Un estudio de la Hispalense analiza las repercusiones económicas del uso de los combustibles ecológicos y destaca su utilidad para evitar fenómenos como la ‘boina’ de contaminación de la pasada semana./Luis Sánchez-Moliní.
Un consumidor recarga biocombustible en una estación de servicio sevillana.
Fenómenos como la boina de contaminación que sufrió Sevilla la pasada semana sólo se pueden evitar con la combinación de diversas políticas de movilidad, ecológicas e, inevitablemente, energéticas. Un estudio realizado por miembros de la Cátedra de Economía de la Energía y del Medio Ambiente de la Universidad de Sevilla desvela que sólo con el consumo de biodiésel usado para el transporte durante 2010 en la provincia de Sevilla se ahorró la emisión de 125.038 toneladas de CO2.
La cifra no es desdeñable si se tiene en cuenta que, como ya publicó recientemente este periódico, sólo el 8% de las gasolineras de la provincia ofertan combustibles ecológicos, los cuales, según los expertos, reducen hasta un 30% la contaminación. En toda Andalucía, el ahorro de emisiones de CO2 llega hasta las 616.397 toneladas gracias al consumo de biodiésel
El estudio, que ha contado con financiación de la Fundación Roger Torné y la dirección del profesor de la Facultad de Económicas José Manuel Cansino, «se basa en la hipótesis de que el biodiésel utilizado para el transporte desplaza al diésel de origen petrolífero, mucho más contaminante», según indica la profesora Teresa Sanz, una de las participantes en el mismo.
Aunque la investigación intenta hacer una valoración del beneficio económico que supone el ahorro de emisiones de CO2 a la atmósfera, la conclusión a la que llega el profesor José Manuel González-Limón es que no existe un consenso científico a este respecto. De hecho, las cifras varían de los 21 dólares de ahorro por tonelada de CO2 que no se emite -cifra que defiende la escuela norteamericana- a los 85 o, incluso, 893 dólares que defienden otros estudiosos de la materia que no tienen un denominador común geográfico. «Existe un gran disenso según se valore que el beneficio es sólo para una generación o, por contra, también para las venideras», resalta José Manuel Cansino.
Por su parte, la profesora y vicedecana de Investigación de Económicas, Rocío Yñiguez, aporta el dato de que, por cada tonelada de CO2 que no se emite, la Hacienda del Estado deja de invertir 70 céntimos en impuestos, ya que el biodiésel cuenta con desgravación fiscal. Según esta cifra, en 2010, las arcas públicas dejaron de recaudar unos 87.520 euros en Sevilla por el consumo de biodiésel. «Sale muy barato, tampoco es mucho», dice un optimista profesor Cansino.
El estudio, que se presentará el próximo mes de junio en el marco de un congreso que se celebrará en Amsterdam, señala como la cara oscura de este combustible el que aumenta nuestra dependencia energética, ya que la mayoría es importado de Argentina (colza) y Malasia (aceite de palma).
Asimismo, algunas organizaciones y estudiosos, como la FAO, critican el efecto al alza que los biocombustibles ejercen sobre los precios de los alimentos. Su lógica es sencilla: al aumentar el número de hectáreas que se dedican a los biocombustibles se reducen las dedicadas a los alimentos, lo que, según la ley de la oferta y la demanda, se traduce en un alza de precios. Según el José Manuel Cansino «no está probado y no hay ninguna evidencia científica de que esto sea así». De hecho, los técnicos de la Unión Europea y los productores niegan este extremo.
Más bien, según el profesor Cansino, esta tendencia inflacionista se produce por la especulación de algunos fondos de inversión, que adquieren materias primas con la expectativa de una posible subida de precios por cuestiones como la demanda de los países emergentes. «En cualquier caso es más una intuición que una evidencia científica», aclara.DIARIO DE SEVILLA.