Por Jorge Riaboi Diplomatico Y Periodista/El autor repasa el debate que se registra hoy en EE.UU. sobre la introducción de combustibles mezclados con un 15% de biocombustibles. Afirma que muchas veces los ambientalistas aportan una visión con base científica, pero que muchas otras veces no lo hacen. Y que eso tiene vinculación directa con lo que pasa hoy con otro grande del sector: Brasil.
Los ambientalistas suelen tener el molesto hábito de pensar y hacer pensar.
Mientras a veces llevan al debate planteos inteligentes y de alto vuelo, hay momentos en que sus ideas sólo esconden el deseo de renegar de algunas evidencias científicas, o del raciocinio económico, para tender la mano a los enfoques más cavernarios del proteccionismo comercial.
Por donde se las mire, ambas conductas imponen un gran desafío a la política oficial. Los planteos verdes siempre obligan a detectar cuándo hay una veta útil para la sociedad y cuándo hay una historia que tiende a reflejar las limitaciones del conocimiento o de los intereses terrenales de sus patrocinadores.
Sin olvidar que, desde hace varios lustros, los combustibles utilizados en Brasil surgen de mezclar etanol con combustibles fósiles en proporciones que llegaron o superaron el 22 por ciento, parece educativo evaluar lo que sucedió el pasado 19 de abril en los Estados Unidos.
Fue el día en que los Amigos de la Tierra, el Grupo de Trabajo sobre el Medio Ambiente, Greenpeace, la Fundación La Tierra de Nuestros Hijos y el Consejo de Defensa de Recursos Naturales, enviaron un importante mensaje conjunto a la Cámara de Representantes de ese país. En él se rechazaban los enfoques de dos proyectos de Ley: el denominado “Protección a la Industria Local de Combustibles” y el texto que recoge las disposiciones “sobre Combustibles Nacionales”. Ambas piezas integran uno de los debates de la actual agenda parlamentaria.
Según las ONGs verdes, las normas fueron concebidas para eximir a los proveedores y comerciantes de equipos de transporte y almacenamiento de toda responsabilidad que emerja de los daños ocasionados a los usuarios de tales equipos si éstos emplean combustibles elaborados con mezclas que contengan un 15 por ciento de etanol (E15).
El debate es consecuencia directa del aumento del 10 al 15 por ciento que acaba de aprobar la Oficina de Protección Ambiental (OPA, conocida por su sigla inglesa EPA) para el porcentaje máximo de etanol incorporable a las mezclas de combustibles que se expenden en los Estados Unidos.
Las ONGs sostienen que el deslinde legal de responsabilidades constituye un explícito reconocimiento de que las nuevas mezclas son defectuosas y que su uso puede ocasionar serios daños tanto a los usuarios de automotores de modelos posteriores al año 2000, como a las instalaciones de almacenamiento subterráneo de combustibles.
Los denunciantes alegan que ninguno de esos equipos está adecuadamente preparado para emplear un mayor nivel de alcohol, ya que esa proporción no sólo corroe los motores en forma acelerada, sino también genera una combustión que eleva a límites poco satisfactorios su temperatura, hecho que reduce en forma inexorable la vida útil de tales bienes. El texto recuerda que los comerciantes ya anticiparon por escrito su intención de cancelar las garantías de todos aquellos vehículos que sean alimentados con combustibles basados en la mezcla E15.
Pero la ONG Grupo de Trabajo sobre Medio Ambiente va más allá. Viene multiplicando las comunicaciones en las que enfatiza la inconveniencia de: a) usar maíz como materia prima del etanol, por ser incompatible con las exigencias de Estados Unidos (y la Unión Europea) aplicables a los sustitutos del petróleo; esas reglas demandan que los biocombustibles reduzcan en no menos del 35 por ciento las emisiones que genera la producción realizada exclusivamente con combustibles fósiles (petróleo); y b) promover con subsidios el uso de biocombustibles que absorben un gran porcentaje de las materias primas que se restan, desde fines de 2007, a la producción de alimentos de consumo humano y animal.
Nadie ignora, dice el Grupo, que la globalidad del proceso agro-inflacionario, y la sostenida escasez de alimentos, está impulsada por el desequilibrio de oferta que introdujo la producción de biocombustibles en el mercado mundial de commodities agropecuarios. No deja de llamar la atención que esa ONG pasara por alto que, desde agosto pasado, la mera corrección del abastecimiento y de la demanda asiática, hiciera posible mitigar un tanto los precios de esas materias primas.
La misma ONG advierte que en el proyecto de nueva Ley Agrícola de los Estados Unidos se están incorporando propuestas que acotarán cualquier vestigio de sano ambientalismo y que su texto incluye mecanismos que llevarán a violar (todavía más), y en forma sistemática, los compromisos sobre subsidios que tiene Washington en la OMC. Las últimas estimaciones indican que sólo el costo gubernamental de los seguros de cosecha alcanzaría, en el próximo decenio, a unos 90.000 millones de dólares.
Pero las anteriores están lejos de ser las únicas situaciones esquizofrénicas. Brasil está importando actualmente casi 35.000 barriles diarios de etanol de maíz, mientras exporta a los Estados Unidos unos 7.800 barriles diarios de etanol de caña de azúcar. La razón de esta llamativa ineficiencia empresaria y climática es bastante simple: en el marco de las antedichas normas estadounidenses, el etanol de caña corre con ventaja legal respecto del etanol autóctono que se elabora a partir del maíz. Ello no quita que la lógica comercial choque de frente con quienes son, por excelentes motivos, los anfitriones de la Cumbre ambientalista de Río más 20 que se llevará a cabo en Río de Janeiro entre el 20 y 22 de junio próximo.
¿Tiene entonces genuino asidero la inquietud de los ambientalistas estadounidenses? Nadie mejor que los expertos brasileños para describir los fundamentos y realidades del mundo del etanol y los restantes biocombustibles. Sobre todo porque sería extraño que una de las naciones con mejor ecuación agro-energética del mundo, haya alcanzado esos niveles de excelencia a costa de tragar sapos o vivir de ficciones durante cuarenta años.
FUENTE: DIARIO CLARIN SUPLEMENTO CLARIN RURAL