El autor dice que la elaboración de biocombustibles abre nuevas oportunidades de expandir el Producto Bruto Interno y la generación de empleo en la Argentina.
«Rechazar esta posibilidad implicaría exportar materias primas para que otros países realicen el procesamiento y el agregado de valor en sus propios territorios», afirma.
Dr. Víctor Arrúa. Representante del IICA en Argentina.
En el pasado mes de octubre, se cumplieron 65 años de la creación del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura. El IICA viene transitando un largo camino de cooperación hemisférica, a través de programas, asistencia técnica y generación de conocimiento en áreas tales como Comercio y Desarrollo de los Agronegocios; Desarrollo Rural Sostenible; Sanidad Agropecuaria e Inocuidad de Alimentos; Tecnología e Innovación y Educación y Capacitación.
Con el objeto de conmemorar este nuevo aniversario, la Oficina del IICA en la Argentina organizó el Simposio «Agua y Energía», apuntando a crear un espacio de reflexión y debate sobre dos temáticas emergentes, críticas para la agricultura y la vida rural. Para ello, fueron convocados destacados expertos, que analizaron la situación actual y perspectivas de estos recursos.
La elección de estas temáticas no fue aleatoria. El desarrollo de la agroenergía, y la introducción de los biocombustibles en la matriz energética argentina y global, constituye un verdadero cambio de paradigma.
La agroenergía representa una prioridad estratégica en la agenda del IICA por varias razones. Se trata de un proceso de altísima relevancia, por sus implicancias ambientales, ante el impacto cada vez más evidente del cambio climático; económicas, dada la potencialidad del sector agropecuario para posicionarse como fuente de energía, generando inversión, empleo y valor agregado; sociales, a partir de la generación de oportunidades para la agricultura familiar y el desarrollo rural y regional; y estratégicas, ante el desafío de alcanzar mayor seguridad energética en un contexto con perspectivas de escasez creciente de los recursos energéticos fósiles.
Las ponencias confirmaron categóricamente el enorme potencial que posee la Argentina para transformarse en un actor sumamente relevante de la cadena mundial de biocombustibles.
El nacimiento de un gran polo de biodiésel ya es una realidad en marcha y las perspectivas de un liderazgo mundial en este sector representan un escenario posible.
En el caso del etanol, los avances de las cadenas vinculadas son firmes, y se vislumbran nuevos paisajes y modelos productivos para el agro, como la producción de energías renovables y productos animales en circuitos integrados.
La profundización del marco de políticas e institucionalidad y de las acciones de investigación y desarrollo en todas las etapas de esta nueva cadena permitirán materializar y potencializar las oportunidades que la agroenergía representa para la Argentina.
¿Alimentos o energía? Tal como quedó reflejado en el Simposio, este interrogante representa un falso dilema para países como la Argentina, que a partir de su dotación de recursos naturales y de sus altos excedentes exportables (por ejemplo, 90% de la producción de aceite de soja y 70% de la de maíz), se encuentran en condiciones de agregar valor a sus materias primas, y producir así biocombustibles sin afectar las necesidades alimentarias de su población.
La elaboración de biocombustibles abre nuevas oportunidades de expandir el producto bruto y la generación de empleo dentro de las fronteras. Rechazar esta posibilidad implicaría exportar las materias primas para que otros países realicen el procesamiento y el agregado de valor en sus propios territorios.
A nivel mundial, si bien se espera un período de precios más altos en los commodities agrícolas son muchos los factores que permitirían evitar una disparada brusca que ponga en jaque el acceso de la población mundial a los alimentos. Entre ellos el siempre dinámico rol de la innovación y el desarrollo tecnológico, tanto en la producción agrícola como en la de biocombustibles de primera y segunda generación, y el aumento de la oferta de subproductos de la producción de biocombustibles (granos destilados, harinas proteicas, etc.).
Mientras tanto, la Argentina y los países del Sur dispondrán de una mejora en los términos de intercambio, luego de décadas de deterioro en los precios recibidos por los productores rurales debido a los subsidios y el proteccionismo agrícola en el primer mundo.
Por su parte, el agua constituye un recurso imprescindible para la vida humana y para las actividades económicas desarrolladas por nuestra civilización.
Alrededor del 70% del consumo mundial de agua dulce tiene por destino a la agricultura. La utilización del agua en la actividad agropecuaria, indispensable para la producción de alimentos, ha crecido sostenidamente en el tiempo.
El crecimiento demográfico, el desarrollo económico y la urbanización suponen una presión adicional y creciente sobre el uso de este recurso esencial, que se torna así cada vez más escaso.
En el caso de la Argentina, los disertantes dejaron en claro que se dispone de una abundante dotación de recursos hídricos -tres veces el promedio mundial de m3/habitante-, pero que aún resta mucho por hacer para lograr una gestión eficiente y sustentable del agua, lo que es una premisa ineludible para asegurar el bienestar de las generaciones actuales y futuras.
Desde su rol de principal usuario de los recursos hídricos, el sector agropecuario enfrenta el desafío y la oportunidad de aportar soluciones a través de la administración eficiente del agua.
El país cuenta con una larga historia institucional para el manejo del agua y con un ente de coordinación y concertación de las políticas hídricas de las Provincias y de la Nación, el Consejo Hídrico Federal, creado hace pocos años.
Esta constituye una base importante para abordar los nuevos desafíos, incorporando conceptos como la ética en el manejo de los recursos hídricos, la gestión integrada y multisectorial, la valorización económica y social de la importancia del recurso y la conciencia ambiental.
Por su parte, en el IICA, tanto la temática del agua como la de agroenergía están siendo abordadas por el Programa Hemisférico de Agroenergía y Biocombustibles y del Programa de Lucha contra la Desertificación en América del Sur.
A nivel de su Oficina en la Argentina, el IICA continuará y fortalecerá sus acciones de cooperación en éstas y otras áreas que se vinculan estrechamente con la visión de un sector agroalimentario argentino moderno, competitivo y sustentable.
Fuente: Diario Clarín