la campaña por la reducción del arancel de 0,54 centavos que Estados Unidos impone al etanol brasileño.

LAS BARRERAS DEL COMERCIO GLOBAL

La conquista de las economías en desarrollo a golpe de etanol no va a ser fácil como Brasilia cacareó. Amigos y socios sí. Más que eso, ni con permiso de la OMC. Aún así, Lula hincha a conciencia la burbuja del etanol, por más que se empeñen en explotarla la caída del precio del crudo- desde más de 150 dólares en el auge hasta unos 40 dólares por barril, los aranceles, las dificultades de suministro, las dudas en el mercado internacional sobre las ventajas de este biocombustible, y los recelos estadounidenses y europeos a comprar con las condiciones ventajosas que Lula quiere. Pero ahora que sus ambiciones hemisféricas se despejan, que los desmanes de Hugo Chávez, la impotencia energética de Evo Morales y los descubrimientos brasileños se lo han puesto fácil al desfile de esa otra ´revolución´ que iba a hacer de Brasil la ‘Arabia Saudita del biocombustible´, se ha convertido en un ángel caído, que en lugar de las promesas que le hizo George Bush de una OPEP del etanol, colecciona aranceles en EE UU.

Washington otorga 6.000 millones de dólares cada año a los biocombustibles y la UE 4.500 millones. En el gran teatro del comercio mundial, el del etanol se va a convertir en un duelo entre gigantes proteccionistas y, en ese contexto, Brasil no sería realista si hiciera planes sin contar con que va a topar con la piedra de las negociaciones en la OMC, donde Lula aspira a que los biocombustibles brasileños sean incluidos en la categoría de «productos ambientales» del Nuevo Tratado sobre Comercio Global, pero ni los 27 ni EE UU están por la labor de atender a esa peculiar aspiración. Y lo más probable es que, en un continente donde reinan algunos de los mayores productores mundiales de crudo,  los países andinos que benefician del Aptdea y algunos de los que han sellado también sus TLC con EE UU impongan duras condiciones, cuando no impedimentos al ‘plan B’ de Lula.

La Unión Europea dispuso el año pasado que para el 2020 el 10% de los combustibles contengan mezclas de origen biológico, en tanto que Estados Unidos se fijó el objetivo de producir 36,000 millones de galones (140,000 millones de litros) de etanol para el 2022, comparado con los 6,500 millones de galones del año pasado, que consumieron una cuarta parte de la cosecha de maíz que hubo en el país. Brasilia quiso hacer las ‘Europas’ por la puerta de Alcalá o a través del Arco del Triunfo. Ha buscado en los últimos meses una alfombra roja con la que despejar la producción y aprovechar las grietas del primer productor y consumidor mundial de biodiésel: la UE (produce el 75% mundial) que se ha propuesto para 2020 alcanzar el 10% de uso de estos carburantes para el transporte, aunque la crisis nuble ahora ese horizonte. Lo animaba la masa de inversores locales y extranjeros, con Italia, los Países Bajos y los nórdicos en cabeza, que han acudieron al ´panal de rica miel´ lulista.

La UE, que produce esencialmente biodiésel, está atrasada en la producción de biocombustibles. Pero la Agencia Europea del Medio Ambiente recomienda suspender el objetivo del 10% para los biocombustibles. Y en Inglaterra ha comenzado a regir el corte obligatorio de los combustibles con un 2,5% de sus pares ecológicos, pero Reino Unido está evaluando producir etanol en Mozambique. El brasileño sabe que el desembarco en el Viejo Continente será por un puente surcado de aranceles.

Salvo que sea de la mano de socios locales con los que esquivar los muros comerciales y fiscales para su biodiésel, diversificar, ahorrar, compartir riesgos, establecer plantas de producción en suelo europeo y hacerse con una catapulta con la que esquivar los aranceles. Repsol tenía todas las papeletas. Por ahora, sólo la lusa Galp puede colgarse los galones de socia productora con Petrobrás y embajadora de  su revolución verde en el Viejo Continente.

PISA EL ACELERADOR BRASILEÑO

Ajeno a esa tormenta exterior para el etanol brasileño, el Ejecutivo sigue favoreciendo incentivos e invirtiendo en tecnología y promoción del mercado. Lula da Silva afila en casa los sables de una revolución que se le afogona más allá de las tierras cariocas-. Hoy, cada litro de toda la gasolina consumida en el país tiene un  20% de etanol anhídrido, y el etanol puro también puede ser usado directamente en al menos siete millones de vehículos. Brasil posee además tierra suficiente para expandir la producción. Voluntad política y necesidad económica como para hacerlo desde un punto de vista estratégico. Y muchos sueños de grandeza. Invertirá unos 25.000 millones de dólares en nuevas plantas de etanol para atender una demanda interna de este carburante que crecerá en 150%  en una década, hasta llegar en 2017 a representar cerca del 80% del volumen total de combustibles líquidos consumidos en los vehículos livianos’ en tierras cariocas.

En julio entró en vigor la obligación de mezclar un 3,0 por ciento de biodiesel en el combustible convencional en las gasolineras, lo que supuso un ahorro de cerca de 976 millones de dólares para la balanza comercial del país. En números absolutos, la importación de diesel fósil aumentó un 36% con respecto a 2007, hasta los 4.000 millones de litros, por un valor de 4.900 millones de dólares. Para atender esta demanda será necesario expandir también la capacidad, con 246 nuevos ingenios y destiladoras en los próximos 10 años. Las inversiones en marcha incluyen además ductos para transportar el carburante desde los estados productores de Mato Grosso do Sul y Goias hasta puertos de embarque en el sureste del país. Y Petrobrás invertirá -hasta 2013- 2.400 millones de dólares (de los 174.400 de su presupuesto) a expandir el etanol y los biocombustibles.

En su Plan Nacional de Agroenergía, sigue empeñado en tirar la casa por la ventana y esperar que estadounidenses, italianos, japoneses y holandeses se emborrachen con su ‘samba’. El principal productor de etanol en el planeta buscará tener 409 instalaciones, a través de una inversión de 14.600 millones de dólares. Una nueva fábrica cada mes. Pero su revolución del etanol se sueña en un entorno de un crecimiento promedio de la economía brasileña de 5,0% anual en la próxima década, con un precio promedio del petróleo de 85 dólares por barril, y siempre que la flota brasileña de vehículos pase de los actuales 23 millones de unidades hasta 37 millones en 2017. Está previsto que las exportaciones se dupliquen desde los actuales 4.200 millones de litros hasta 8.300 millones de litros en 2017, gracias principalmente a una mayor demanda de Japón que consumirá más de un tercio (3.000 millones de litros) de ese volumen. Una ecuación en a que a Lula le baila ya más de una variable.

Los inversores privados nadan en la cautela, ahora que ven que Eldorado del etanol brasileño tiene fronteras y que, si quiere dar el estirón y nutrir con biocombustibles sus aspiraciones hemisféricas tendrá que ser no sólo sin la ayuda de Washington y Bruselas- con los que contaba como principales mercados- sino de espaldas a ellos y a su pesar. Por ahora, su cocktail no es tan embriagador. Tendrá que bebérselo casi en solitario. La participación extranjera no sobrepasa el 6% de los recursos movilizados en torno a la «revolución del etanol». En 2008, los empresarios reportan exportaciones por 3.625  millones de litros y un valor de 1.415 millones de dólares, con una  caída de 17 por ciento en la facturación respecto a 2007. No es casual que ETH Bioenergía- la subsidiaria de etanol del gigante petrolero Odebrecht SA- haya anunciado que desacelera sus planes para invertir 2.800 millones de dólares en producción de etanol, en un centro de almacenamiento en EE UU y una nueva planta en El Caribe y dirija sus pasos a la producción, sobre el terreno en Angola.

Las cuentas del Gobierno brasileño pasan por producir en 2015 30 billones de litros anuales, de los que según sus planes, un tercio serán absorbidos por el mercado exterior. Pero sin él, no encajarían las cuentas de un país que está invirtiendo más de 1.000 millones de dólares en nuevas plantas. El bajo precio del azúcar en el mercado internacional, la baja demanda para la exportación de etanol derivado de la caña y un nivel altísimo de inversiones hechas con recursos de corto plazo han comenzado a quitarle el oxígeno a su revolución verde: cerca de 30 millones de toneladas de caña de azúcar de la zafra 2008-2009 quedarán sin cosechar en el centro sur de Brasil y en Mato Grosso do Sul, de 43 proyectos de instalación de usinas procesadoras de caña hasta 2018, unos 20 sufrieron recortes financieros. Y el sector del etanol y el biodiésel está entre los más afectados por la tocata y fuga de 27.800 millones de dólares de inversiones que en el último momento no desembarcaron en el país.

VECINOS Y COMPETENCIA

Sólo los vecinos del Caribe cruzan los dedos para que el arancel al etanol brasileño siga alimentando sus fortalezas comerciales. Los 24 estados de la región, gracias a los acuerdos comerciales y las ventajas preferenciales por valor de 600 millones de dólares de la iniciativa de la Cuenca del Caribe, de 1983, se han convertido en el único atajo del vecino del Sur para hacer llegar el etanol a tierras estadounidenses saltándose los aranceles. Y no quieren perder los privilegios de la excepción caribeña. Brasil, Chile y Perú ya han programado cambios en su matriz energética para asegurarse recursos a través de carburantes alternos al petróleo, como el etanol, el gas y recursos renovables no convencionales.  Le crece el mercado de sus vecinos, pero también los competidores.

El Gobierno de Colombia -que produce 1,1 millón de litros diarios de etanol a partir de la caña de azúcar, y 170.000 litros de biodiésel a través de la palma africana y es ya el segundo productor de etanol, sólo detrás de Brasil- pretende situarse a la cabeza de los productores de biocombustibles y ha puesto en marcha un agresivo plan para inyectar capital y crear políticas sólidas en el sector agropecuario que le permitan alcanzar una producción del 20% de biocombustible en 2012, producir 900.000 litros diarios de biodiesel para ser el número uno en el mercado de Latinoamérica. Perú invertirá para este año 200 millones de dólares para fabricar 120.000 galones de biodiésel al día, expandiendo la tierra de siembra a 50.000 hectáreas. En Argentina, las empresas producirán alrededor de tres millones de toneladas anuales de biocombustible en los próximos años, entre ellas la hispano-argentina Repsol YPF, que planea producir 100.000 toneladas anuales para exportar. Y México, donde la producción de bioenergéticos aún se está iniciando, toma posición.

Por Ana Zarzuela

Fuente: Capital News/España/Spain

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