Producción de alimentos y energía entran en un nuevo paradigma. La ciencia promete resolver cuestiones críticas para la producción argentina a partir de las nuevas tecnologías.
La generación de energía eléctrica en base a producción de biogás proveniente de biomasa agropecuaria ya se desarrolla en el país.
¿Qué misión tiene la biotecnología para el desarrollo sustentable? ¿Qué papel jugará la bioeconomía? La ciencia promete resolver cuestiones críticas para la producción argentina a partir de las nuevas tecnologías para soja y maíz, fundamentalmente, que pronto estará disponibles en el mercado y también a través de la adopción de la biomasa como fuente de energía.
Martín Lema, director de biotecnología del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, brindó un detalle de algunos de los eventos biotecnológicos que se vienen en el corto plazo. Si bien aseguró que no puede dar una lista definida ni fechas precisas sobre la aparición de la nueva tecnología en el mercado, remarcó que hay varios productos de soja y maíz con resistencias a herbicidas e insectos que estarán disponibles en el mercado en breve.
Ante cientos de productores agropecuario en el congreso de Aapresid, Lema dijo que entre las otras actividades que pueden hacer también la entidad impulsora de la siembra directa es «ayudar a identificar nuevos cultivos en los cuales la pronta adopción de variantes biotecnológicas pudiera generar un impacto mayor de la sustentabilidad».
Es que al parecer hay opciones en varios cultivos pero como el sistema, desarrolladores más el Estado, no permite aprobar cultivos con la velocidad que se desearía dijo que hay que «tratar de enfocar» cual sería más la opción más ventajosa. «Tenemos la soja con resistencia a herbicida, a glifosato, pero hay en cartera resistencia a muchos otros herbicidas y todos ellos se postulan como la alternativa, la competencia frente a la aparición de malezas. El problema es que no es tan fácil que todos esos productos salgan al mercado al mismo tiempo. Los desarrolladores defienden cada uno su producto, dice que es el más conveniente, pero terceras instituciones como Aapresid podrían ayudar a identificar cuáles de estas opciones convendrían que se adoptará más prontamente», destacó el funcionario.
En rigor, Lema dijo que como en soja a campo se maneja una sola resistencia a herbicida (glifosato) y en los años próximos puede haber una oferta de distintas variedades y con resistencia a diferentes principios activos, señaló que «esto puede servir a la rotación y a la diversificación de la producción y sustentabilidad».
El secretario ejecutivo de la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia) también explicó que tanto en soja y maíz como en otros cultivos se vienen otros «trakes», o características, interesantes para cuidar la sustentabilidad agropecuaria. Explicó que tienen que ver con resistencia a sequía, o que pueden producir con menor demanda hídrica, a otros tipos de patógenos como virales o otros insectos que podrían reducir la utilización de químicos.
El especialista en biología puso especial énfasis en la diversificación de nuevas características a otros cultivos, en un futuro cercano, como trigo, papa, caña de azúcar, cártamo, remolacha.
También indicó que el girasol, la colza y sorgo pueden tener estas características, aunque dijo que es un poco más difícil en el corto plazo por cuestiones de evaluación. «La apertura hacia otras características es tanto o más importante que sea hacia otros cultivos», subrayó.
Por otra parte, además de los organismos genéticamente modificados (OGM), Lema habló de los bioinsumos. «En el sector se ve venir que hay una enorme expansión de lo que pueden aportar los bioinsumos para el crecimiento de las plantas de manera novedosa, solucionar ciertos problemas», señaló al tiempo que comentó que en el Ministerio y el Inta están trabajando para explotar al máximo esa capacidad y recordó que en función de eso objetivo se creó un comité asesor en bioinsumos para aconsejar a la cartera agropecuaria.
«Al productor le pueden ayudar a mejorar la productividad, pero en el ámbito del ministerio de economía estas herramientas de biotecnología, tanto los OGM y los bioinsumos contribuyen a agregar valor a una mayor productividad por hectárea, en algunos casos a la agregación de valor en origen y también pueden tener un impacto ante la menor necesidad de utilización de insumos mecánicos o fisicoquímicos», resumió el director de biotecnología.
Agroecología
Claudio Dunnan, ingeniero agrónomo recibido en la Universidad Nacional de Buenos Aires y doctorado en agroecología en la Universidad del Estado de Colorado (Estados Unidos) expuso sobre «¿Qué misión tiene la biotecnología para el desarrollo sustentable?» y en ese marco habló del rol de la biomasa.
«Estamos acostumbrados a que a partir del petróleo obtenemos energía, solventes, plásticos. Pero en lugar de utilizar petróleo podemos utilizar biomasa renovable, en lugar de utilizar fotosíntesis de hace millones de años, utilizar la del día», así comenzó Dunnan.
Sobre la base de que la sociedad necesita moverse a un uso de los recursos más eficientes, a una actividad económica baja en carbono, el ingeniero agrónomo explicó que la biomasa no sólo se puede transformar en energía sino en otras moléculas de alto valor agregado que van a reemplazar a lo que proviene de la petroquímica.
«Estamos sobreusando el planeta. En la década del 80 ya sobrepasamos la capacidad del planeta, hoy utilizamos los recursos que debería proveerse a un planeta y medio. Si continuamos con esta tendencia en 2030 vamos a necesitar dos planetas para proveer las necesidades de la humanidad. Esto es un problema», detalló.
El especialista en agroecología reconoció que existe una creciente preocupación por lo que ocurre con el cambio climático, ya que en los últimos 20 años se duplicó el número de eventos relacionados con el clima de resultado catastrófico pero todavía se mostró un tanto escéptico sobre lo que va hacer con las emisiones de gas de efecto invernadero, que hoy superan las 400 partes por millón mientras que hace dos años era 5 partes por millón menos y en el 92 era 50 o 60 partes menos.
«En la cumbre climática de 2015 habrá que ponerse de acuerdo para que los gases de efecto invernadero no pasan las 450 por millón de concentración en la atmósfera. Esto puede ocurrir si se incrementa el uso eficiente de la energía, tanto en consumo humano como en transporte, reducir los subsidios al uso del petróleo, y poner un precio a la emisión de dióxido de carbono, que ya se está hablando de 40 dólares la tonelada. Esto haría que cualquier industria que sobregenere dióxido de carbono tendrá que pagar por esa emisión y la rentabilidad de esa operatoria se verá disminuida», propuso.
Biomasa
Ante este crítico escenario ambiental, el especialista advierte que se está frente a «una interesante oportunidad para ver de dónde pueden venir los recursos sino vienen del petróleo» y propuso que pueda ser de la biomasa.
«Estamos ante una oportunidad bioeconómica para reducir la dependencia del petróleo, mitigar el cambio climático, transformar procesos de producción, ser más eficientes en el uso de recursos naturales, y todo está altamente basado en la innovación. Un país como el nuestro que desarrolla tecnología se puede ver muy bien posicionado, más allá de que afortunadamente producimos biomasa. La bioeconomía es una alternativa económica muy importante porque con la tendencia que se están viendo puede representar el 2,5 a 3 del PBI global del año 2030″, detalló el analista.
En ese sentido, explicó que el concepto central de la bioeconomía es la biorefinería integral, donde se combinan distintas tecnologías para la transformación de la biomasa de distintos orígenes, que va desde residuos agrícolas, uso de gramíneas en pastizales naturales, residuos de alimentos para producir energía y combustibles y también materiales como plástico.
«Aún tenemos que dar el salto para producir biomasa de grano de uso no alimenticio, ya se abrieron algunas en Estados Unidos y una muy grande en China. Seguramente vamos a ver un pasaje de primera generación en grano a segunda generación. Avanzando al proceso de combustible de alto valor agregado, saliendo del típico etanol al bultanol, que es un producto de uso directo, no de corte», indicó.
Dunnan se mostró optimista con el recorrido que se pueda realizar en el corto tiempo y dijo que si en 2015 se llega a un acuerdo sobre la emisión de gases de efecto invernadero «el 75 por ciento de las reservas de fósiles no serían utilizadas».
El especialista explicó que una biorefinería pueden tener un modelo de transformación de 10 hectáreas de biomasa por día y dijo que podrían llevar adelante el negocio cooperativas regionales y medianos productores. «La biomasa no es transportable de larga distancias, a más de 30 kilómetros deja de ser eficiente económicamente y esto hace al desarrollo local. Con inversiones de 10 a 12 millones de dólares se podría tener la cantidad de combustible para abastecer una determinada región. Esto está ocurriendo y lo vamos a ver con mayor énfasis en los próximos años», apuntó el funcionario.
En una biorefinería integrada se producen otros materiales como bioplástico. Dunnan detalló que hoy se producen 2.700 millones toneladas y se estima que 2030 el 15 por ciento van a provenir de biomasa, una tasa de crecimiento importante. «Hay proyectos que ya funcionan en Argentina a base de glicerina, un subproducto del biodiesel. El kilo de tonelada de glicerina puede valer 250 dólares crudo y el bioplástico unos 2.000 dólares la tonelada. Hay un efecto multiplicador muy grande», apuntó.
También mencionó como otro ejemplo a la quimosina para la producción de queso a partir de cártamo. Se trata de una encima que vale 3 mil dólares el kilo en el mercado. «Hay proyectos de muchísimo valor. Eso se puede extender para encimas para el biocombustible«, relató al tiempo que destacó que «la bioeconomía no es de escala sino de repetición y el desarrollo es más distribuido y eso es un beneficio para un país como Argentina y se genera un impacto social muy interesante».