Jacques Diouf anticipó la realización de una cumbre mundial sobre bioenergía.
Jacques Diouf, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, en inglés), tiene 850 millones de preocupaciones, una por cada persona hambrienta en el mundo. Por eso, en su agenda hay un solo tema: la seguridad alimentaria. Es decir, que todos los seres humanos tengan agua y comida.
Nacido en Senegal y funcionario de la ONU desde 1993, Diouf se llevó dos buenas noticias de Buenos Aires: por un lado, el compromiso de nuestro país de colaborar con su organización en el asesoramiento agropecuario a países menos desarrollados y, por el otro, la promesa del presidente Néstor Kirchner de que la Argentina volverá a pagar las cuotas de socio de la FAO (US$ 4,5 millones anuales) y una deuda acumulada de 33 millones.
Durante una gira por la región, el diplomático estuvo en Brasil, donde fue recibido por el presidente Lula da Silva, pasó por la Argentina (vio a Kirchner, y los ministros de Relaciones Exteriores, Jorge Taiana; de Economía, Felisa Miceli, y de Desarrollo Social, Alicia Kirchner) y seguirá viaje por Chile.
En una entrevista con LA NACION elogió el programa brasileño Hambre Cero y lo puso como el ejemplo por seguir, recordó la meta de su organización (reducir el número de hambrientos a la mitad para 2015) y destacó el desafío que plantean los biocombustibles.
-¿Cómo sigue la FAO el impacto de los biocombustibles en la producción agrícola?
-Asegurar al mismo tiempo una producción suficiente que satisfaga las demandas de alimentos y bioenergía es un desafío. Depende de los recursos naturales de cada país, del mercado mundial, de la demanda y de los precios de la energía. Por eso, la FAO organizará en 2008 una cumbre de alto nivel sobre la seguridad alimentaria y el cambio climático. Durante varios meses vamos a estudiar todos los costados del tema para llegar con datos concretos a partir de la realidad. De lo contrario tendremos un debate ideológico, y en esa circunstancia todos tienen razón. No deberíamos quedarnos en ese nivel, donde un grupo dice que hay hambre y no se debe producir energía con granos cuando no hay alimentos suficientes, y otro grupo afirma que se trata de una oportunidad que podría mejorar los ingresos de los países pobres.
-¿El hambre es un problema de producción o de distribución de los alimentos?
-En el orden mundial es un problema de distribución. Pero en una comunidad pobre concreta, lo primero que hay que hacer es producir para comer.
-¿Qué espera de nuestro país?
-La Argentina es el octavo productor agropecuario y el quinto exportador de alimentos del mundo, así que juega un papel esencial. Además, está haciendo un gran esfuerzo en la lucha contra enfermedades transfronterizas como la aftosa. Los trabajos hechos por los agrotécnicos argentinos en Haití y Paraguay son muy importantes y esperamos que se repitan en otros países de América latina y Africa que necesitan mejorar su productividad agropecuaria. También tiene que seguir produciendo como lo está haciendo para satisfacer una demanda mundial creciente, con una población que pasará de 6000 millones a 9000 millones de personas en 2050.
-¿Cuáles son los principales desafíos de la organización?
-En primer lugar, lograr voluntad política que dé prioridad a la lucha contra el hambre y la pobreza, si no, no habrá mejora. El gran movimiento de mercaderías trajo nuevos riesgos de plagas y enfermedades transfronterizas que hay que vigilar. Del cambio climático hablábamos hace diez años, pero sólo ahora cobró importancia política. La disponibilidad de agua dulce es otro gran desafío al igual que llegar a acuerdos sobre un comercio agropecuario más equitativo.
Por José Crettaz
De la Redacción de LA NACION
Fuente: La Nación