El control de la materia prima y sus derivados son clave para afianzar el sistema. Buscan vender al exterior.Andrés Ferreras.
Marcos Juárez. Aunque reiterada, la frase no deja de ser gráfica sobre el rumbo que busca tomar la producción de soja en el centro del país: “Los granos deben salir caminando y no en camiones de los campos”. La insistencia de esta figura remarca la importancia de transformar en proteína animal la oleaginosa, para que el agregado de valor en origen sea finalmente una concepción generalizada entre los productores cordobeses.
Desde el Inta se entiende que la cadena de expeler de soja traccionará aun más las industrializaciones paralelas de maíz y sorgo, relacionado a la proliferación de plantas de alimento balanceado para cada producción pecuaria o avícola, estimulando así una evolución prospectiva de los sectores.
Avanzar en la integración de la cadena de extrusado y prensado de soja fue uno de los ejes motores de la Segunda Jornada de capacitación de Agregado de Valor en Origen realizada en la sede el Inta Marcos Juárez.
“Argentina es el país que el mundo mira como ideal para fabricar proteína animal, porque parte de una materia prima excedentaria de excelente calidad en maíz, soja, sorgo, alfalfa, pasturas, a un costo dolarizado un 50 por ciento más bajo que cualquier importador de destino”, destacó Mario Bragachini, coordinador del Proyecto de Eficiencia de Cosecha, Postcosecha de Granos y Agroindustria en Origen Precop del Inta Manfredi.
La industrialización de granos en productos balanceados genera valor agregado, al transformarse en carnes, huevo y leche, para finalizar en alimentos de consumo humano. Esta transformación en proteína animal generará hacia 2020 en el país 320 mil puestos de trabajo nuevos en forma directa e indirecta, estimó el especialista.
Asociativismo. Una de las claves de este modelo propuesto pasa por la integración vertical en forma asociativa de los productores agropecuarios en las cadenas de valor a través de Pyme o cooperativas. Esto se entiende como muy necesario, para pasar de ser un país importante en la provisión de materias primas al mundo, a un país protagonista en la generación de alimentos para todo el planeta.
“El productor puede incrementar su competitividad mediante eficiencia, escala, poder de negociación y acceso a un mercado que de otro modo no existiría para él”, remarcó Bragachini. También es una alternativa para aumentar la competencia local.
Sobre estas ideas se realizó este encuentro de capacitación, brindando información para seguir avanzando en la cadena y aumentar el agregado de valor a la soja.
Los temas centrales de la jornada realizada en la experimental de Marcos Juárez estuvieron enfocados a la calidad de la materia prima, el proceso de extrusado-prensado, el control de calidad de subproductos, la apertura de nuevos mercados, el refinado de aceite de soja, la industria y mercado del alimento balanceado, la producción de biodiésel a baja escala, el asociativismo, y nuevas alternativas en torno al agregado de valor en origen.
Bragachini puso el acento en el rol de las comunidades insertas en el núcleo agroproductivo para liderar ese avance. Estos ámbitos promueven el desarrollo de proyecto con integración vertical, que debe ser instalado en el seno de la comunidad, contando con financiamiento del estado nacional y su posterior monitoreo por parte de Inta, Inti, Conicet y las universidades nacionales.
En lo educativo, las escuelas agrotécnicas “deben transformarse para formar los recursos humanos que deben ir a las plantas, no sólo quedarse con la capacitación para la producción humana”, señaló el especialista. En el mismo sentido, puso al intendente como figura estratégica para coordinar estos nuevos proyectos.
“Hay mucho por hacer en las intendencias. Hay pueblos del interior del país con índice demográfico negativo, o son pueblos de viejos por que no hay puestos de trabajo para gente joven formada. Creo que ahí está la clave y estrategia del intendente: formar a la comunidad, e informarla, bajo el principio de que la intendencia del pueblo tiene que ver con el desarrollo socioeconómico, con sustentabilidad ambiental de la zona”, definió el técnico del Inta.
En cuanto a la parte que le toca al Estado nacional, Bragachini pidió su presencia como regulador y facilitador. “No tenemos que contar con un Estado hiperintervencionista, pero sí colaborador, pensando políticas que favorezcan el desarrollo para pasar de un país agroalimentario a un país agroindustrial”, concluyó.
Calidad para crecer
El procesamiento de las materias primas y su transformación con el agregado de valor requieren que los procesos se ajusten en calidad.
La producción nacional de alimento balanceado se ubica en el orden de los nueve millones de toneladas, pero Argentina tiene un potencial para llegar a los 14 millones de toneladas, estimó Gabriel Gualdoni, gerente de la Cámara Argentina de Empresas de Nutrición Animal (Caena). Para alcanzar esta meta se necesitan más de 1,5 millón de toneladas de expeler de soja. Para el empresario, las fortalezas son la disponibilidad de materia prima y una creciente demanda de alimento, debido en parte también al desplazamiento de superficies destinadas para pasturas, a partir del avance de cultivos como la soja en zonas tradicionalmente ganaderas. Si bien apuntó como una deficiencia la falta personal especializado, indicó que la capacidad instalada requiere una actualización y un gran porcentaje de la producción está en manos de plantas no registradas. Gualdoni confía en que la mayor demanda de proteína animal impulsará el negocio del sector.
La autosuficiencia energética a escala de un productor, o de un grupo, tiene su vía de concreción en las pequeñas plantas de elaboración de biodiésel, que permiten aprovechar la materia prima disponible para agregado de valor en un bien estratégico. En Argentina se producen 15 millones de toneladas de gasoil, pero se consumen 17 millones por año. La producción de biodiésel ofrece una solución parcial para este problema. Permite sustituir gasoil importado que, además de ser más caro, tiene un alto contenido de azufre.
Carlos Querini, del Instituto de Investigaciones en Catálisis y Petroquímica de la Universidad del Litoral y el Conicet, se refirió a la producción de biodiésel para el autoabastecimiento rural. Puso énfasis en la planificación y el equipo necesario para hacerlo con eficiencia, seguridad y calidad, analizando las consecuencias de un biodiésel que no alcance buenas propiedades. “Hay que cuidar la calidad para obtener más rendimiento y producción”, enfatizó. Estimó que una planta para el autoconsumo puede instalarse con costos que van de los 20 mil a los 100 mil dólares según la escala, obteniendo un combustible renovable que tiene para el productor un costo de unos 15 centavos de dólar, además del aceite que utiliza como punto de partida. Esta producción le deja además un excedente de glicerina para complementar la dieta de los planteles de vacas lecheras.LA VOZ.