Expertos aseguran que el impacto en el país será mínimo, pero aconsejan estar alerta.
Cuando las 40 entidades que conforman el Foro de la Cadena Agroindustrial decidieron el temario de su quinto foro anual –bajo el título «agro y ambiente, una agenda compartida para el desarrollo sustentable»–, el escenario sobre el que se movía el complejo lejos estaba de ser el deseado, pero era mucho mejor que el actual.
Es que ninguno de sus integrantes pudo dimensionar el tamaño de la crisis financiera internacional que se desató en los últimos dos meses y cuyos efectos aún son una incógnita. «La tormenta había comenzado con la resolución 125, que si bien fue neutralizada sus consecuencias aún persisten sobre toda la cadena. A eso hay que sumarle la crisis financiera que es de difícil predicción», diagnosticó Ricardo Forbes, presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, a cargo de la organización del Foro que se realizó esta semana en Buenos Aires.
Sin embargo, el dirigente defendió la temática propuesta. «El trabajo que hemos realizado sobre impacto ambiental es un testimonio de que la cadena agroindustrial no tiene sus sentidos en el corto plazo, sino sobre la proyección de la actividad», justificó.
La coyuntura quema. Más allá de las inquietudes que despierta el calentamiento global en el diseño de estrategias a mediano plazo, cada uno de los eslabones que conforman la cadena está preocupado por la coyuntura. Todos tienen sus fundamentos para no estar de acuerdo con el tratamiento que el Gobierno nacional le dispensa al sector más dinámico de la economía nacional y responsable del 50 por ciento de las exportaciones que genera el país. Esa fue la sensación que expresaron en el texto del manifiesto del Foro, dado a conocer al cierre de la jornada.
«La suerte de las exportaciones más importantes del país no puede estar atada al arbitrio de funcionarios que se arrogan facultades excepcionales reservadas, en muchos de los casos, a la propia Constitución y deciden quién puede producir, vender comprar, almacenar, exportar o ejercer cualquier actividad en el sector», se quejaron los representantes de la alianza formada en 2004 por las organizaciones de la producción primaria, proveedores de insumos y servicios, transportistas, industria alimenticia, y comercializadores de granos y de carnes.
Ante la imposibilidad de actuar sobre los efectos del crack financiero mundial, la agroindustria está convencida de que el Gobierno debe «corregir el rumbo», e instaurar un sistema de reglas de juego justas, estables y no discriminatorias, dictadas por autoridades constitucionalmente facultadas para ello.
«Desde luego que la crisis internacional ha sido un componente sustancial en la emergencia, pero quienes la sufren dentro de la cadena vienen soportando, desde el mismo momento del voto no positivo, una actitud francamente hostil y discriminatoria. Como si se tratara de una sanción por la osadía de haber defendido lo que era justo», admiten.
El otro clima. La necesidad de lograr una sinergia entre la producción agropecuaria y el medio ambiente fue tema de abordaje de destacados especialista. Otto Solbrig, profesor emérito de biología de la Universidad de Harvard, y Jorge Adámoli, investigador del Conicet y asesor ambiental de empresas privadas, tuvieron a su cargo la presentación de un informe encargado por el Foro, y que ellos mismos coordinaron, sobre el posible impacto del cambio climático en la actividad primaria.
«El fenómeno ya está entre nosotros y va a aumentar la dependencia de algunos países de importar alimentos, porque verán disminuida la humedad de sus suelos como está ocurriendo en Australia. Pero los aumentos de la producción vendrán principalmente de la mayor eficiencia agrícola, el uso de biotecnología, técnicas conservacionistas, y el manejo integrado de plagas», aseguró Solbrig.
El científico argentino, que vive desde hace más de 40 años en Estados Unidos pero que sigue muy vinculado a la producción nacional, se mostró partidario de que la agricultura crezca a partir de la intensificación en lugar de ocupar nuevas tierras, en especial en provincias como Chaco donde hay mucha incertidumbre de cómo serán las precipitaciones en el futuro.
Alivio local. A nivel de impacto mundial, Argentina corre con ventaja ya que los efectos de la mutación climática van a ser mucho más agudos en el hemisferio norte. Pero no hay que bajar la guardia si se quiera mantener la productividad. «Si no hacemos nada es posible que la producción se pueda reducir entre dos y cinco por ciento; quizá no sea un desastre a nivel individual, pero al país lo va a afectar seriamente», alertó Solbrig.
Un vademécum de buenas prácticas agrícolas debe comprender la protección del suelo a través de técnicas conservacionistas, «la siembra directa es uno de ellas, pero no la única», aclaró; la extracción de nutrientes debe ser compensada con la incorporación de fertilizantes; aplicar un manejo integrado de plagas, para reducir el uso de pesticidas. «No podemos hacer una agricultura moderna sin agroquímicos, pero hay que utilizarlos bien», diferenció; reducir el uso de combustible fósiles y proteger las fuentes de agua superficiales y subterráneas. «Todo dentro de reglas de juego claras y de protección de los derechos de propiedad», aclaró.
En la misma sintonía, el meteorólogo Eduardo Sierra exhortó a “prestarle atención” a los cambios climáticos que puedan afectar a la agroindustria, pero cuestionó algunas “versiones muy exageradas” que vaticinan un elevado aumento del nivel del mar, intensas sequías y otros cataclismos.
“En los últimos años parece haberse detenido un poquito el calentamiento global. Ahora ya está bajando o al menos está estable, lo que marca una desaceleración del proceso. Los procesos naturales pueden no ser lineales”, indicó durante su disertación en el Hotel Marriott Plaza. Aseguró que en un escenario de buenos precios internacionales, insumos bajos y buena política interna, los cambios climáticos que se producirían en los próximos años no tendrían un efecto tan grave, aunque aconsejó prestarles atención. En especial a la disminución de las lluvias en el oeste del país. El director de la Maestría en Meteorología Agrícola de la UBA indicó que en la última campaña fue bastante importante la disminución de las superficies sembradas con trigo, maíz y girasol debido a que se está produciendo esa reducción del volumen de lluvias en el extremo oeste. “Tenemos que adaptarnos a esto y se requiere de un proceso. Si no nos preparamos se puede disparar un problema serio. La ventaja de prestar atención a estos procesos de cambio climático es darle su verdadera dimensión. No va a subir la temperatura 14 grados, no se va a inundar la región pampeana. Pero estamos ante una disminución de lluvias que nos está restando superficie cultivable”, destacó.
Alejandro Rollán-Enviado especial a Buenos Aires
Fuente: La Voz