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Las negociaciones entre la Argentina y los Estados Unidos atraviesan horas decisivas. El objetivo es o lograr una cuota libre de impuestos o una reducción de los aranceles de más de 30 puntos para reabrir ese mercado al derivado de soja. Además, insistirán con la carne vacuna y el SGP.
Estupor, evaluación de “daños” y expectativa, con una dosis de esperanza.
Así se podría resumir la secuencia de sucesos que explica el escenario que dejó la decisión de la administración de Donald Trump al cerrar su mercado para el biodiésel argentino.
El hecho de que, una vez que el vicepresidente de los EE.UU., Mike Pence, dejó territorio argentino, se gatillara un arancel que le puso fin al negocio más dinámico con ese país, sin que esto pudiera ser anticipado por ningún funcionario, provocó un fuerte malestar en el seno del Ejecutivo.
Es que el Gobierno está comprobando en carne propia que una foto, un apretón de manos y discursos amistosos, no necesariamente se traducen luego en una llave automática para abrir mercados.
Por el contrario, la decisión que tomó la semana pasada el Departamento de Comercio de los EE.UU. tras la denuncia de un supuesto dumping practicado por la Argentina, significó de momento –y hasta que se expida la Casa Blanca- el cierre de un negocio de más de u$s1.200 millones anuales.
Esto desató cruces de acusaciones por la falta de reflejos de los tres ministerios involucrados en las diferentes negociaciones: Producción, Agroindustria y Cancillería.
Dentro del Gobierno hablan de un posible «pase de facturas», que no provocaría la salida de funcionarios de primera línea, pero que sí llevará a algún reordenamiento en algunas de esas carteras.
«Definitivamente se les escapó la tortuga», afirma a iProfesional un referente de la Cancillería con más de dos décadas de trabajo en el edificio que da sobre la calle Esmeralda, quien agrega que hubo una falta de previsibilidad importante en el manejo de las negociaciones comerciales.
Sin embargo, ahora el Gobierno está poniendo sus energías en rediseñar su estrategia diplomática para reencauzar la relación con los Estados Unidos, que corre el riesgo de quedar empantanada.
«El espíritu es negociar», afirma la fuente, que sostiene que «se va a apelar a todas las instancias de diálogo bilateral que todavía están disponibles», comenzando con la crisis del biodiesel.
En una primera instancia, el Ministerio de Relaciones Exteriores apeló a una postura que, en términos diplomáticos, pudo interpretarse como de «endurecimiento».
A través de un comunicado, advirtió que, llegado el caso, la Argentina estaba evaluando «todas las opciones disponibles» y que hasta se reservaba el «derecho de llevar adelante las acciones legales pertinentes».
Con esto, se estaba dejando la puerta abierta al inicio de un reclamo ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Sin embargo, la cumbre encabezada al día siguiente en Cancillería por el titular de esa cartera, Jorge Faurie, el ministro Francisco Cabrera y los secretarios de relaciones Económicas Internacionales, Horacio Reyser, y de Comercio, Miguel Braun, sirvió para desactivar una escalada diplomática.
Allí, el responsable de Negocios de los Estados Unidos en el país, Thomas Cooney, se llevó el valioso dato de que el Gobierno no iba a presentar –al menos por el momento- el reclamo ante la OMC y que iba a proseguir por los canales convencionales.
Para Miguel Ponce, director del Centro de Estudios para el Comercio Exterior, «fue un buen planteo no haber corrido ante la OMC, porque esto hubiese paralizado las negociaciones”.
“En lugar de ello, Macri planteó lo que se denomina `diplomacia presidencial`. Y eso es positivo si el objetivo es alcanzar un acuerdo”, acota.
Fuentes de Cancillería aseguran que iniciar una demanda hubiese sido una espada de doble filo, dado que puede llevar años alcanzar una resolución.
Hay dos casos muy recientes: la Argentina ganó el panel en la OMC por la carne vacuna contra Estados Unidos en julio de 2015. Pese a ello, en estos dos años, la burocracia de la Casa Blanca impidió llevar a la práctica la apertura.
En el caso del biodiésel, a comienzos de 2016 se le ganó un panel a la Unión Europea tras cuatro años de gestiones y todavía no se logró la apertura definitiva, que sigue negociándose por estas horas.
«Recurrir a la OMC tiene que ser la última alternativa si se pretende algún acuerdo. Porque aún ganando el caso, si no hay voluntad política de la contraparte, entonces es difícil conseguir la más mínima apertura», acotan desde Cancillería.
La fuente considera que «el tema del biodiésel es fundamental”, desde el momento que explica el 25% de las exportaciones a los EE.UU. “Pero entendemos que hay otros objetivos que no deben perderse de vista».
«Hay que seguir trabajando en la apertura del mercado de carne vacuna, algo que podría concretarse en el último trimestre y que nos daría entrada a unas 20.000 toneladas anuales», acota.
«También, en la posibilidad de que las Pymes argentinas vuelvan a verse beneficiadas por el Sistema Generalizado de Preferencias», agrega.
El SGP es un mecanismo por el cual EE.UU. entrega una cuota determinada a un grupo de países, sin aranceles. La Argentina estuvo en ese «club» pero perdió su lugar cuando se tensó la relación entre los entonces presidentes Barack Obama y Cristina Kirchner.
En los comunicados o las declaraciones oficiales por parte de funcionarios, el Gobierno no se permite hablar de crisis bilateral con la gestión de Trump, tras la sorpresiva decisión de cerrarle la puerta al «bio» argentino.
Si bien nadie lo reconoce públicamente, la decisión de Washington fue un «baño de realidad» para el macrismo. Pero en Cancillería insisten en que la historia de la diplomacia está plagada de estos casos.
Marcelo Elizondo, experto en comercio internacional, coincide con esta visión: «Las peleas que Trump tiene con México, Canadá y China son muchísimo más graves y duras que esta instancia. Y, sin embargo, siguen negociando y acordando».
Horas cruciales
La fuente de Cancillería remarcó un hecho que tuvo muy poca repercusión pública y que quedó tapado por la «chicana» que Trump le hiciera a Macri sobre Corea del Norte y los limones.
Y es que el magnate de alguna manera le anticipó que si el tema no se tocaba a tiempo, podía terminar explotando.
En uno de los encuentros que mantuvieron en Washington, allá por el mes de abril, el Presidente argentino intentó rebatir los argumentos de que el Gobierno estaba subsidiando a la industria del bio, pero Trump, sin mostrarse conmovido, fue directamente al grano y le propuso armar un panel para evaluar el tema. Es decir, someterlo a un tribunal.
“Nadie tomó nota de esto. Ese fue un error de la comitiva oficial”, se sincera la fuente.
Pero para los funcionarios, más que una represalia comercial, se trató de un mensaje político, ya sea hacia adentro como hacia afuera. Y, en política, siempre hay espacio para negociar.
Lo que sucede es que las empresas estadounidenses productoras del biocombustible, al acusar a los fabricantes argentinos de estar recibiendo subsidios, habían exigido la aplicación de un arancel del 24%.
Si bien esta tasa ya hubiese implicado marginar al «bio» nacional de ese mercado, el Departamento de Comercio de los EE.UU. pateó el tablero y terminó aplicando uno provisorio del 57%.
Estuvo «totalmente fuera de escala», señaló el propio Cabrera, este lunes.
¿Pudo haber influido la decisión del Gobierno argentino de no haber apoyado la dura postura que trajo Pence respecto de una posible intervención en Venezuela?
«No se descarta que haya sido un llamado de atención», afirma la fuente, para luego agregar que “también pudo haber sido un mensaje de Trump hacia su electorado, que si por algo lo votó fue por su discurso pro empleo estadounidense».
El famoso lema «America first».
Más allá de las motivaciones, considera que, incluso sin ese «condimento» político extra, la Casa Blanca igual hubiese avanzado con la aplicación de aranceles.
«Seguramente no de la magnitud que terminaron aplicando, que fueron llamativamente elevados, dado que más que duplicaron lo que pedían los propios productores estadounidenses. Pero sí es algo que estaba en agenda de hace un tiempo», acota.
La expectativa del Gobierno ahora está puesta en que la Washington revea la escala de aranceles, antes de que se expida definitivamente el Departamento de Comercio de ese país.
El objetivo es:
-Lograr una baja desde el 57% promedio que se fijaron (que hace inviable exportar una sola gota de bio) a una tasa menor al 24%.
-O conseguir un cupo de toneladas que queden exentas de esa penalidad.
En diálogo con iProfesional, Claudio Molina, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno (AABH), sostiene que «el caso de Estados Unidos no está cerrado, todavía hay una ventana de oportunidad para seguir negociando”.
Por su parte, Luis Zubizarreta, titular de la Cámara Argentina de Biodiesel (CARBIO), también opta por mostrarse optimista: «Somos optimistas. Esperamos que prospere”.
Cabe destacar que la propuesta oficial fue acercada este lunes por la Embajada argentina en Washington a los funcionarios estadounidenses.
Para que haya acuerdo, entonces cualquier propuesta deberá ser aceptada por ambos gobiernos y por las empresas privadas que iniciaron la demanda.
En este sentido, el propio Cabrera aseguró que podría haber novedades la próxima semana, luego de un diálogo que mantuvo con el secretario de Comercio de los Estados Unidos, Wilbur Ross.
Un punto clave es que, según Molina, para que la negociación sea fructífera y positiva para la Argentina, entonces el arancel que se fije deberá ser menor al 24% que propusieron los productores estadounidenses.
«Si la tasa queda en ese nivel o por encima, entonces la industria nacional seguiría sin poder exportar a ese país», advierte el experto. Por eso será clave lo que defina el Departamento de Comercio durante los próximos días.
En momentos en que se buscan responsables por la falta de anticipación a esta crisis que terminó explotando, para Molina «la Cancillería ha trabajado muy bien el tema, porque se trató de una decisión proteccionista, espasmódica, casi imposible de anticipar».
«Ninguna diplomacia de ningún país podría haber resuelto esto automáticamente y lograr que la industria siguiera exportando», agrega.
Se define el capítulo Unión Europea
El otro frente de negociaciones es con la Unión Europea, que aplica aranceles del 24,6% contra el biodiésel argentino desde 2013. Sin embargo, a comienzos de 2016 la Argentina ganó un panel en la OMC y, por estas horas, están negociando la nueva tasa.
Tras el fallo del organismo multilateral, la Comisión Europea (CE) diseñó una propuesta de reducción drástica de las tasas, que será diferente para cada empresa en función de si colaboraron o no con la investigación antidumping promovida por Europa.
Según detalla Molina a iProfesional, “los aranceles van a ir de una banda del 4% a casi 9%. Esto se va a votar en octubre y, de haber un resultado positivo, no creo que se abra el mercado sino recién en noviembre”.
Sin embargo, el levantamiento de las barreras tendrá su letra chica, según el directivo.
Básicamente porque se establecería una fórmula que tomaría como base los precios que regían en 2013, más elevados que los actuales, y se aplicaría sobre el arancel “normal”, del 6,5%
Si se confirman los valores que se manejan en el borrador, según detalla Molina, “entonces la posición máxima efectiva puede terminar siendo de un 16% y la de mínima, terminaría siendo del 12%”.
A estos niveles, según el directivo, “la industria va a poder exportar pero haciendo un enorme esfuerzo en materia de rentabilidad, para así mantener el ritmo de actividad”.
Según el directivo de la AABH, hasta el momento se llevan exportadas 1 millón de toneladas de bio. Pero se vendrá una “laguna” en la cual prácticamente no habrá negocios durante varias semanas.
“Con suerte, y esto lo digo más como una expresión de deseos, si se abre el mercado europeo en el último tramo del año, entonces se podrían sumar 300.000 toneladas más. Esto nos daría un total de 1,3 millón de toneladas», acota.
Con viento a favor, serían 300.000 menos que en 2016. Según Molina, el desafío estará en 2018, porque «las exportaciones se harían a costa de una menor rentabilidad”.
Por Juan Diego Wasilevsky
Fuente: Infobae Profesional