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Energía, fuentes alternativas

La producción de energía, que es el principal factor del crecimiento económico en el mundo, ha sido sostenida en el último siglo por los recursos naturales hidrocarburíferos. La enorme presión ejercida sobre éstos es lo que ha provocado, como primera consecuencia ambiental, el incremento del calentamiento del planeta (efecto invernadero) por la consecuente generación de grandes toneladas de dióxido de carbono arrojadas a la atmósfera. Por eso es necesario comenzar a pensar con otra lógica.

El carbón mineral sigue siendo materia prima fundamental y, paralelamente, el más contaminante en la obtención de energía, al mismo tiempo que protagonista importante en las matrices energéticas de los principales países del mundo.

Además, si incluyéramos en el análisis el petróleo y el gas natural, veríamos que casi todos los países producen energía a partir de su quema. Este proceso ya ha comenzado a desandarse debido a la contaminación ambiental global.

Otro de los combustibles no renovables importantes es el uranio, que hace posible desarrollar la energía nuclear. Esta tecnología es limpia y poco contaminante, aunque es considerada peligrosa por la posibilidad de accidentes con escapes radiactivos que pueden generar riesgos extremos para la vida. Sin embargo, hay científicos que sostienen que la energía nuclear es una de las más seguras y limpias, como el químico inglés James Lovelock (La venganza de Gaia).

Estados Unidos es el país que más produce energía nuclear con más de cien usinas (según informe publicado en la revista Exame de junio de 2007). Luego le siguen Francia, Japón, Rusia y Corea del Sur. En América Latina sólo Brasil y Argentina disponen de esta tecnología. Por su parte, China, India y Rusia son los países que están desarrollando más proyectos de construcción de usinas.

Como consecuencia de lo expresado, hace algunos años han comenzado a desarrollarse fuentes alternativas en base a recursos renovables, sobre los que hoy se continúa trabajando en persecución del doble objetivo de economicidad y sustentabilidad, lo que significa una salida lógica y no traumática para llegar de igual modo al buscado desarrollo.

Ya en el terreno de las fuentes alternativas, la energía hidráulica es sin dudas la más importante por sus múltiples usos (electricidad, conservación del agua dulce, cambio de climas, etc.), que son mucho más beneficiosos que los efectos negativos que ellas y otras fuentes tienen en contra del medio ambiente.

Sin embargo, están desarrollándose fuertemente otras fuentes, como el uso de los vientos. Por ejemplo, en Europa hay muchos países que están ya usando turbinas eólicas, y también en nuestro país, especialmente con proyectos en la Patagonia donde los vientos son permanentes.

Los ambientalistas afirman que no hay ni habrá crisis de energía ya que hay medios para producirla por lo menos para los próximos 50 años sin riesgo de faltantes, a los consumos de hoy; lo que sí hay es contaminación ambiental producto de la forma con la que se obtiene la energía, de allí la búsqueda afanosa de continuar produciendo e incluso aumentando la producción pero sobre la base de recursos alternativos renovables y no contaminantes.

El biodiésel se obtiene de un compuesto químico en el que intervienen un aceite, un catalizador y un alcohol. De ese modo, con sebo vacuno u otro de origen vegetal, soda cáustica y metanol ya puede producirse el combustible, que de todas maneras es contaminante aunque en menor grado.

Muchos países ya han iniciado la producción de biodiésel a partir de varios productos de origen animal o vegetal. La diferencia finalmente estará dada por el precio de venta al público, que tendrá en cuenta la materia prima principal, el lugar de ubicación de las plantas procesadoras y los centros de producción y consumo.

El biodiésel se está produciendo para sustituir gradualmente en todo el mundo a los combustibles producidos a partir de recursos fósiles, mediante el corte de éstos con un porcentaje creciente de biodiésel hasta llegar a su reemplazo total.

Nuevos estudios recientemente realizados en Estados Unidos muestran que algunas hierbas nativas del campo pueden ser usadas como materias primas para la elaboración de biocombustibles. Científicos de la Universidad de Minnesota, liderados por el ecólogo David Tilman, han experimentado con 16 variedades de gramíneas y demostrado en laboratorio que ellas son más potentes energéticamente que el maíz y la soja.

La colza, por ejemplo, es una hortaliza de la familia de las coles de cuya semilla puede extraerse aceite; el cártamo y el cynara, que son dos cardos; el ricino y la jatropha, que se industrializa en Misiones, están entre los más oleosos.

El planteo aquí es la necesidad de remplazar los hidrocarburos, pero al mismo tiempo no disminuir la oferta de alimentos a la creciente población mundial usándolos para producir combustibles en lugar de aplicarlos para el consumo alimenticio de la humanidad. Para tal fin, se procuran usar gramíneas y subproductos del agro.

En el tema de combustibles para el transporte, Brasil viene trabajando fuerte desde hace unos años con etanol producido a partir de la caña de azúcar. El alcohol sustituye la nafta, mientras que los biocombustibles están destinados a suplir el gasoil.

No obstante, se están manejando otras alternativas energéticas para la combustión del transporte que por ahora son sólo pruebas y desarrollos de laboratorio, tales como el automóvil movilizado por hidrógeno, que es un gas muy común en la atmósfera y no contaminante, así como los autos híbridos, que funcionan con dos motores, uno convencional y otro eléctrico, que ya están circulando. De todos modos una solución total en este sentido económicamente viable sólo se podrá ver en los próximos años.

La utilización del metano en usinas termoeléctricas a partir de depósitos sanitarios a cielo abierto, producto de la descomposición de basura orgánica, está siendo orientada hacia usinas procesadoras de energía calórica que pueden abastecer por ahora a pequeñas ciudades. La particularidad de estos emprendimientos es que producen monóxido de carbono pero en base al reciclado de un gas ya existente, sin usar hidrocarburos.

Hay muchos estudios y emprendimientos más sobre este tema en el mundo, pero la suma de todos estos proyectos no será suficiente si no es acompañada por acciones de los Estados destinadas a frenar el uso de combustibles fósiles, tanto para energía como para transportes, y al mismo tiempo fomentando medios masivos y seguros de transporte como el ferrocarril, sobre y bajo superficie, así como el uso de vehículos eléctricos. Estos deberían ser los objetivos inmediatos de las políticas públicas globales.

Hugo Eberle – Especialista en Medio Ambiente

FUENTE: LOS ANDES

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