Alieto Guadagni

La amenaza del cambio climático global

cambio-climatico-guadagniMuchas de las dudas acerca de la gravedad del cambio climático global fueron borradas el año pasado, cuando las Naciones Unidas difundieron el tercer informe del Grupo Intergubernamental de Expertos, en el cual se comprobó que el calentamiento atmosférico es un hecho y se debe, en gran medida, a las actividades humanas. En 11 de los últimos 12 años se han registrado las temperaturas más altas desde que existen registros.

Recordemos que en 2005 entró en vigor el Protocolo de Kyoto, de manera que los objetivos de reducción de emisiones de dióxido de carbono asumidos por los países industrializados se convirtieron en compromisos internacionales. En el marco de este acuerdo, 38 países industrializados se han comprometido a reducir, entre 2008 y 2012, sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 5,2% por debajo de los niveles de 1990. Lamentablemente, el mayor contaminador mundial, Estados Unidos, se negó a ratificar el protocolo. Además, en diciembre de 2007, todas las naciones que suscribieron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático resolvieron que, hacia fines de 2009, se reunirían en Dinamarca para lograr un nuevo acuerdo internacional que sustituya al Protocolo de Kyoto, que termina en 2012.

Las negociaciones internacionales que se avecinan serán sumamente complejas, por tres circunstancias. Primero, los países industrializados con compromisos de reducción de sus emisiones representan hoy apenas el 28% de las emisiones mundiales (Unión Europea, 15%; Rusia 6% y Japón 4%). Segundo, Estados Unidos, que es el principal contaminador mundial, no asumió ningún compromiso internacional de reducción (21% del total de emisiones). Tercero, el mundo en desarrollo no está obligado a realizar reducciones de sus emisiones, que alcanzan el 50% del total (China ya es el segundo país contaminador, con el 19% de las emisiones totales).

El panorama de las negociaciones se complica aún más si se consideran tres hechos adicionales. Primero, las proyecciones indican que, en las próximas décadas, nada menos que el 75% del incremento en las emisiones será responsabilidad del mundo en desarrollo (China sola causará el 40% del aumento esperado); en esta etapa de la globalización, el mundo emergente acorta las distancias económicas con el mundo industrializado. El segundo hecho tiene que ver con la historia de los últimos siglos. La enorme acumulación de gases en nuestra atmósfera es responsabilidad de las naciones que lideraron la Revolución Industrial desde fines del siglo XVIII. Europa y Estados Unidos representan apenas el 12% de la población mundial, pero han sido responsables de nada menos que el 70% de los gases acumulados. En tercer lugar, el tablero negociador se hace más complejo cuando se presta atención a las enormes diferencias en las emisiones por habitante. Un alemán contamina cien veces más que un etíope. Un norteamericano, el doble que un alemán y cinco veces más que un chino. Un canadiense, 20 veces más que un guatemalteco, y un inglés, 8 veces más que un vietnamita. Un habitante del Primer Mundo industrializado contamina 15 veces más que un habitante de un país pobre.

Por esto Kevin Watkins, director de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, pudo expresar: «Si los habitantes del mundo en desarrollo hubieran generado emisiones de dióxido de carbono (CO2) per cápita al mismo ritmo que los norteamericanos, necesitaríamos la atmósfera de nueve planetas Tierra». El presidente Bush proclamó, en abril, por vez primera, la decisión de evitar el incremento en las emisiones, pero sólo hacia 2025.

Más importante que esta tibia y tardía decisión del presidente que ya está concluyendo su mandato, es el compromiso anunciado por los candidatos Obama y McCain de implementar reducciones de por lo menos el 65% en las emisiones, y que la Academia Nacional de Ingeniería de los Estados Unidos esté impulsando investigaciones sobre energía solar, energía a partir de la fusión, técnicas de secuestro del CO2 y el ciclo del nitrógeno.

La humanidad necesita un salto tecnológico «verde» que permita consumir energía sin dañar el medio ambiente. Existen cinco fuentes de energía en la naturaleza (carbón, petróleo, gas, uranio y renovables) que deberemos seguir utilizando en los próximos años con técnicas menos contaminantes. Pero no nos debemos olvidar de la sexta fuente: la conservación energética con consumos minimizados gracias a técnicas más eficientes.

La Argentina podrá reducir en el futuro sus emisiones, ya que influirán en esta mejora ambiental la pérdida del autoabastecimiento de gas, naftas, gasoil y fueloil. El tránsito desde un estadio de energía abundante, barata y exportada a otro caracterizado por energía escasa, cara e importada, por la creciente insuficiencia de nuestra producción de hidrocarburos debido a la expansión del consumo, pero también a la reducción en la exploración (a pesar del altísimo precio del petróleo) provocada por deficientes políticas energéticas, impulsará la transformación de nuestra matriz energética desde el petróleo y el gas hacia la hidroelectricidad y la energía nuclear.

Al mismo tiempo, el aumento en los precios internos de todas las formas de energía que ocurrirán en un futuro no muy lejano, cuando despertemos de este sueño de precios subsidiados, incentivará la conservación energética y todas las energías renovables, particularmente la eólica y la solar. El escenario energético que se avecina impulsará iniciativas para reducir en nuestro país las emisiones de CO2, como la modernización del transporte público y de la red ferroviaria para cargas y movimiento masivo de pasajeros, procesos industriales menos intensivos en combustibles, aumento en la eficiencia energética de los vehículos y los artefactos y nuevos códigos de edificación que minimicen el consumo energético.

Las evidencias señalan la urgencia en reducir las emisiones. Es cierto que hay incertidumbre, pero cuando enfrentamos riesgos globales de magnitud la falta de certeza absoluta no justifica la inacción.

Cuatro propuestas permitirían afrontar este desafío: 1) establecer globalmente un impuesto a las emisiones de CO2 para abatirlas y alentar mejores alternativas. 2) Normas técnicas universales más exigentes (vehículos, construcciones, electrodomésticos, industria y energía). 3) Apoyo a las energías limpias y a la conservación. 4) Cooperación financiera de los países industrializados (que son los responsables del actual nivel de contaminación) para que los países en desarrollo puedan afrontar la revolución tecnológica «verde» que se avecina. Para esto se requerirá la participación del Banco Mundial, que debería asumir como responsabilidad primaria la preservación del medio ambiente global, y también del FMI para las cuestiones tributarias universales que habrá que encarar, y un nuevo tratado que vaya mucho más allá de 2012.

El consenso global no será nada fácil, por los enormes intereses nacionales enfrentados, pero tampoco es imposible si la comunidad internacional se decide a enfrentar responsablemente el desafío del cambio climático y preservar la Tierra para las futuras generaciones.

Por Alieto Aldo Guadagni para La Nación

El autor es director del Instituto Di Tella; fue secretario de Energía de la Nación.

Fuente: La Nación

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