Mientras el mundo se empeña por darle buenas noticias a la Argentina, en estas playas parece que hacemos caso omiso de ellas. Practicamos, con llamativa tozudez, el hábito de ir contra natura.
¿Cuáles fueron las buenas noticias? Los granos mantuvieron la tendencia alcista de las últimas semanas, anotando los valores más altos del año para la soja, el maíz y el trigo. Un país normal, frente a este panorama tan halagüeño para los productos clave de su economía, intentaría algo que le permita sacar provecho del “momentum” y aliviar sus urgencias.
¿Qué habría que hacer? Ser prácticos. Tenemos más o menos una idea de lo que entrará con esta cosecha. Podemos presupuestar unas 52/54 millones de toneladas de soja, con un valor promedio de 450 dólares, más el plus por el valor agregado de la conversión en harina, aceite y biodiesel. Unos 22.000 millones de dólares, 8.000 directos para el fisco vía retenciones y 2.000 en sustitución de importaciones de gasoil por mayor corte con biodiesel.
Agreguemos 15 millones de toneladas de exportaciones de maíz, otros 2.000 millones de dólares. Y otros 2.500 entre girasol, sorgo, los puchos que quedan de cebada, arroz, porotos, algodón, etc. Dejemos de lado otros productos regionales que en general se basan en plantaciones perennes, donde no debe esperarse algo espectacular en el corto plazo.
Pero sí podría generarse un batacazo de corto plazo con el cultivo que más padeció las consecuencias del “desacople”: el trigo. Un artículo del joven economista Iván Ordóñez calculó esta semana el lucro cesante de la política de restricción de exportaciones desde el 2007. Se perdieron más de 7 mil millones de dólares, lo que explica la mitad de la merma de las reservas.
Existe tecnología disponible para un salto espectacular e inmediato de los rindes. La complicada relación insumo/producto de las últimas campañas, originada por el juego perverso de retenciones más restricciones comerciales, no sólo hicieron caer la superficie sembrada a la mitad, por debajo de las 4 millones de hectáreas. También operaron como un freno a la tecnología. Menos uso de fertilizantes, más pobre control de malezas, imposibilidad de hacer frente a tratamientos con funguicidas para el control de enfermedades, derivaron en rindes muy alejados del potencial.
Con muy poco, se puede impulsar la siembra de 8 millones de hectáreas en esta campaña. Hay condiciones climáticas excepcionales, los mercados exhiben precios atractivos, y el costo de los insumos permitiría un uso racional. Lo único que hay que hacer es liberar la exportación de la campaña 2014/5, y eliminar los derechos de exportación. Con un trigo de 235/240 dólares en Chicago, si aquí se garantiza precio lleno, habría que hablar de una cosecha de 20 millones de toneladas. El saldo exportable sería de 13 millones (sumando algo de harina) por un valor de 3.000 millones de dólares. El dato adicional es que estas divisas ingresarían a lo largo del año, a medida que los exportadores vayan recibiendo órdenes de venta por parte de los chacareros. Y sin impacto inflacionario alguno, porque ya se sabe, las retenciones no influyen en el precio del pan.
Pero en lugar de pensar en estos términos, la kraneoteka está mirando otro canal. Se sigue meneando la idea de la “Secretaría de Comercio de Granos”, que en cualquier momento puede tomar estado parlamentario, aunque varios altos referentes del gobierno intentaron quitar decibeles a la propuesta. La Afip salió con nuevos requerimientos de información que no agregan mucho a lo ya existente, pero vuelve a crispar la mano que da de comer.
Cambiar la mirada no significa que el gobierno deba hocicar ante quienes considera sus enemigos. Al fin y al cabo, hasta los puercospines se la rebuscan para reproducirse. Hacen el amor…con muchísimo cuidado.
Por Hector A. Huergo
Fuente: Diario Clarín Suplemento Clarín Rural