«Para la Argentina se abre un horizonte ideal para incorporar más innovación al campo, más tecnología, empleos y valor agregado», dice el informe de una consultora internacional. Se destacan las ventajas comparativas y competitivas del país.
La Argentina tiene todo para convertirse en uno de los productores y exportadores estrella de biocombustibles. Hoy figura entre los principales siete países en ese rubro, según una investigación de Accenture realizada a nivel global, y las perspectivas lucen favorables para los próximos años.
¿Las razones? Que las necesidades de abastecimiento de este tipo de combustibles serán cada vez mayores y las tecnologías para su elaboración se modernizarán aún más.
La producción de etanol a partir de la caña de azúcar es uno de los rubros que el país puede explotar más ya que se espera que se maximice el uso de este cultivo en los próximos años, debido a la fuerte polémica instaurada que existe alrededor del alza de los alimentos en todo el mundo.
La mayor parte del etanol que se produce en el mundo proviene del maíz, uno de los cultivos que más aumentó de precio en los últimos doce meses.
Se calcula que el país puede aportar cerca del 10% de los 8.000 millones de litros que seis países del mundo pueden aspirar a producir en los próximos años.
Australia, Tailandia, Guatemala, Sudáfrica, Colombia y la Argentina pueden alcanzar una producción de etanol que equivalga al 50% de la que elabora Estados Unidos.
La maduración de algunas inversiones, más la infraestructura con que cuenta el país a la hora de colocar sus productos en el exterior, son los factores que se tienen en cuenta a la hora de pensar que será posible ganar más terreno en este mercado.
Sin embargo, la Argentina todavía se encuentra por detrás de Brasil (líder), Ucrania, Polonia, Francia y Tailandia. Esto es por la menor inserción internacional de su producción y procesos menos elaborados.
Brasil básicamente le vende su producción de etanol a Estados Unidos y Europa. Francia, a Japón. Y T ailandia, a varios países asiáticos. La Argentina, junto a Polonia y Ucrania –tres grandes productores de cereales–, deberá satisfacer una demanda que, según los especialistas, seguirá creciendo.
Por la soja. Gracias a la creciente oferta de soja la producción de biodiésel para exportar también experimentó un significativo incremento en la Argentina durante el último tiempo. En este rubro el país también se ubica en el grupo de aquellos que venden al exterior la mayor parte de su oferta: Ucrania, Eslovaquia, Polonia, Italia, Austria y España.
«Hay inversores extranjeros que se interesan en este sector aprovechando la competitividad de la industria aceitera del país y las instalaciones físicas para trasladar la producción a otros países», dice el informe.
Entre los ejemplos más destacados se encuentra el desarrollo de Unitec Bio, la empresa que preside Eduardo Eurnekian y que invirtió US$ 60 millones para la construcción de su primera planta de procesamiento de biodiésel en el Puerto General San Martín, en la provincia de Santa Fe. La idea es construir tres plantas más que sean abastecidas directamente de materia prima (aceite de soja) para el biodiésel y de los servicios para la exportación.
Y no es el único. Centinela, un grupo de inversión, está pensando en reunir US$ 400 millones para llevar a cabo proyectos en la Argentina y U ruguay en los próximos años.
Polémica Sin embargo existe un gran debate alrededor de la producción de los biocombustibles, principalmente del etanol. El Fondo Monetario ha dicho en uno de sus informes que los beneficios de elaborar combustibles a partir de maíz son relativos porque produce indirectamente un alza en los precios de los alimentos, como de hecho se está viendo en el mundo. Estados Unidos hoy destina el 15% de su producción de maíz a la elaboración de etanol y se espera que aumente al 30% en 2010. Además, se calcula que para sustituir el 10% de los combustibles derivados del petróleo, es necesario usar, por ejemplo, el 20% de toda la tierra dedicada ahora a los cultivos en Europa.
El informe de Accenture, que recoge la opinión de los mismos representantes de la industria, analiza esta cuestión preguntándose si acaso no hay una demanda irracional sobre los biocombustibles.
Concluye que no existe ese riesgo, y que el impacto sobre el precio futuro de los alimentos será bajo. Y sostiene que para la Argentina se abre un horizonte ideal para incorporar más innovación al campo, más tecnología, empleos y valor agregado.
Por Lucas Martín ESPECIAL PARA CLARIN
Fuente: Diario Clarín