Nuevo cliente entra en el radar del biocombustible: centrales termoeléctricas.
Un nuevo comprador asoma para el sobrante de biodiésel que arrastran las agroindustrias exportadoras del complejo sojero desde que la Unión Europea dejó de comprar, hace tres años: la administradora del mercado eléctrico mayorista (MEM). Ya se hicieron satisfactoriamente las primeras pruebas en la Central Termoeléctrica de Ciclo Combinado de Dock Sud con 250 toneladas del biocombustible originado en el aceite de soja y ahora resta compatibilizar las variantes tecnológicas según las plantas y poner a punto los equipos turbovapor en las usinas que recibirán el fluido verde. CARBIO aspira a que se establezca un 20% en el corte, porcentaje que coincide con la posición que sustenta ante la industria automotriz para llevar el 10% de biodiesel que se mezcla con las naftas en lo inmediato.
Además de aliviar la factura importadora argentina destinada a cubrir el bache energético, la aparición de CAMMESA (Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico) como cliente doméstico, al igual que las fábricas de autos lo son de la nafta verde en la que interviene el etanol en 12,5 puntos, contribuirá a activar la capacidad instalada de las refinadoras aceiteras, las que desde que la Unión Europea limitó hace tres años las importaciones del biodiésel proveniente de Argentina operan a menos de media máquina.
Si se agregara la demanda de CAMMESA, se normalizaran los envíos a Europa y se subiera el corte interno de los bio para los combustibles, muy probablemente la industria activaría los proyectos de ampliación que quedaron en suspenso hace 3 años.
Con tal de morigerar los cortes de suministro eléctrico que provoca el desfase energético, tanto en verano cuanto en invierno, el gobierno de Mauricio Macri no trepidó en subir 13% las importaciones de gas y acaba de gestionar en Europa que se vuelva a permitir el ingreso del biodiésel argentino.
La capacidad total de producción de 4,4 millones de toneladas de biodiésel se desagrega de la siguiente manera:
> 2,2 millones de toneladas de aceite de soja para remitir a las fábricas de biodiesel como materia prima,
a exportación cerca de 1 millón de toneladas y 1,2 millones de toneladas para el mercado interno, principalmente para ser mezcladas con gasoil destinado a combustible del parque automotor argentino.
El director ejecutivo de la Cámara Argentina de Biocombustibles (CARBIO), Víctor Castro, descubrió en el ejercicio de la actividad gremial empresaria cuál ha sido uno de sus karmas en esta vida: la palabra corte. Se le aparece cuando negocia con la industria automotriz que reciba más cantidad que el 10% actual de bioetanol en la composición de las naftas que se despacharán en las estaciones de servicio, se encomienda a que la Unión Europea corte las barreras arancelarias y le pueda exportar biodiésel, y ahora se agrega la posibilidad cierta de que la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (CAMMESA) acepte el aceite extraído de la soja como combustible para abastecer a las centrales termoeléctricas.
Se hizo una prueba que dio positivo en la Central Termoeléctrica de Ciclo Combinado de Dock Sud, donde se generó energía eléctrica con 250 toneladas de biodiesel, en cumplimiento de la licitación lanzada por CAMMESA a fines de abril. En el proceso, las emanaciones del gas son reconvertidas a vapor para seguir siendo utilizadas.
La acotada partida se enmarca en una serie de ensayos que está instrumentando la empresa estatal con el objeto de garantizar la quema de mayores proporciones de biocombustible a futuro, tanto en usinas térmicas diésel como en aquellas de ciclo combinado. Estas últimas terminales, durante el invierno, reducen el uso de gas natural, priorizando el consumo domiciliario y reemplazándolo por gasoil (generalmente importado).
Tras resultados positivos de esta experiencia en Dock Sud, Castro transmitió la esperanza de que las empresas asociadas a CARBIO hayan encontrado una alternativa para que parte de la producción ociosa de biodiesel pueda ser canalizada durante el próximo año hacia la generación de energía eléctrica.
“Entendemos que el proceso ya está terminando y esperamos respuestas favorables para comenzar a cortar el gasoil”, se entusiasmó el directivo.
“Hay empresas (usinas térmicas) que pueden ir hasta el 20 % tranquilamente. Años anteriores, cuando era competitivo el biodiesel frente al gasoil, las centrales han comprado así que no vemos por qué técnicamente no se lo pueda hacer ahora”, argumentó.
Quizá el aplazamiento tenga que ver con que la antigüedad y el deterioro del parque termoeléctrico no ayuda: casi un 25% de las máquinas instaladas -cerca de 6.000 Mw, en su mayoría equipos turbovapor con varias décadas en uso- permanecen indisponibles por problemas técnicos.
Los “alentadores” resultados reportados por CAMMESA dieron luz verde a que puedan realizarse nuevos exámenes de biodiesel en centrales térmicas, ya que existen diferentes tecnologías dentro del parque termoeléctrico y diferentes calidades del biocombustibles.
De modo que es posible que en el corto o mediano plazo se vuelvan a lanzar licitaciones por cupos similares, lo cual lleva a prever que resulte escasa durante este año la mezcla de biocombustible con gasoil para la generación de energía eléctrica.
En diálogo con energiaestrategica.com/, el director ejecutivo de CARBIO celebró que el Gobierno nacional haya apostado por un mayor consumo del biodiesel en la generación de energía eléctrica, pero advierte que luego de las pruebas que se lleven a cabo restará ver precios y condiciones que después se impongan.
Él fue memorioso: durante el kirchnerismo se lanzaron licitaciones frustradas de biodiesel para centrales térmicas dado los altos requerimientos en la calidad de biocombustible y el bajo precio que se pagaba por ello.
Para tener una idea, en abril de 2016, el precio monómico fue de $ 970,8 el MWh, observándose un incremento de 170,8% respecto a igual mes del año anterior. El precio medio de la energía es desde hace muchos años de $ 120 el MWh.
En suma, el precio medio monómico, incluyendo el transporte, en abril de 2016 pasó a costar casi 9 veces el precio de la energía, en comparación con igual mes del año anterior, cuando el citado precio medio superaba en casi 3 veces el precio de la energía.
La bio-balanza
Los 3 frentes: combustible para vehículos, exportación o insumo para electricidad, tienen 2 denominadores comunes y convergentes: sustituir los cerca de 2 millones de toneladas de gasoil que se importan para cubrir las necesidades energéticas y aliviar así una parte de la factura de más de US$ 4.000 millones que le significan a la balanza comercial del país. Para esto se impone, como condición sine qua non activar la capacidad ociosa que ocasionaron las restricciones internas y externas de la demanda.
Pendientes del tira y afloje de los cortes está una treintena de plantas registradas en el Ministerio de Energía como elaboradoras de biodiesel habilitadas, con una capacidad instalada total de producción de 4.5 millones de toneladas anuales y una inversión que se aproxima a US$ 1.000 millones. Entre ellas hay auténticas peso-pesadas agroexportadoras, vinculadas a otros subproductos de la soja como harinas y aceites, cuyo uso alternativo les permite utilizar la misma cartera de clientes agregando valor a su producción. Las más relevantes: T6 Industrial -propiedad de Aceitera General Deheza y Bunge Argentina- en Santa Fe, Renova -un joint venture entre las empresas Vicentín y Glencore-, Louis Dreyfous, Patagonia Bioenergía, Molinos, Unitec Vio. En 2015, entre el mercado interno y el exterior les compraron apenas 1.810.659 toneladas, es decir que 60% del potencial quedó sin utilizar, afectando en mayor medida a las plantas más grandes.
Según datos de la Subsecretaría de Programación Economía, el 8% del aceite crudo que se procesa en el país es destinado a biodiesel de consumo interno, mientras que un 19% se envía al exterior.
Otro jugador puede sumarse a la oferta de los biocombustibles y restarle en la misma proporción a la demanda a partir de la disposición del gobierno actual de que un 8% de las necesidades energéticas de las empresas provenga de fuentes renovables serían los grandes consumidores metalúrgicos, siderúrgicos e industrias químicas si es que estiman que les conviene nutrirse de proyectos propios antes que comprar ese 8% específico en un paquete a la mayorista CAMMESA, que en ese caso deberá contar también con la suficiente energía renovable.
El año pasado, la administradora del mercado eléctrico mayorista (MEM) le libró orden a YPF para que le oficiara de trader comercial y trajera siete buques cargados con 50.000 m3 (m3) de gasoil que arribaron a distintos puertos de Buenos Aires (Rada La Plata, San Lorenzo y Zárate) antes del invierno.
Pero para el corriente año, el nuevo gobierno de Mauricio Macri dispuso que las importaciones de gas crezcan alrededor de un 13%, con el fin de evitar cortes energéticos causados por una demanda mayor a la esperada en el invierno, una producción doméstica de gas estancada y suministros limitados desde Bolivia.
Así, adjudicó la contratación de 8 barcos de gasoil e invitó a 22 proveedores, de los cuales 9 mostraron interés y participaron de la licitación. Fueron BP, Cargill, Shell Western, Gunvor, Lukoil, Vitol, Noble, Glencore y Trafigura. Los contratos futuro de gasoil para mayo se están cerrando en torno a los US$ 520 por tonelada, contra los US$ 900 que se pagaron en promedio durante julio de 2014.
CAMMESA paga cerca de US$ 18 millones por cada barco de gasoil importado. La factura total por los 8 cargamentos desde Europa, el Caribe, Brasil y Estados Unidos rondará los US$ 150 millones que serán solventados con subsidios del Tesoro nacional.
La gran ganadora fue Shell Western, unidad de trading de la petrolera angloholandesa Royal Ducth Shell, que se quedó siete cargamentos. Mejoró así su performance respecto de 2015, cuando según fuentes del mercado había conseguido quedarse con unos 4. El restante quedó en manos de la suiza Gunvor, según confirmaron fuentes privadas al tanto de la operación.
Las importaciones de gasoil (común y ultra) venían de insumir en 2013 casi US$ 2.000 millones, representando aproximadamente el 17% de las compras externas del sector energético y el 3% de las totales del país.
La balanza energética del 2015 requirió US$ 6.865 millones en compras contra 2.251 millones en exportaciones, según el Indec. En 2014 dicho déficit había sido de US$ 6.543 millones.
Una fiel representación de que Argentina se abastece en cantidad del insumo energético con lo más caro y lo provee en escaso volumen con lo más económico podría fotografiarse en alta mar, donde se cruzan los barcos que transportan el biodiésel argentino a USA (un mercado que, luego de la habilitación concedida en 2015 por la Agencia de Protección Ambiental, permite mezclar al biodiésel local con gasoil estadounidense) con los que navegan hacia el país con cargamentos de GNL y productos refinados: 38% cargado en Europa y 19% en Estados Unidos, de acuerdo con datos de Thomson Reuters.
Inclusive la cuenta se encarece cuando se agregan las necesidades invernales y le toca el turno al gasoil, que vale 60% más que el GNL que llega por barco a Bahía Blanca.
Además de las compras de GNL, el ente regulador de la energía en Argentina también tuvo que adquirir 22 cargamentos medianos de diésel este año. Brasil, que en abril despachó el mayor cargamento de diésel en su historia a Argentina, ha tenido menos combustible para enviar, mientras que la crisis económica en Venezuela ha terminado por minimizar la exportación de diésel. A la industria, en consecuencia, el costo de la electricidad se le fue a US$ 85.
Desde una generadora explican la génesis del déficit por ende el subsidio que debe afrontar el Estado por lo que gastan los particulares: «El precio mayorista que pagan los hogares es, en el peor de los casos, de $ 320 por MWh consumido, cuando el costo real es de $ 980, por lo que el Estado sigue cubriendo las dos terceras partes de esa cifra. A eso se le suma el valor adicional de las importaciones de gasoil y de energía desde Brasil y Uruguay que impactará en la cuenta final de subvenciones».
Medidas para la cadena sojera
En mayo de 2014, el gobierno de Cristina Kirchner tomó medidas para reactivar las plantas de biocombustibles, tales como la rebaja de la alícuota del derecho de exportación de biodiesel que favorecieron las exportaciones, más el aumento del corte obligatorio en el mercado interno al 10%, las cuales redundaron en una recuperación de la producción de biodiesel que permitió mayor ingreso y ahorro de divisas debidas a un aumento sustancial de los precios relativos del aceite y poroto de soja, y sustitución de importaciones de gasoil. Pero la Administración CFK no supo/no quiso/no pudo mantener el envión. Este efecto muestra la importancia de sostener políticas que permitan agregar valor a la cadena sojera como una de las principales fuentes de ingresos a nuestro país, sostuvo un documento alusivo de CARBIO.
En la misma dirección, el presidente Mauricio Macri le acaba de solicitar a la Unión Europea la apertura a las exportaciones argentinas de biodiesel, en una reunión que mantuvo con las máximas autoridades del organismo.
La Unión Europea (UE) era el principal mercado de exportación con ventas que llegaron a valores superiores a los US$ 1.500 millones anuales, por lo que la Argentina se había transformado en el primer abastecedor mundial de biodiésel. Fue antes de la expropiación de YPF, cuando el mercado español consumía biodiésel de soja argentino por más de US$ 800 millones. El golpe fue mayor si se tiene en cuenta que por entonces la Unión Europea subió los aranceles a ese biocombustible argentino, que pasaron del 22% al 26%.
El biodiesel argentino, basado en el aceite de soja, favorecía la política comunitaria de cuidado del medio ambiente y la de cambio climático, así como disminuía los precios al consumidor.
Sin embargo, el lobby proteccionista europeo logró convencer a la Comisión Europea, sobre la base de argumentos insostenibles, de imponer medidas antidumping injustificadas y arbitrarias que fueron finalmente cuestionadas por la Organización Mundial de Comercio.
Fuente: Urgente24