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La apertura del mercado estadounidense a las exportaciones de limones tuvo muchos progenitores. El embajador trashumante Martín Lousteau efectuó varias declaraciones durante su corta estadía en ese país anunciando el inminente permiso. Después aparecieron diferentes versiones que hablaban de gestiones especiales incluso a nivel presidencial para superar las barreras no tarifarias. #Foto: Fernando López King
La Argentina obtuvo el permiso para exportar limones en el año 2000, pero los productores, con mucha picardía, lograron una decisión judicial a la cual tuvo que someterse el gobierno federal para impedir el acceso. Pasaron 17 años. Como reconocimiento a un nuevo escenario en las relaciones bilaterales, el gobierno argentino concedió, durante la visita del vicepresidente Mike Pence, el 15 de agosto, el ingreso de carne porcina cuyo acceso estaba prohibido por razones sanitarias y a lo cual se oponen los productores de varias provincias.
En cambio, el biodiesel no tuvo esa suerte y quedó huérfano. El anuncio del Departamento de Comercio, el 28 de agosto, de aplicar derechos compensatorios de 50,29-64,17% implica el cierre del mercado para las exportaciones que el año pasado fueron de 1.200 millones de dólares. El Departamento de Comercio mostró celeridad y generosidad con la solicitud de Consejo Nacional de Biodiesel presentada el 23 de marzo y si bien la determinación final está prevista para el 16 de octubre, tiene efectos retroactivos. Este departamento también tiene la investigación de dumping con márgenes estimados en 26,54%, que podría sumarse a los derechos compensatorios. Las retenciones a la soja fueron la excusa a pesar de que la OMC determinó que no pueden considerarse un subsidio porque son una consecuencia de políticas ajenas al producto en cuestión.
El fallo del Departamento de Comercio ensombrece las relaciones comerciales con los Estados Unidos, con quien la Argentina mantiene un permanente déficit comercial por la composición de las exportaciones. La Argentina compite con la producción y las exportaciones agrícolas de los Estados Unidos, con fuertes subsidios internos que en forma sistemática se ha negado a eliminar en las negociaciones de la OMC, convirtiéndose en un obstáculo para cerrar la Ronda de Doha.
Las decisiones del Departamento de Comercio o la Comisión Internacional suelen revestirse de un ropaje neutral, pero en realidad los dictámenes son proporcionales a las contribuciones a las campañas de los partidos políticos; los lobbies ejercen una fuerte influencia y movilizan a las partes en las presentaciones. La política del presidente Donald Trump refuerza esa tendencia agregándole el condimento de su incontinencia verbal para obtener concesiones de sus socios comerciales y dar crédito a su publicitada capacidad de disuasión. Las mismas actitudes se reflejan en la renegociación del NAFTA o en las negociaciones con China, cuando ordenó como forma de presión el inicio de una investigación bajo la Sección 301 del Acta de Comercio de 1974 sobre presuntas violaciones a la propiedad intelectual que le permitirían imponer tarifas y restricciones al ingreso de exportaciones de ese origen.
En este complicado panorama donde los Estados Unidos insisten en presentarse como la víctima, las palabras oficiales condescendientes suenan huecas, con el agravante de que los problemas continuarán acentuándose a medida que transcurran los meses, porque el presidente Trump ha hecho de la defensa del mercado interno una bandera de su gestión sin respeto ni interés en los acuerdos internacionales.
El gobierno nacional ha dado muestras de su interés en afianzar las relaciones con los Estados Unidos porque considera que puede ser la fuente esperada de inversiones. El presidente Mauricio Macri ha sido uno de los cuatro presidentes latinoamericanos recibidos en la Casa Blanca. Sin embargo, ha optado por dejar vacante la representación diplomática en ese país. El nombramiento de Martín Lousteau no respondió a los criterios que suelen asignarse a la función diplomática, lo que resalta aún más que, transcurridos 20 meses, continúe sin contar con un representante de su confianza.
Después de este tiempo esta política hacia la diplomacia no es un simple accidente de oportunidad sino que responde a una concepción sobre la forma del manejo de las relaciones externas donde se priorizan los contactos personales a la distancia o los enviados especiales que, por más que coadyuven en las tareas, nunca podrán reemplazar la necesidad de tener una presencia permanente.
Felipe Frydman
El autor es diplomático
Fuente: Infobae