Jornada en Villa María. Las biomasas, por su baja densidad y alta dispersión geográfica, condicionan su uso y demandan logística.
Gabrielle Boccasile, funcionario de Agricultura de Lombardía, Italia, expuso en la jornada realizada en Villa María (La Voz).
Villa María. La generación de biogás a partir de residuos de la producción agropecuaria, cultivos y desechos orgánicos urbanos se encuentra frente al planteo estratégico de ser sostenible desde el punto de vista de la rentabilidad, además de pensarse como un recurso de generación de energía limpia, que se aborda desde la gestión ambiental de los establecimientos.
No sólo es enorme la cantidad de materias primas disponibles, sino que debe tenerse en cuenta la serie de subproductos que se generan y su utilización final. Tanto en Argentina como en otros países de Sudamérica y Europa, hay experiencias que apuntan a resolver la baja intensidad geográfica de la generación de biogás y su canalización hacia usinas que permitan estandarizar y potenciar la producción de energía.
En la Sociedad Rural de Villa María se realizó la primera Jornada Internacional de Biomasa, organizada por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Córdoba, la Universidad Nacional de Villa María y la Fundación Prodti.
La biomasa es una fuente energética con baja densidad y alta dispersión geográfica. “Esto condiciona su uso y requiere de una logística para su producción”, advirtió Jorge Hilbert, coordinador del Programa Nacional de Bioenergía del Inta.
A su juicio, “hubo mucha sanata” en la producción de biomasa, en cuanto a su sostenibilidad económica y hay varios factores que inciden.
La utilización de cultivos no tradicionales implica desafíos, como qué tipo de cosecha tienen, si manual o a máquina, características de productos, competencia con la mejor alternativa económica en esa superficie. “Es una falacia que no compiten con cultivos para alimento porque no lo producen. Compiten con el uso del suelo. Hay que hacer un plan de mejoramiento genético y saber cuál es el riesgo de expandir esos cultivos a gran escala”, dijo.
Mencionó el ejemplo de La Rioja y Catamarca, con emprendimientos de jatrofa. “Se decía que con 200 milímetros anuales iban a producir gran cantidad, pero dio como resultado desertificación y gran pérdida para el productor”, remarcó.
Aconsejó considerar una fuente de bajo precio relativo, con otra actividad que pague la logística del traslado o almacenamiento, y evaluar la competencia con mayor uso de rentabilidad económica para ese residuo.
En la ecuación económica pidió valorar la rentabilidad del conjunto de productos, generación de empleo y valor agregado a nivel local. Dijo que la baja rentabilidad es una percepción pública provocada por actores que se ven amenazados de seguir usando commodities a bajo costo.
Hilbert señaló que el debate sobre la competencia con los alimentos es el claro ejemplo de ver la mitad del problema. “El problema de la alimentación mundial no es de producción, sino de distribución y de corrupción. Unos 1.300 millones de toneladas de alimentos se tiran sin ser utilizados, según la FAO”, remarcó. Dice que es preferible reeducar al mundo en el consumo, para no ejercer tanta presión sobre el aumento de la producción.
Digestores en cadena
Airton Kunz trabaja el Embrapa, el Inta brasileño, en el estado de Santa Catarina, dentro de un grupo enfocado en gestión ambiental en producciones de pollo y cerdo. Se aboca a la producción de biogás con distintos residuos, que incluyen desechos urbanos, industriales, agrícolas y pecuarios.
Dijo que existen ciclos de utilización de la biodigestión en Brasil, pero que actualmente hay mucha actividad por el interés del sector eléctrico en la posibilidad para generar energía.
Un punto crítico del proceso son los ingresos. Cuando se trabaja en baja escala, los proyectos tienen dificultades para lograr viabilidad económica. Para ello organizan cuencas con pequeños productores de baja capacidad de generación, con biodigestores muy pequeños, de entre 10 y 50 metros cúbicos, alimentados con residuos de cerdos y tambos. En la cuenca del estado de Paraná, los unen con una línea que pasa hacia una central térmica para su aprovechamiento.
Qué hacer con efluentes de la generación de biogás es otra de las cuestiones. Con la utilización de biodigestores no hay eliminación del impacto ambiental. Cuando más alto es su nivel tecnológico, más reduce el carbono. Pero por la concentración de amonio, persiste el problema ambiental.
Problema y oportunidad Desde el punto de vista ambiental, Lombardía, en el norte de Italia, es una de las zonas más cuestionadas por su responsabilidad a partir de los residuos agropecuarios.
Produce el 42 por ciento de toda la leche de Italia y el 40 por ciento de los cerdos. Cuenta con 1,5 millón de bovinos, cinco millones de cerdos y 37 millones de pollos. En toda Italia se vuelcan 386.000 toneladas de amoníaco. Al 60 por ciento de esto contribuye la cría de ganado y Lombardía contribuyen en un 37 por ciento de la cría nacional. El sistema lácteo solo emite 27.000 toneladas de amoníaco. Gabrielle Boccasile, funcionario de Agricultura de Lombardía, dijo que trabajan para gestionar el impacto ambiental con el objetivo de reducir el 10 por ciento la contaminación.
Una de la formas es apoyando la valorización del mercado para combustibles renovables, como objetivo para agregar valor a las empresas agrícolas y a la región en general. El digestor anaeróbico es un instrumento de sustentabilidad para el ambiente que debe incluir la rentabilidad. En Italia pasaron de 150 a 360 plantas de biogás en un año, y tienen 128 en trámite de autorización.
Residuos mixtos
Proyecto cooperativo
La Federación de Cooperativas Federadas (Fecofe) y la Cooperativa Eléctrica de Huinca Renancó invierten 15 millones de pesos en construir una planta de biodigestión anaeróbica que producirá biogás y fertilizantes. La materia prima será la basura urbana que se separa en Huinca Renancó, residuos de un frigorífico, de frutas y verduras de un distribuidor de la zona, y 70 hectáreas de silaje de sorgo que se sembrarán especialmente, explicó Francisco Della Vecchia, socio del grupo Ifes, que participa en el proyecto. Con “know now” italiano, incorporarán una potencia 300 Kw de energía a la red unas 8.000 horas al año. Generarán biofertilizantes líquidos y sólidos desde mediados de 2014.LA VOZ.