Los casos de adulteración de aceite vuelven a la actualidad.
LUIS ALONSO-VEGA Aún quedan residuos de aquel maldito aceite desnaturalizado y de sus consecuencias en los seres humanos vilmente engañados, cuando un padre y tres hijos encabezan otra tropelía mezclando diversidad de aceites, entre ellos biodiesel para vehículos y grasas para motores, que vendían, dice la noticia, a una variedad de cooperativas y, añade, a «grandes marcas». ¡Entonces, Señor, a que llegamos con semejantes hijos de mala madre!.
Entre las conversaciones captadas por la Policía, hay una frase muy buena por parte de uno de ellos, en la que dice algo así como: «Huele a jabón y dicen – de los compradores- que es riquísimo. Mira que son inocentes». Me subleva, pero también me indignan los compradores que, a su vez, se prestan al juego de vender al por menor lo que compran en esta almazara situada en Mengíbar, Jaén, puesto que el fraude fiscal asciende, desde 2006 hasta ahora, a unos tres millones de euros por IVA. Vamos, que entre tontos anda el juego.
Este día en el que escribo tiene como santos, nada menos que a Cratón y Decoroso. Vamos, el primero del santoral no me suena de nada, pero lo que es Decoroso?, tampoco conozco a nadie que así se llame, pero no responde a ninguno de los nombres de los diecinueve detenidos con motivo de un nuevo fraude en toda línea, tanto humano como del fisco. Ah, y para que estemos todos tranquilos, al final, que es el principio, nos dicen que el aceite no es tóxico. ¿Qué no es tóxico? ¡Joder, a buenas horas mangas verdes! ¿Se acuerdan de «aquel» que afirmó que el tristemente llamado aceite de colza no era un bichito que se cayese de la mesa abajo? Claro, la ignorancia es tan atrevida y tan engañosa, que el mal cálculo era el de cuántas personas sí cayeron y se fueron al Valle de Josafat.
Entre los casi veinte piratas (perversos y despiadados para mejor entender), quince son españoles, dos ecuatorianos, uno colombiano y el último italiano, y el tráfico de su comercio estaba entre nuestra España, Italia y Portugal. Así que, cuando este día 15 de febrero leía tal noticia, coincidía que mi mujer vertía un buen chorro de aceite virgen extra sobre la sartén, a la par que me preguntaba, viendo aquel color tan cristalino y que al calentar olía no a jabón precisamente: «¿Será este un aceite procedente de la «refinería» de Mengíbar? Como es de una «gran marca»». A lo que respondí sobre la marcha: «¡Qué sé yo!».
Y entonces me acordé de aquella cancioncilla que cantábamos en plan gamberro en nuestra etapa de estudiantes, con el tono de una música maña: «¿Qué lleves en esi bote? -coro-: ¡Mierda! ¿Qué lleves en esi bote? -coro-: ¡Mierda! ¿Qué lleves en esi bote? ¡Llevo, llevo, mierda en bote!». Claro, con la ira como bandera en los cuatro primeros párrafos, aunque suene mal el excremento en castellano, saben ustedes que mi deseo es acabar con algo de humor, aunque el bote huela a mierda y el aceite a jabón. ¡Al trullo con ellos y con juicio sumarísimo!
FUENTE: LNE DIARIO INDEPENDIENTE DE ASTURIAS