En Adolfo Gonzales Chaves, el agricultor Jorge Lucea transforma sus granos en biodiésel para autoconsumo y ahorra gastos en insumos; también apunta a la diversificación de cultivos, como la arveja, para ampliar el horizonte productivo. Jorge Lucea en la planta de biodiésel que produce hasta 6500 litros por día. Foto: Fernando Bertello.
ADOLFO GONZALES CHAVES.- Si hay algo que caracteriza a muchos productores argentinos es la capacidad para armar estrategias a partir de una necesidad concreta. Esa habilidad, intrínseca a empresarios inquietos y dispuestos a crecer, es la causa fundamental de que en los últimos años se hayan multiplicado experiencias impactantes. Desde la incorporación de nuevos cultivos, rotaciones, manejo y tecnologías para ser más eficientes en el uso de los recursos, las combinaciones de innovaciones se cuentan por decenas.
Hoy, con el petróleo como una fuente que se va a agotando y el trasfondo de los faltantes de gasoil que se han observado en recientes campañas, más productores se están planteando encarar el autoconsumo con recursos renovables como los biocombustibles sobre la base de cultivos.
Precisamente, en esa empresa está embarcado Jorge Lucea, productor de Adolfo Gonzales Chaves. Lo hace por una necesidad de contar con combustible siempre y, según dice, trabajar con un producto renovable. Allí siembra, tiene una planta de biodiésel en su campo, y utiliza todo el biocombustible para su camioneta, camiones de transporte, tractores y todas las tareas a campo, hasta la cosecha. Todo allí se mueve con biodiésel; incluso el grupo electrógeno de la planta se alimenta con él. En el fondo, le está tratando de agregar valor a lo que hace, con una especie de industrialización en origen.
Se estima que a nivel país ya hay poco más de una decena de plantas instaladas para autoconsumo, si bien se desconoce si todas están en funcionamiento. Habría, además, un número no definido en construcción.
Como recuerda la Cámara Argentina de Biocombustibles (Carbio) en su página de Internet, el biodiésel se hace a través de un proceso químico llamado transesterificación, con el cual la glicerina es separada de las grasas o de los aceites vegetales. Continúa con un proceso de decantación con posterior destilación y purificación. «Este proceso arroja dos productos: ésteres metílicos (el nombre químico del biodiésel) y glicerina (un subproducto generalmente usado en jabones y otros productos)», dice Carbio.
El abanico de cultivos que Lucea ha utilizado para producir biodiésel es bien amplio. Girasol, colza y soja son algunos ejemplos, mientras se apresta a probar con cártamo. Esta campaña sembró 60 hectáreas. Una pequeña porción irá para biocombustible y el resto lo venderá a una empresa exportadora. El cártamo es muy resistente a la sequía, desarrolla plantas fuertes, raíces con una importante capacidad de exploración y requiere menos insumos; alrededor de un 30/40 por ciento menos de fósforo que el trigo. Aquí se lo siembra a mediados de agosto y libera el lote a mediados de enero. Lucea ha tenido experiencias de rindes en torno de los 2000 kilos por hectárea.
Con todo, hoy con la siembra de 150 a 200 hectáreas de cultivos para biocombustibles cubre con holgura sus necesidades. Según sus números, produce 1000 litros de aceite con menos de 3000 kilos de girasol, con 8000 kilos de soja o con 2300 kilos de colza. Para cártamo cree que va a requerir alrededor de 3000 kilos. En el caso de la soja, otros especialistas creen que para producir 1000 litros de aceite hay que moler al menos 9500 kilos de la oleaginosa.
A grandes rasgos, dice que en este momento su biodiésel le cuesta entre un 15 y un 20% menos que el gasoil (2,10/2,20 pesos el litro del primero versus 2,47/2,50 del segundo, según precios en la zona). Con un consumo anual de combustible de 270.000 litros, hace sus propias cuentas. «Me voy a economizar unos 40.000 litros; en plata son unos 84.000 pesos», afirmó. Cree que con cártamo la producción va a ser más ventajosa. «Va a ser más económica; quizás un 10 por ciento menos», señaló.
Al margen del atractivo de los números, Lucea prefiere mirar otro costado de su experiencia. La faceta renovable, no contaminante como los combustibles fósiles y biodegradable de este biocombustible. «Tenemos que empezar a manejar todo para que haya menos contaminación. Para mí lo importante es no contaminar; eso es fundamental», explica a este cronista.
Hacer desde la necesidad
Pero su historia con el biodiésel nació desde una necesidad. Preocupado porque hace unos años en esa región comenzó a escasear gasoil, Lucea comenzó a pensar en hacer su propio combustible. «Encargabas 10.000 litros de gasoil y te entregaban 2000», recuerda hoy.
Lo primero que hizo fue agruparse con unos productores de Tres Arroyos para la construcción de una planta en esa localidad. Pero luego se retiró de esa sociedad y decidió armar una propia. Así, en marzo de 2007 contactó a una empresa cordobesa especializada en este tipo de fábricas y en octubre ya la tenía instalada en su explotación. Aunque prefiere no comentar el monto de la inversión, acepta decir que la amortizará en tres o cuatro años.
Lucea hoy posee una planta con mayor capacidad que la que requiere: puede producir entre 6000 y 6500 litros diarios del biocombustible, pero él necesita poco menos de 1000. Con todo, forma parte de un pool de productores que están evaluando la alternativa de la exportación. En su caso, la capacidad excedente podría tener ese destino. Por sus características, se trata de una planta de tamaño mediano.
«Mientras tanto, uso el biodiésel para todos mis motores (con el biocombustible rinden un 4% menos, según explica; igual afirma que el biodiésel es entre 50 y 60 veces más lubricante)», repite. Lo utiliza puro. «Todo funciona perfecto», subraya. Permanentemente está realizando análisis y en uno de los últimos recibió la noticia de que la calidad de su producto se encuentra, según afirma, dentro de las normas europeas para este producto.
En realidad, Lucea tiene armado un circuito que hace posible la producción en el campo. Cosechados los granos, los lleva a una planta de extracción en Benito Juárez, a 50 kilómetros (el productor no tiene prensa en su explotación, pero la idea es contar con ella en algún momento). La empresa de Benito Juárez, que hace alimentos balanceados, le compra la harina y él regresa al campo con el aceite, donde posee un tanque de 40.000 litros para almacenarlo. Otro tanque de 40.000 litros sirve para guardar el biodiésel ya procesado (ver infografía).
Inquieto, Lucea también está trabajando fuerte para darles una salida a los subproductos. El jabón es una opción. «Ya hemos logrado como una crema para lavarse las manos en los talleres y la idea es que alguien lo envase», cuenta. Sería un ingreso extra que podría tener.
En origen
Pero hay más: con el glicerol ha realizado diversos trabajos para evaluar su funcionamiento como glifosato. A campo no tuvo éxito: demoró mucho el secado de las malezas; tres veces y media más que el glifosato. «Igual esto se puede mejorar», se aventura. «Pero como coadyuvante anda muy bien (usa un litro por hectárea junto al glifosato)», agregó.
Lucea es, de algún modo, un productor todoterreno que cree que hay que agregarle valor a la producción en origen. Y de ahí que se esfuerza por ampliar el negocio. «Si en vez de vender el grano de soja o girasol comercializamos el aceite, las cosas pueden ser distintas. No tenemos que quedarnos con una cosa, sino buscar hacer varias», afirmó.
A tono con las idas y venidas a las que está expuesto el campo por la política oficial, Lucea cierra con una frase elocuente. «Con el cambio de las reglas de juego, en este país uno debe estar entrenado para todo», señaló. En ese contexto, él ha logrado suplir los faltantes de gasoil con un combustible propio y, además, comenzar a explorar alternativas de negocios.
Por Fernando Bertello
Enviado especial
Fuente: La Nación