Una visita al centro Embrapa Cerrados en Planaltino, al norte de Brasilia. Da envidia. El país vecino ya es el principal exportador mundial de porotos de soja, carne vacuna, pollos, jugo de naranja, etanol y azúcar. No sólo se trata de materias primas. Exporta también tecnología agrícola a todo el Tercer Mundo.
De joven el científico especializado en suelos Edson Lobato miraba la vasta sabana del centro de Brasil y se imaginaba campos de soja, maíz y algodón donde los demás veían una masa inhóspita de tierra colorada y árboles enmarañados.
Sus amigos y su familia lo instaban a llevarse a otra parte su título en agronomía, a algún lugar donde pudiera marcar una diferencia. Pero entró en la Agencia de Investigaciones Agropecuarias de Brasil (Embrapa) y lo trasladaron al corazón del país, el cerrado, donde en aquel entonces había poco más que llanuras, termitas y venados.
Emprapa se proponía demostrar que aquellos suelos podían producir como las planicies más eficientes de Idaho, en Estados Unidos. La agencia volcó millones en estudios y despachó equipos de científicos como Lobato al Medio Oeste de Estados Unidos para espigar la mayor cantidad de conocimientos posible.
Hoy su visión ayudó a convertir a Brasil en el principal exportador mundial de porotos de soja, carne vacuna, pollos, jugo de naranja, etanol y azúcar.
EXPORTAR EL PROGRESO
El significado para el mundo es enorme. Hace dos años, Lobato y otros dos colegas recibieron el Premio Mundial Alimentario por «uno de los grandes logros de la ciencia agrícola en el siglo XX». Con la mejora de la dieta y la calidad de vida en Asia, que agrega presión a las tierras disponibles y contribuyó a la disparada de los precios de la comida a principios de este año, Brasil podría ser una de las respuestas para la crisis mundial de alimentos.
Sin embargo, hoy se está erigiendo en más que un proveedor. Sus científicos llevan la tecnología de la agricultura tropical a otras partes de América latina, y a Africa y Asia. En 2006, Embrapa abrió en Ghana su primera oficina en el exterior. Este año Lobato revisó los suelos en Mozambique. Y en mayo, Embrapa despachó su primer equipo a Venezuela a colaborar en el aumento de la producción alimentaria.
«En los años «70, «80 y «90 había mucha colaboración y apoyo de Estados Unidos y Europa», explica Elisio Contini, director de la Oficina de Asuntos Internacionales de Embrapa. «Ahora creemos que es tiempo de transferir tecnología a otros países pobres de América latina y Africa. Los apoyamos como Estados Unidos nos apoyó a nosotros».
El éxito de Embrapa suscita curiosidad en el mundo, y el año pasado 107 grupos internacionales visitaron su sede central en Brasilia.
En uno de esos días una delegación de Colombia se sienta en la oficina de Contini y toma notas mientras el funcionario detalla la historia de la transformación del cerrado. Les muestra una ilustración sobre plantaciones sin labranza, una técnica que fue perfeccionada en los vastos terrenos de Brasil. En la presentación, decenas de tractores formados en V cosechan porotos de soja mientras otra línea de máquinas, que está directamente detrás de la primera, siembra maíz. «Hace 40 años esto no existía -les dice Contini-. Tal vez pueda existir en los llanos de Colombia».
El grupo escucha con atención sus palabras. «Brasil se transformó en el principal exportador de carne vacuna, y estamos aquí para ver cómo lo hizo», señala Manuel Gomez Vivas, del departamento de investigación económica de la Federación de Criadores Colombianos.
EMPIEZA LA HISTORIA
La historia agrícola de Brasil empieza en el centro Embrapa Cerrados en Planaltino, al norte de Brasilia, entre 3.100 hectáreas de laboratorios y campos.
Es aquí donde científicos como Lobato aprendieron a reducir la acidez del suelo del cerrado aplicando fósforo y cal y desarrollando decenas de variedades de porotos de soja tropicales, que hasta entonces sólo se había considerado un cultivo de zonas templadas.
Hoy el cerrado aporta el 63% de la producción de soja de Brasil, el cultivo más extenso y más exitoso del país.
«Fue la primera entidad que llevó plantas o fuentes vegetales de proteínas a regiones de baja latitud», observa Peter Goldsmith, director ejecutivo del Laboratorio Nacional de Investigaciones con Soja de la Universidad de Illinois. Goldsmith afirma que está al mismo nivel que la Revolución Verde, que alude a los trabajos empezados en los años «40 en Estados Unidos para desarrollar más variedades de trigo con las que alimentar al crecimiento de la población.
En 1973, cuando se fundó Embrapa, sólo un puñado de sus empleados tenían licenciaturas. Hoy cerca de 1.600 tienen doctorados en Estados Unidos y Europa, y la agencia emprendió una expansión que la convertirá en uno de los grandes centro agrícolas del mundo.
Pero la investigación por sí sola no podría haber transformado esta amplia sabana, que representa la cuarta parte de toda la masa terrestre de Brasil. El gobierno militar (1964-1985) tomó la decisión calculada de habitar la región convirtiéndola en terreno fértil, concedió créditos e incentivos a los agricultores del sur templado para que se mudaran, y exhortó a la migración masiva de personas.
Esa decisión sigue siendo controvertida, y se tornó más polémica cuando los precios de las materias primas se dispararon en los últimos años, lo que impulsó a los agricultores a expandirse en zonas no desarrolladas. Los ambientalistas acusan a hacendados y productores de soja de degradar el cerrado y avanzar sobre el Amazonas.
Embrapa admite que el problema es real: de todas las tierras deforestadas en América del Sur, el 73% está en Brasil y hoy las márgenes del Amazonas causan gran preocupación, señala Denis Minev, secretario de Planificación y Desarrollo Económico del estado de Amazonas. Pero Embrapa sostiene que la producción en el cerrado puede aumentar a partir de las tierras existentes si se le agrega eficiencia y sin necesidad de expansión. Por ejemplo, la producción de granos aumentó 129,7% entre 1991 y 2007, pero la zona cosechada sólo creció un 25,9%.
Esa productividad será crucial para el mundo conforme vaya creciendo la demanda de China y de la India. Durante el reciente aumento en los precios de los alimentos, que provocó desmanes en buena pare del mundo, muchos culparon a la moda de la etanol, en especial al método estadounidense de usar maíz para producirlo. Pero otros acotan que también Brasil contribuyó al problema expandiendo la producción de caña de azúcar para etanol en campos que hubieran podido dedicarse a cultivar alimentos.
Mark Lundell, líder del sector de desarrollo sustentable en la oficina del Banco Mundial de Brasilia, discrepa. Debido a su productividad, Brasil ayudó a mantener provisto el mercado y, por lo tanto, a bajar los precios. «No creo que haya motivos en la última crisis para acusar a Brasil de haber hecho subir los precios mundiales, porque los contuvieron al seguir exportando materias primas», apunta.
IMPRESCINDIBLE
«El que quiera jugar el juego del negocio agrícola tiene que tener un pie en Brasil», asegura Juan Soldano, consultor en Brasilia sobre agroempresas internacionales. La contracción económica mundial seguramente limitará las inversiones, en especial por la caída en los precios de las materias primas.
Pero aun así, Brasil está bien ubicado para soportar la desaceleración. Y Embrapa calcula que hay otros 90 millones de hectáreas de tierras que pueden usarse para la agricultura y 170 millones de hectáreas de pasturas degradadas que podrían tornarse más eficientes.
«Tenemos tecnología, mucho territorio y por sobre todo, un montón de agricultores inteligentes», señala Eliseu Alves, ex presidente de Embrapa, y a quien se considera uno de sus padres. Pero Alves aclara que Brasil debe compartir los secretos de su éxito.
«Ahora está el desafío de Africa. Tenemos una gran responsabilidad con ellos. Los donantes trataron de resolver el problema de Africa y fallaron. Ahora tenemos que concentrarnos en la investigación», agrega.
Es una prueba particularmente adecuada para Embrapa, porque en Africa el contenido del suelo y las condiciones climáticas son similares. Embrapa despachó misiones a Africa a lo largo de los años, pero un punto de inflexión llegó con la apertura de la oficina en Ghana, en noviembre de 2006. Desde allí colabora con los departamentos agrícolas de varios países.
En Angola, por caso, Embrapa participa en la construcción de un instituto de investigaciones en un intento por mejorar la productividad de alimentos. En otros países introducen variedades de trigo resistentes a las sequías que siguen mejorando constantemente.
CON CHAVEZ
En Venezuela un equipo de tres miembros colabora en la producción de más granos, pollos y leche, algunos de los productos que escasearon a principios de este año. Están considerando abrir en América central una empresa de tecnología de semillas. A comienzos del otoño (boreal) estuvieron en Timor Oriental. «La meta es ayudar a que esos países se alimenten, y tal vez convertirlos en proveedores», explica Contini.
Pero es un largo camino, al menos 20 o 30 años de trabajo arduo, y se precisa mucho más que transferencia de tecnología. Son necesarias capacitación y compromiso de parte de cada gobierno. Goldsmith dice que la idea de convertir la sabana africana en otro cerrado brasileño es, por ahora, casi «un sueño».
El tema de la posesión de la tierra, la política y las disputas civiles podrían demorarla. Y cada país tiene que desarrollar su propio modelo. «La tecnología es transferible -acota Alves-. El problema es que la densidad de población en Africa es mucho mayor».
Pero es un sueño que Lobato, quien se retiró de Embrapa y ahora trabaja de consultor, considera accesible.
Este año estuvo en Mozambique, como había estado en el cerrado brasileño en los años «70. Junto con su colega Djalma Martinho Gomes de Sousa, un pionero entre los expertos en suelos de Embrapa, afirma que Mozambique se halla donde estaba Brasil hace 50 años. Producen algo de maíz y crían ganado en pasturas ineficientes. La producción es baja. Muchos sienten la misma desesperanza que sentían por el cerrado en los años «70.
Pero Martinho opina que si Africa puede desarrollar su base agrícola, el continente se transformará como lo hizo Brasil. Los índices oficiales de desarrollo humano muestran que el nivel de vida del cerrado creció de manera constante a la par del desarrollo agrícola.
Lobato no duda de que los pioneros de Africa sienten lo mismo que siente hoy él respecto de su país: «No hay nada tan gratificante como ver un buen cultivo en el campo, en un lugar donde antes no crecía nada».
Por Sara Miller Llana
Fuente: La Prensa