El déficit del sector energético obliga a Argentina a un debate urgente sobre el tema. La macroeconomía siente el impacto de un esquema dependiente de la importación. Las alternativas.
Rojo fiscal. El país es altamente dependiente de gas, un insumo que impacta en la balanza comercial y el tipo de cambio.
El desarrollo sustentable de la matriz energética en la Argentina se transformó en un tema urgente en la agenda económica oficial, por el impacto macroeconómico que provoca el creciente déficit de este sector en la balanza comercial, en las reservas y en el tipo de cambio. Sin embargo, las alternativas para encontrarle una salida en el mediano plazo sondean proyectos que van desde la generación de biomasa a pequeña escala, la profundización del modelo industrial de producción de biocombustibles, hasta la búsqueda de inversiones de gran escala para la exploración de recursos no convencionales.
En esa búsqueda, los referentes del sector agropecuario se muestran interesados en convertirse en actores clave de esta discusión, considerando aún queda mucho por recorrer en materia de aprovechamiento del valor agregado de las materias primas agrícolas, que en la última década logró un despegue a nivel industrial en la Argentina y América latina.
“Ahora Argentina está llamada a ser un importador de energía en los próximos diez años”, enfatizó Sebastán Sheimberg, de la consultora Montamat y Asociados y asesor en cuestiones energéticas durante el último Congreso de Aapresid en el marco del panel sobre bioeconomía y la misión que hay que cumplir para lograr un desarrollo sustentable de la matriz energética en el país.
El economista trazó una panorama con perspectivas alentadoras a futuro, pero poco auspiciosas para el presente inmediato en función de la estructura energética que tiene hoy la Argentina. “Hay un estado de escasez energético, somos fuertes dependientes de los hidrocarburos. El 54% de lo que se consume es gas natural (uno de los porcentajes más altos del mundo) pero el país importa el 30% de eso”, graficó.
A su juicio, la decisión política del gobierno de congelar los precios de las tarifas provocó un desbalance en los precios relativos, esto “determinó un consumo excesivo de la población, algo que sumado a una menor inversión de los productores derivó en una creciente importación que generó dificultades serias en la balanza comercial”.
Sin embargo, “la aspiración es que el futuro sea más despejado”, dijo Scheimberg, y situó esa esperanza lejos, puntualmente en el desarrollo y explotación de los recursos no convencionales como shale gas o shale oil, un espacio en el cual “la Argentina podría subirse al podio de los países con grandes reservas”, indicó.
Los biocombustibles
El economista se mostró escepético sobre el aporte relevante que pueden hacer los biocombustibles en la recomposición de la matriz energética local. “No me quiero pelear con nadie, pero a la hora de hablar de biocombustibles la pregunta es si realmente es sostenible la profundización del modelo sin subsidios”, se preguntó.
En ese punto también coincidió un referente de la propia agroindustria, un sector que en la última década realizó fuertes inversiones en producción de biodiesel. El general manager de Terminal 6 (T6), reconoció que “el biodiesel no es un negocio sustentable sin intervención del Estado” y explicó al respecto que esto está estrechamente vinculado a precio del aceite vegetal de soja, la materia prima de este biocombustible, que es 50% más cara que el petrólero, la base de los combustibles fósiles.
El ejecutivo recordó que se incrementó la producción mundial de biocombustibles en el mundo, que hoy a nivel global tiene una capacidad de 53 millones de toneladas, mientras que el consumo es de 20 millones de toneladas, con lo cual comienzan a verse señales de alarma por la alta capacidad ociosa.
La presencia del Estado como un actor que regula el mercado permitió el despegue de esta industria. Por caso, según recordó Ríos, en la Argentina la materia prima (aceite vegetal) tiene una retención del 32%, mientras que el biodiesel un arancel diferencial del 11%, que permite promover la producción.
Sin embargo, esta industria que había consolidado su despegue chocó contra las regulaciones y medidas antidumping que dispuso el gobierno de la Unión Europea (UE) para el ingreso de biodiesel argentino con fuertes aranceles de importación que fueron denunciados por el país ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). “Se nos borró ese mercado y en 2013 las exportaciones volvieron a caer”, indicó Ríos.
De todos modos, el empresario consideró que la aceleración de la política de corte (de combustible con biodiesel) puertas adentro del país podría darle un nuevo dinamismo al negocio. “En la Argentina está reglamentado un corte del 10% de bioenergía y el el país se consumen 14 millones de metros cúbicos de diesel, de los cuales el 10%, 1,4 millones, se necesitarían, pero la realidad es que no se está cortando más del 7%”, recordó y dijo que “la razón de ese nivel es que el cupo se estableció para las pymes, las cuales por la incertidumbre de mercado regulatorio no produjeron al 100%”.
Sumar, no reemplazar. Para la Carlina Bondolich, titular de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (Fada) es clave avanzar en sumar energía renovable a la matriz energética nacional, una iniciativa que fue establecida en la ley 26.190, mediante la resolucion 108.
Esta legislación fijó un marco regulatorio a través del cual para 2016 el objetivo era llegar a alcanzar un cupo 8% de energía renovable en el consumo total de energía eléctrica, algo que según expresó la especialista, no logró avanzar de acuerdo a lo esperado por la lentitud en la aplicación del decreto reglamentario.
Bandolich también cuestionó los inconvenientes en la conformación de un fondo fiduciario de energía renovable que permitía promocionar la actividad a través de ventajas impositivas.
Otro de los puntos débiles fue la licitación de los proyectos. “Hubo presentaciones pero no adjudicaciones y de los proyectos licitados sólo el 15% se ejecutó”, indicó.
Esta poca voluntad por acelerar la puesta a punto de la legislación provocó que “en 2012 sólo el 1,4% del sistema eléctrico mayorista se cubre con energía renovable, muy lejos del 8% previsto para 2016”, indicó.
También Bondolich también explicó que hay una gran materia pendiente en el desarrollo de la biomasa en la estructura de las energías renovables, que sólo ocupan el 4% frente a otras como la eólica.
Para la titular de Fasa, el agro debería profundizar la voluntad de trabajar en el desarrollo de energía renovable y para eso citó no sólo la promoción de los cultivos energéticos, sino trambién el trabajo a partir de desechos pecuarios (criaderos de cerdos, estiércol, etcétera) y también residuos industriales.
En ese sentido explicó que los costos y la demanda de recursos son bajos y es alto el aporte. Desde Fasa están trabajando en una iniciativa de 50 plantas para la producción de 1 Mw de energía que se nutrirían con silaje de maís y el residuo de criadero de animales. “Lo necesario serían 25 mil hectáreas sembradas de maíz para las 50 planteas y 200 mil metros cúbicos de estiércol”.
Aclaró que esto produce también un fuerte impacto en el empleo, ya que se podrían generar 1.300 puestos de trabajo.
Según indicó Bondolich, si se compara el biogas que se produciría en esas plantas representaría para el Estado un ahorro de 72 millones de dólares con esos 50 Mw producidos.
Para la especialista de Fada, se trata de pensar este esquema de energías renovables como un complemento y no como una competencia con los fósicles. “No hablamos de sustituticón, sino de ampliar la matriz energética, crecer y tener más energría y pensar en agregar valor para propiciar el desarrollo de los pueblos del interior”, concluyó.
Por Sandra Cicaré / La Capital
Fuente: Diario La Capital